Cuentos de Fantasía

En otra vida nunca nos separamos

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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Había una vez en un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques mágicos, un adolescente llamado Emmanuel. Él tenía 16 años, con cabello oscuro y ojos llenos de curiosidad. Su mejor amigo en el mundo era un fiel perro llamado Negro, un hermoso golden retriever con pelaje dorado que siempre estaba a su lado. Desde que Emmanuel era pequeño, Negro había sido su compañero en todas las aventuras, compartiendo risas, juegos y momentos de ternura.

Un día, sin embargo, ocurrió algo que cambiaría la vida de Emmanuel para siempre. Era una mañana soleada cuando Emmanuel salió de casa para ir a la escuela, dejando la puerta del jardín ligeramente entreabierta por descuido. Negro, siempre curioso y aventurero, vio la oportunidad de explorar más allá de los confines del jardín y salió corriendo, desapareciendo entre las calles del vecindario.

Cuando Emmanuel regresó de la escuela y no encontró a Negro esperándolo en la puerta como de costumbre, su corazón se hundió. Llamó a Negro por todo el vecindario, preguntó a los vecinos y pegó carteles con la foto de su querido amigo. Días pasaron y la tristeza se apoderó de él al no recibir ninguna noticia de Negro. La esperanza se desvanecía poco a poco.

Una noche, agotado por la búsqueda y con el corazón lleno de tristeza, Emmanuel se quedó dormido más temprano de lo habitual. Fue entonces cuando tuvo un sueño que cambiaría su vida para siempre.

En su sueño, Emmanuel se encontraba en un bosque mágico, lleno de plantas coloridas y luces brillantes que parpadeaban como luciérnagas. El aire estaba cargado de una sensación de paz y maravilla. De repente, escuchó un ladrido familiar y vio a Negro corriendo hacia él, moviendo la cola con entusiasmo.

—¡Negro! —gritó Emmanuel, corriendo para abrazar a su amigo—. ¡Te he echado tanto de menos!

Negro lamió la cara de Emmanuel, como solía hacer cuando era un cachorro, y parecía tan feliz como siempre. Juntos, comenzaron a explorar el bosque mágico. Jugaron entre los árboles, corrieron por los prados llenos de flores y chapotearon en un arroyo cristalino. Era como si el tiempo no existiera, y todo era perfecto.

Mientras jugaban, Emmanuel notó que había otros perros en el bosque, todos corriendo y jugando felices. Negro ladró alegremente y corrió a unirse a ellos, pero siempre volvía a Emmanuel, asegurándose de que su amigo estuviera bien.

Después de lo que pareció ser una eternidad de juegos y risas, Negro se sentó junto a Emmanuel bajo un árbol grande y frondoso. Su mirada era profunda y sabia, como si tuviera algo importante que decir.

—Negro, ¿dónde has estado? —preguntó Emmanuel, acariciando su pelaje dorado—. Te he buscado por todas partes.

Negro levantó la cabeza y miró a Emmanuel con sus ojos llenos de amor y gratitud. Aunque no podía hablar, Emmanuel sintió que entendía cada palabra que su amigo quería transmitirle.

En su mente, Emmanuel escuchó una voz suave y cariñosa, como un susurro en el viento.

—Estoy bien, Emmanuel. Juego feliz con otros perritos en este lugar mágico. Quiero que sepas que estoy agradecido por cada momento que pasamos juntos. Me diste los mejores años de mi vida, y siempre estaré en tu corazón.

Las lágrimas comenzaron a rodar por las mejillas de Emmanuel, pero no eran lágrimas de tristeza, sino de una mezcla de alegría y nostalgia.

—Nunca te olvidaré, Negro —dijo Emmanuel, abrazando a su amigo—. Siempre serás mi mejor amigo.

Negro lamió las lágrimas de Emmanuel y se acurrucó a su lado, transmitiéndole una sensación de paz y consuelo. Luego, con un último lametón y una mirada llena de amor, Negro comenzó a alejarse, corriendo de nuevo con los otros perros.

Emmanuel se despertó con el primer rayo de sol entrando por su ventana. Sentía una paz que no había sentido en mucho tiempo. Sabía que Negro estaba en un lugar mejor y que siempre estaría con él, en su corazón y en sus recuerdos.

El tiempo pasó y Emmanuel comenzó a enfocarse en sus estudios, con la promesa de Negro resonando en su mente. Trabajó duro para entrar a la universidad y se dedicó a sus sueños con determinación y pasión. Cada vez que enfrentaba un desafío, recordaba las palabras de su fiel amigo: «Siempre estaré en tu corazón. En otra vida nunca nos separamos. Te quiero.»

La vida de Emmanuel estuvo llena de logros y felicidad, pero nunca olvidó a su fiel compañero. En sus momentos de soledad o dificultad, cerraba los ojos y recordaba aquel bosque mágico y la tarde increíble que pasó con Negro en su sueño. Sentía que, de alguna manera, su amigo siempre estaba a su lado, dándole fuerzas y guiándolo.

Un día, muchos años después, Emmanuel decidió visitar el bosque donde solía jugar con Negro cuando era niño. Se sentó bajo un árbol grande y frondoso, similar al del sueño, y cerró los ojos. En su mente, vio a Negro corriendo hacia él, moviendo la cola con alegría.

—Gracias por todo, Negro —susurró Emmanuel—. Gracias por ser mi amigo, mi compañero, mi familia.

Y así, en ese momento de paz y reflexión, Emmanuel supo que el vínculo que compartía con Negro era eterno. Porque el amor verdadero, el amor de un amigo fiel, nunca desaparece. Vive en nuestros corazones, en nuestros recuerdos, y en la esperanza de que, en alguna otra vida, nunca nos separaremos.

Fin.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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