Había una vez un niño llamado Ezra, que era muy curioso y divertido. Le encantaba jugar con sus bloques de colores, construyendo torres altas que parecían llegar al cielo. Pero había algo que siempre le molestaba: cuando su torre se derrumbaba antes de terminarla, Ezra se enojaba mucho. Su cara se ponía roja y sus manos se apretaban con fuerza.
Un día, mientras estaba construyendo una torre especialmente alta, sucedió lo que más temía: la torre de bloques se derrumbó. Los bloques cayeron al suelo, haciendo un gran ruido. Ezra se llenó de frustración y no pudo evitar gritar.
—¡Noooo! —gritó con todas sus fuerzas—. ¡Otra vez no!
Ezra sintió cómo su enojo crecía dentro de él, como si fuera una montaña muy alta. Pero justo en ese momento, algo mágico sucedió. Apareció una luz suave y azulada en medio de la habitación. De esa luz salió una figura amistosa y brillante. Era Flin, el Guardián de las Emociones.
Flin era una figura mágica con una capa que flotaba en el aire y una voz tranquila que hacía que todo alrededor se sintiera en calma.
—Hola, Ezra —dijo Flin con una sonrisa—. Veo que estás muy frustrado. Estoy aquí para ayudarte a calmarte.
Ezra miró a Flin, sorprendido. Nunca antes había visto algo así.
—¿Quién eres? —preguntó Ezra, secándose una lágrima de la mejilla.
—Soy Flin, el Guardián de las Emociones. Estoy aquí para enseñarte a manejar tus sentimientos cuando te enojas o te frustras. Todos sentimos enojo a veces, pero lo importante es aprender a controlarlo.
Ezra se quedó pensando. Siempre le costaba calmarse cuando algo no salía como él quería. Así que decidió escuchar a Flin.
—¿Cómo puedo hacerlo? —preguntó Ezra.
Flin se sentó junto a él en el suelo, entre los bloques caídos.
—Es más fácil de lo que piensas —dijo Flin—. Lo primero que tienes que hacer es respirar. Cuando te sientas enojado, cierra los ojos e imagina que tienes una vela frente a ti. Inhala profundamente por la nariz, y luego exhala suavemente por la boca, como si estuvieras soplando la vela. Hazlo conmigo.
Ezra cerró los ojos y siguió las indicaciones de Flin. Respiró hondo y luego exhaló lentamente, como si estuviera soplando una vela imaginaria. Al hacerlo, sintió cómo su cuerpo comenzaba a relajarse. Flin le sonrió.
—Muy bien, Ezra —dijo Flin—. Ahora, cada vez que te sientas muy enojado o frustrado, puedes hacer esto para calmarte. Pero hay algo más que quiero enseñarte.
Flin levantó una mano y dibujó una montaña en el aire con su dedo.
—Tus emociones son como esta montaña. Cuando no hablamos de lo que sentimos y solo guardamos el enojo dentro, la montaña crece y crece hasta que se vuelve demasiado grande. Pero si respiras y hablas de lo que te molesta, la montaña se queda pequeña y manejable.
Ezra abrió los ojos, intrigado.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.