Cuentos de Fantasía

Fiorella y el Unicornio Mágico

Lectura para 6 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes y bosques encantados, una niña llamada Fiorella. Fiorella era una niña curiosa y soñadora, con largos cabellos ondulados y una sonrisa que iluminaba el día más gris. Desde muy pequeña, Fiorella había escuchado historias sobre criaturas mágicas que vivían en el bosque, y su favorita de todas era la historia del unicornio.

Cada noche, antes de dormir, Fiorella le pedía a su abuela que le contara la historia del unicornio. Su abuela le decía que los unicornios eran criaturas mágicas, blancas como la nieve, con un cuerno brillante en la frente y una melena que parecía hecha de hilos de plata. Los unicornios, según la abuela, eran seres muy tímidos y solo se dejaban ver por aquellos con un corazón puro y valiente.

Fiorella soñaba con el día en que podría ver a un unicornio. Cada vez que jugaba en el bosque cercano a su casa, miraba entre los árboles y los arbustos, esperando ver el destello de un cuerno brillante. Sus amigos le decían que los unicornios no eran reales, pero Fiorella sabía en su corazón que algún día encontraría uno.

Un día, mientras exploraba un rincón del bosque que nunca antes había visitado, Fiorella encontró un pequeño claro lleno de flores de colores brillantes y mariposas que danzaban en el aire. El lugar parecía salido de un cuento de hadas. Decidió sentarse en una roca a descansar y disfrutar del hermoso paisaje.

De repente, escuchó un suave sonido, como el tintineo de una campanilla. Miró a su alrededor, tratando de encontrar de dónde venía el sonido. Al levantar la vista, vio algo que la dejó sin aliento: entre los árboles, un unicornio blanco la observaba con ojos grandes y brillantes.

Fiorella se levantó lentamente, sin querer asustar al unicornio. Con el corazón latiendo rápido de emoción, dio unos pasos hacia la criatura mágica. El unicornio no se movió, solo la miró con curiosidad.

—Hola —dijo Fiorella con una voz suave—. Soy Fiorella. Siempre he querido conocerte.

El unicornio inclinó la cabeza ligeramente, como si entendiera cada palabra. Fiorella se acercó un poco más y extendió su mano. El unicornio avanzó un paso y permitió que Fiorella tocara su suave nariz. Al hacerlo, Fiorella sintió una cálida sensación de paz y felicidad.

Pasaron un rato en silencio, disfrutando de la compañía del otro. Fiorella sentía que estaba viviendo un sueño hecho realidad. Finalmente, el unicornio dio un paso atrás y con un suave relincho, desapareció entre los árboles. Fiorella sabía que había vivido un momento muy especial y que ese recuerdo se quedaría con ella para siempre.

Decidió regresar a casa para contarle a su abuela lo que había sucedido. Corrió por el bosque, sintiéndose más ligera que nunca. Cuando llegó, encontró a su abuela sentada en su mecedora, tejiendo una bufanda.

—¡Abuela! ¡Abuela! —exclamó Fiorella—. ¡He visto un unicornio!

La abuela levantó la vista y sonrió.

—Cuéntame todo, mi niña —dijo, dejando a un lado su tejido.

Fiorella le contó cada detalle de su encuentro con el unicornio. La abuela la escuchó con atención y, al final, le acarició el cabello con cariño.

—Sabía que algún día lo encontrarías, Fiorella. Tienes un corazón puro y valiente, como se necesita para ver a un unicornio.

Esa noche, Fiorella se fue a dormir sintiéndose muy feliz. Soñó con su nuevo amigo, el unicornio, y con todas las aventuras que podrían vivir juntos. A partir de ese día, cada vez que iba al bosque, buscaba el claro lleno de flores y mariposas, con la esperanza de volver a ver al unicornio.

Pasaron los días y Fiorella siguió visitando el bosque. Aunque no siempre veía al unicornio, sentía su presencia cerca. Sabía que su amistad con el unicornio era algo muy especial y que debía cuidarla.

Un día, mientras recogía flores en el claro, escuchó nuevamente el suave tintineo. Giró y vio al unicornio de pie en el borde del claro. Esta vez, el unicornio no estaba solo. A su lado había un pequeño unicornio, tan blanco y brillante como el grande.

Fiorella se acercó lentamente, y el unicornio le presentó a su pequeño. Fiorella sonrió y acarició suavemente al pequeño unicornio, que relinchó feliz. Desde ese momento, Fiorella tuvo dos amigos mágicos en el bosque.

Cada vez que visitaba el claro, los unicornios estaban allí para saludarla. Juntos, exploraban el bosque, jugaban entre las flores y disfrutaban de la compañía mutua. Fiorella sabía que su amistad con los unicornios era un regalo precioso.

Con el tiempo, Fiorella creció, pero nunca olvidó a sus amigos mágicos. Se convirtió en una joven valiente y amable, siempre cuidando de la naturaleza y de los animales. Su amor por los unicornios la inspiró a compartir su historia con otros, enseñando a todos la importancia de tener un corazón puro y valiente.

Y así, la historia de Fiorella y el unicornio mágico se convirtió en una leyenda en el pequeño pueblo. Los niños crecieron escuchando la historia y soñando con encontrar a los unicornios en el bosque. Fiorella vivió una vida llena de amor y aventuras, sabiendo que siempre llevaría en su corazón la magia de sus amigos unicornios.

Fin.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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