Un día soleado, Isabella se despertó muy emocionada. Era un día especial porque iba a jugar en el parque con su mamá y su papá. Mientras se preparaban, Isabella sintió un poquito de curiosidad sobre algo que había escuchado en casa: un secreto mágico que se escondía en el baño. «¿Qué será ese secreto?» pensó mientras su mamá le ayudaba a ponerse su chaqueta.
Después de desayunar, Isabella le dijo a su mamá: “¡Hoy quiero jugar, pero también quiero saber el secreto del inodoro!” Su mamá sonrió y dijo: “Tal vez después de jugar un rato, podamos descubrirlo”. Isabella saltó de alegría y salió corriendo hacia el parque con sus padres.
En el parque, el sol brillaba, y las risas de los niños llenaban el aire. Isabella corrió a los columpios, se deslizó por el tobogán y jugó a la pelota. Pero en su mente, seguía pensando en el misterio del inodoro. “¿Qué será eso tan mágico? Tal vez hay un dragón o un hada”, se decía a sí misma mientras jugaba.
Después de un rato, Isabella se sintió un poco cansada y decidió que era hora de regresar a casa. Cuando llegaron, Isabella no pudo contener su curiosidad. “¡Mamá! ¡Papá! ¡Quiero saber el secreto del inodoro ahora!” Su papá le dijo: “Está bien, Isabella. Vamos a descubrirlo juntos”.
Mamá la llevó al baño y le explicó que el inodoro era un lugar donde las cosas que no necesitamos son evacuadas, pero nunca le había contado que a veces sucedían cosas muy raras y divertidas alrededor de él. “Mira, te voy a contar una historia especial”. Isabella se sentó en el suelo, con los ojos muy abiertos, lista para escuchar.
“Un día, había una pequeña hadita llamada Lulú que vivía en una casa muy parecida a la nuestra. Ella era juguetona y curiosa, pero había un problema: siempre se perdía en el inodoro. Cada vez que alguien usaba el baño y tiraba de la cadena, Lulú, que estaba cerca, acababa en un mundo mágico”.
Isabella sonrió, imaginándose a Lulú volando. “¿Y qué pasaba en ese mundo mágico, mamá?” preguntó con interés. Mamá continuó: “En ese mundo, Lulú conocía a muchos amigos: había ranas que cantaban, peces que hacían burbujas de colores y hasta un dragón que le encantaba contar chistes. Pero Lulú también tenía que encontrar la manera de regresar a casa antes de que alguien más usara el inodoro”.
Isabella estaba fascinada, “¿Y cómo podía volver?” “Bueno”, contestó su papá que se había unido a la conversación, “Lulú tenía que encontrar una planta mágica llamada ‘Flor de Risa’, que hacía que ella pudiera volar de vuelta. Sin embargo, el camino estaba lleno de trampas, porque el dragón, que se llamaba Pipo, también quería jugar con ella”.
“¿Pipo era amable?” preguntó Isabella. “Sí”, respondió papá, “pero a veces se pasaba de travieso. Siempre que Lulú intentaba salir, él le hacía una broma divertida, como taparle la cara con espuma o hacer que lloviera jugo de naranja. Pero Lulú nunca se enojaba, porque ella sabía que Pipo solo quería divertirse”.
Isabella se reía de las travesuras del dragón Pipo. Pero entonces se preocupó, “¿Y Lulú pudo volver a casa?” “Claro, al final del día, Lulú se dio cuenta de que lo más importante era que siempre podía regresar a casa porque la flor tenía un poder especial. Solo tenía que recordar que su hogar la esperaba con amor”, explicó mamá.
Tras escuchar la historia, Isabella tuvo una idea. “¿Podemos hacer que el inodoro sea divertido también?” Sus papás se miraron y sonrieron. “Por supuesto, cariño”, dijo mamá. Así que decidieron que cada vez que alguien usara el inodoro, contarían una broma o una historia divertida como la de Lulú y Pipo.
“A partir de hoy, el inodoro será nuestro portal mágico”, exclamó papá mientras reía. Isabella se entusiasmó y pensó que no solo sería un lugar al que se va, sino un lugar donde las historias y la diversión comenzaban. “¡Sí, haremos una gran fiesta cada vez que alguien use el inodoro!”, gritó.
Y así fue como la familia de Isabella decidió que cada visita al baño sería especial. Colocaron dibujos de Lulú y Pipo en la pared, y cada vez que alguien iba al baño, contaban chistes o historias que hacían reír a todos. Ahora, el inodoro ya no era solo un lugar de paso, sino un rincón de alegría y risas.
Un día, mientras compartían uno de sus chistes favoritos sobre un pez que quería aprender a volar, Isabella se dio cuenta de que el amor y la risa en su hogar hacían que incluso los momentos más pequeños fueran mágicos. La vida estaba llena de secretos y sorpresas, y el inodoro era solo uno de ellos.
Así, Isabella aprendió que en la vida siempre hay un lugar para la magia, ya sea en un baño, en un parque o en los corazones de las personas que ama. Y lo más importante de todo, es que el amor y la risa pueden transformar cualquier cosa en un momento especial. Desde entonces, cada vez que pasaba por el baño, sonreía al recordar la historia de Lulú y Pipo, y sabía que la magia estaba en todas partes, siempre lista para ser descubierta.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.