Había una vez en una cocina mágica, un personaje muy especial llamado Juguito. Él era un colorido y alegre cartón de jugo, con grandes ojos brillantes y una pajilla que salía de su nariz. Vivía en una despensa llena de alimentos que, como él, podían hablar y moverse. Aunque su hogar era acogedor, Juguito soñaba con explorar el mundo real y vivir grandes aventuras.
Un día, mientras la cocina estaba tranquila y los humanos de la casa estaban ocupados en otras tareas, Juguito decidió que había llegado el momento de hacer realidad su sueño. Con un salto valiente, salió de la despensa y se dirigió hacia la puerta trasera, que se había quedado entreabierta. La luz del sol lo deslumbró al principio, pero pronto sus ojos se acostumbraron y pudo ver la vasta extensión del jardín y más allá, la calle y las montañas en la distancia.
Juguito avanzó con entusiasmo, pero pronto descubrió que el mundo real no era tan sencillo como había imaginado. Las calles eran frías y solitarias, y los autos pasaban a gran velocidad, haciendo que se estremeciera. Sin embargo, no dejó que eso lo desanimara y continuó su camino con valentía.
Mientras avanzaba, se encontró con un grupo de niños jugando fútbol en un parque cercano. Uno de ellos, un niño con el cabello corto y oscuro y una camiseta de fútbol que decía «Messi», se acercó a Juguito con curiosidad.
—¡Hola! ¿Eres un cartón de jugo que habla? —preguntó Messi con asombro.
—¡Sí! Soy Juguito y estoy en una gran aventura. ¿Quién eres tú?
—Soy Messi. Es un placer conocerte, Juguito. —dijo el niño con una sonrisa—. ¡Ven a jugar con nosotros!
Juguito aceptó con gusto la invitación y pronto se unió al juego. Aunque no era muy bueno pateando el balón, su entusiasmo y alegría hicieron que todos se divirtieran mucho. Después de un rato, Messi le presentó a su amiga Victoria, una niña con largo cabello rubio y un vestido rojo.
—Hola, Juguito. He oído que estás en una aventura —dijo Victoria, extendiendo su mano—. ¿Puedo unirme a ti?
—¡Por supuesto! —respondió Juguito feliz—. Cuantos más, mejor.
Así, los tres nuevos amigos se embarcaron en la aventura juntos. Cruzaron parques y calles, enfrentándose a diferentes desafíos. Una vez, tuvieron que atravesar una calle muy transitada, y Messi usó su habilidad para calcular el momento perfecto para cruzar. En otra ocasión, encontraron un perro grande y ladrador, pero Victoria, que adoraba a los animales, logró calmarlo y convencerlo de que no les hiciera daño.
A medida que se acercaban a las montañas, los desafíos se volvieron más difíciles. En las montañas, el clima era frío y el camino estaba lleno de piedras resbaladizas. Juguito, aunque valiente, comenzó a sentir el peso de la travesía.
—No te preocupes, Juguito —dijo Messi, poniéndole una mano en el hombro—. Estamos contigo. No estás solo.
Con el apoyo de sus amigos, Juguito encontró fuerzas para seguir adelante. Juntos, treparon por senderos empinados y cruzaron ríos fríos. En un momento, la pajilla de Juguito quedó atascada en una roca, y temió que su aventura hubiera terminado. Pero Victoria y Messi trabajaron juntos para liberarlo, demostrando que la amistad y la cooperación podían superar cualquier obstáculo.
Finalmente, después de mucho esfuerzo, llegaron a la cima de una de las montañas. Desde allí, pudieron ver el mundo real en toda su majestuosidad. Los colores del atardecer pintaban el cielo de tonos naranjas y rosas, y el paisaje se extendía hasta donde alcanzaba la vista.
—¡Lo logramos! —exclamó Juguito, sintiendo una profunda satisfacción.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.