Había una vez en un bosque mágico, un ogro llamado Orlando. A diferencia de los ogros que se cuentan en muchas historias, Orlando era un ogro amable y risueño, que vivía en una cabaña hecha de dulces y chocolate. Cada mañana, él se despertaba con el canto de los pájaros y salía a dar un paseo por el bosque, saludando a todos los animales que encontraba a su paso. En su corazón, Orlando siempre soñaba con vivir aventuras fantásticas, y un día, su sueño estaba a punto de hacerse realidad.
Un soleado día, mientras Orlando exploraba un claro lleno de flores, conoció a la hermosa Princesa Ofelia, quien estaba sentada en una piedra perdida en medio del bosque. Ofelia tenía el cabello dorado como el sol y ojos azules que brillaban con curiosidad. Ella le contó a Orlando que su reino estaba en problemas, pues todas las vocales habían desaparecido misteriosamente, y sin ellas, las palabras no podían formarse. La gente del reino estaba triste, y las canciones ya no sonaban como antes.
—¡Necesitamos ayuda! —exclamó Ofelia—. Sin las vocales, las noches son oscuras y silenciosas. ¿Te gustaría acompañarme a buscar a las vocales perdidas?
Orlando, emocionado por la perspectiva de una gran aventura, aceptó al instante. Juntos, comenzaron a caminar por el bosque, donde se encontraron con un peculiar amigo: un Onitorrinco llamado Otto. Otto tenía el cuerpo de un pato, el pico de un pato y la cola de un castor. Era un animal muy especial, y le encantaba ayudar a los amigos que lo necesitaban.
—¿Qué les sucede, amigos? —preguntó Otto, curiosamente.
La Princesa Ofelia explicó la situación, y Otto decidió unirse a su misión. Juntos, se adentraron más en el bosque, donde los árboles eran tan altos que parecían tocar las nubes. Fue allí donde encontraron una cueva oscura que parecía tener un misterioso brillo en su interior.
Al aventurarse en la cueva, se encontraron con la Bruja Otilia, conocida en el bosque por ser un poco traviesa, pero con un gran corazón. Otilia estaba rodeada de libros antiguos y frascos de pociones que burbujeaban en extraños colores.
—¿Qué los trae a mi cueva? —preguntó Otilia, un poco desconcertada—. ¿Vienen a hacer trucos o a buscar algo especial?
Ofelia, valiente y decidida, le explicó todo sobre las vocales perdidas y la tristeza que acechaba a su reino. La bruja, que en el fondo se sentía un poco sola, decidió que sería maravillosa ayudarlos.
—¡Tengo una idea! —exclamó Otilia—. Las vocales están escondidas en el Reino de las Palabras, un lugar mágico donde las consonantes son reyes y reinas y las vocales son sus joyas más preciosas. Pero para llegar allí, debemos romper una maldición que las mantiene cautivas.
“Otra tarea difícil”, pensó Orlando, pero sabía que cada aventura traía consigo aprendizajes y alegría.
Otilia sacó una varita mágica y, tras algunos movimientos y palabras encantadas, abrió un portal brillante que llevaba al Reino de las Palabras. Sin dudarlo, Orlando, Ofelia y Otto saltaron a través del arco mágico, aterrizando en un mundo lleno de colores vibrantes y letras danzantes que flotaban alrededor.
Allí, conocieron a las consonantes, que, aunque parecían muy imponentes, estaban un poco preocupadas por la ausencia de las vocales. Los reyes y reinas consonantes les revelaron que todo había comenzado cuando una sombra misteriosa robó las joyas vocales y las escondió en un lugar secreto. Para restaurar la armonía, necesitaban resolver tres acertijos que les presentarían.
Así que nuestros amigos aceptaron el desafío. Al primero de los reyes, la poderosa “C”, que tenía una corona formada por relucientes letras, les preguntó:
—¿Qué es lo que siempre sube y nunca baja?
Pensaron y pensaron, y al final, Ofelia iluminó el rostro de sus amigos al decir:
—¡La edad!
La “C” sonrió, concediendo a nuestros amigos una pista sobre la ubicación del primer conjunto de vocales. Contentos, continuaron su camino.
El segundo acertijo lo planteó la reina “S”, quien les preguntó:
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.