Cuentos de Fantasía

La Aventura en Hamsterdan

Lectura para 4 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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En un pequeño y pintoresco pueblo llamado Hamsterdan, vivían cinco niños que siempre estaban buscando nuevas aventuras. Eran Rosa, Graciela, Gretel, Mario y Jeikol. A pesar de sus diferencias, los cinco amigos formaban un equipo inseparable cuando se trataba de explorar los misterios que rodeaban su hogar.

Rosa era una niña alegre y llena de energía. Siempre estaba sonriendo y era la que animaba al grupo cuando las cosas se ponían difíciles. Graciela, por otro lado, era la más pensativa de todos. Le gustaba observar y reflexionar antes de tomar decisiones, y por eso, sus amigos siempre la consultaban cuando había un problema que resolver. Gretel era dulce y bondadosa, con una trenza larga que caía sobre su espalda, y siempre estaba dispuesta a ayudar a los demás. Mario, con su cabello puntiagudo y su valentía inquebrantable, lideraba al grupo en las situaciones más peligrosas, mientras que Jeikol, con su sonrisa traviesa, era el bromista del grupo, siempre haciendo reír a los demás con sus ocurrencias.

Un día, mientras jugaban en el bosque cercano, algo extraordinario sucedió. Una niña que nunca antes habían visto apareció entre los árboles. Tenía el cabello rubio y unos ojos azules que brillaban como el cielo. Su nombre era Natasha, y venía de un lugar lejano llamado Rusia. Natasha tenía una personalidad encantadora, y su risa era contagiosa. Pronto, se hizo amiga de los cinco niños, y todos la acogieron con los brazos abiertos.

Natasha les contó historias de su hogar, de los inviernos nevados y los bosques oscuros de su país. Rosa, Graciela, Gretel, Mario y Jeikol estaban fascinados por sus relatos y pasaron toda la tarde escuchándola mientras se reían y compartían anécdotas de sus propias aventuras.

Pero mientras se divertían, no se dieron cuenta de que unos ojos oscuros y malvados los observaban desde la sombra del bosque. Eran los hombres lobo, criaturas que vivían en las profundidades de una cueva escondida y que no soportaban la felicidad ajena. Esos hombres lobo habían decidido que Natasha era demasiado alegre y que su risa debía desaparecer. Con un plan malvado en mente, esperaron el momento oportuno para actuar.

Al día siguiente, cuando Natasha decidió explorar sola una parte del bosque que aún no conocía, los hombres lobo aprovecharon la oportunidad y la raptaron. La arrastraron hasta su cueva oscura y húmeda, donde pensaban mantenerla cautiva para siempre. Natasha, aunque asustada, no perdió la esperanza. Sabía que sus nuevos amigos no la abandonarían.

Cuando Rosa, Graciela, Gretel, Mario y Jeikol se dieron cuenta de que Natasha no estaba, sintieron una gran preocupación. Buscaron por todos lados, pero no encontraron rastro de su amiga. Graciela, con su mente siempre alerta, recordó que Natasha les había hablado de explorar un área del bosque que ellos nunca habían visitado. Decidieron ir allí a buscarla.

Después de caminar un rato, encontraron huellas extrañas en el suelo. Mario, siempre valiente, se inclinó a examinarlas. “Esto no es de un animal cualquiera,” dijo con firmeza. “Estas huellas pertenecen a los hombres lobo. Ellos deben haber llevado a Natasha.”

Los amigos se miraron con determinación. Sabían que rescatar a Natasha no sería fácil, pero no había nada que les impidiera intentarlo. Unidos por su amor por la aventura y su amistad con Natasha, comenzaron a seguir las huellas que los llevaban hacia la cueva de los hombres lobo.

El camino fue difícil. Tuvieron que cruzar ríos, escalar rocas y atravesar espinosos arbustos, pero no se rindieron. A medida que se acercaban a la cueva, el ambiente se volvía más oscuro y frío. Gretel, que siempre estaba preocupada por el bienestar de los demás, se aseguró de que todos estuvieran bien y no se lastimaran durante el trayecto.

Finalmente, llegaron a la entrada de la cueva. Desde fuera, podían escuchar el eco de la risa malvada de los hombres lobo. Rosa, aunque siempre tan alegre, sintió un escalofrío en la espalda, pero su amor por Natasha era más fuerte que el miedo.

“Tenemos que entrar,” dijo Jeikol con su típica sonrisa traviesa, tratando de aligerar el ambiente. “Y creo que tengo un plan.”

Jeikol, con su ingenio, sugirió que primero distrajeran a los hombres lobo para que pudieran entrar sin ser vistos. Usaron ramas y hojas para crear un muñeco que dejaron en la entrada de la cueva. Los hombres lobo, al ver la silueta, pensaron que era un intruso y corrieron hacia él. Mientras tanto, los cinco amigos se deslizaron en la cueva por un túnel lateral que encontraron.

Adentro, la cueva estaba llena de sombras y sonidos extraños. Avanzaron despacio, escuchando atentamente para no ser descubiertos. Finalmente, encontraron a Natasha, que estaba atrapada en una jaula hecha de ramas y huesos. Al verla, Natasha se llenó de alegría, sabiendo que sus amigos habían venido a rescatarla.

“¡Sabía que vendrían por mí!” exclamó Natasha con lágrimas en los ojos.

Mario, con su fuerza, rompió la jaula mientras los demás vigilaban la entrada para asegurarse de que los hombres lobo no regresaran. Pero justo cuando estaban a punto de escapar, uno de los hombres lobo regresó y los descubrió.

El hombre lobo lanzó un aullido que hizo eco en toda la cueva, alertando a los demás. Los amigos se dieron cuenta de que tenían que actuar rápido. Graciela, que siempre pensaba con rapidez, recordó que los hombres lobo temían la luz. “¡Tenemos que encontrar algo para hacer luz!” exclamó.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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