Cuentos de Fantasía

La Aventura Mágica de las Palabras Perdidas

Lectura para 8 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

Puntuación:

0
(0)
 

Compartir en WhatsApp Compartir en Telegram Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir por correo electrónico
0
(0)

Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de bosque y nieblas, una niña llamada Lucía. Lucía tenía ocho años y, a diferencia de muchos de sus amigos, no disfrutaba mucho leer. Siempre pensaba que los libros eran aburridos y prefería pasar sus días jugando al aire libre o viendo la televisión. Sus padres y maestros intentaban animarla, contándole que leer era como abrir una puerta mágica a mundos maravillosos, pero Lucía no lograba entenderlo.

Un día, mientras caminaba por el mercado del pueblo con su amiga Pilar, algo muy extraño sucedió. Entre los puestos llenos de frutas, juguetes y flores, apareció de repente una mujer con una capa brillante que nadie había visto antes en el pueblo. La mujer se llamaba Kalila y tenía una sonrisa misteriosa. “Hola, pequeñas”, dijo con voz dulce y melodiosa. “He venido a invitarlas a una aventura muy especial, pero para eso, necesito a alguien que ame las palabras, aunque no sepa aún cuánto.”

Lucía levantó la mirada sorprendida. Pilar abrazó su mochila con nervios, pero Kalila les explicó que en un lugar oculto, más allá del bosque encantado, existía un reino donde las palabras podían perderse. “Cuando las palabras se pierden,” explicó Kalila, “las historias desaparecen y el mundo se vuelve más triste, porque sin cuentos ni relatos, olvidamos quiénes somos y quiénes podemos llegar a ser.”

—¿Palabras perdidas? —preguntó Lucía, con la curiosidad despertando en su voz—. ¿Cómo se pierden?

Kalila sonrió y, con un movimiento de su mano, hizo que un libro gigante flotara frente a ellas. En sus páginas había letras que desaparecían poco a poco, como si el viento las arrancara. —Las palabras pueden escaparse si las personas no las cuidan, si no leen ni escriben, o si no utilizan su imaginación. Ahora, necesito que ayudéis a encontrar esas palabras para que las historias vuelvan a brillar.

Lucía se quedó mirando el libro con atención y, aunque se sentía un poco nerviosa, algo dentro de ella le dijo que debía aceptar. Pilar asintió con entusiasmo, y ambas tomaron la mano de Kalila. En ese momento apareció un niño llamado Jeicob, que pasaba por allí y escuchó la historia sin poder evitar unirse a la aventura. También las acompañaba una sabia hechicera llamada Merlina, que parecía saber todo sobre libros y magia.

Juntos, los cinco partieron hacia el bosque encantado. Los árboles parecían susurrar cuentos secretos mientras avanzaban. Pero a medida que se adentraban más, podían ver que el bosque se volvía gris, con hojas marchitas y silencio extraño. “Aquí ha ocurrido algo malo,” dijo Merlina, examinando el suelo donde había páginas rotas y palabras escritas en el polvo, pero desaparecían cuando intentaban leerlas.

—¿Qué pasará si no encontramos las palabras? —preguntó Pilar preocupada.

—Las historias se perderán para siempre —respondió Kalila—, y sin ellas, la magia del mundo será cada vez más débil.

Mientras caminaban, Lucía tropezó con una piedra que rodó y golpeó un viejo cofre escondido entre las raíces de un árbol. Con cuidado, entre todos lograron abrir ese cofre y encontraron dentro un mapa antiguo. En él, se veían cinco lugares marcados con símbolos de letras, números y dibujos. “Esta es la clave”, dijo Merlina, “en cada sitio se encuentra una pista para recuperar las palabras perdidas.”

El primer lugar estaba cerca de un arroyo brillante. Llegaron allí y descubrieron que las palabras se convertían en burbujas que flotaban y escapaban con el viento. Jeicob intentó agarrar una burbuja, pero se rompió. Entonces, Kalila les explicó que las palabras necesitaban escucharse y decirse en voz alta para poder atraparlas. Así que, uno por uno, se pusieron a contar historias, leer fragmentos de cuentos y cantar canciones. Poco a poco, las burbujas dejaron de escaparse y empezaron a volverse palabras sólidas de nuevo. Lucía, a pesar de su miedo, leyó en voz alta un pequeño texto que encontró en una roca. Para su sorpresa, la palabra que pronunció se quedó en el aire, brillando con luz dorada.

—¿Ves? —le dijo Merlina sonriendo—. Tienes un don para las palabras, solo necesitas confianza.

Animada por ese descubrimiento, Lucía se sintió más animada y comenzó a leer más alto y con ganas. El grupo siguió el mapa hasta un segundo lugar: un campo lleno de flores donde las palabras estaban atrapadas en los pétalos marchitos. Pilar tuvo una idea. Buscó en su mochila y sacó un cuaderno que siempre llevaba para dibujar. Dibujó flores con palabras bonitas, y al hacerlo, las flores del campo empezaron a revivir y liberaron las palabras atrapadas.

—Las palabras también necesitan ser bonitas y cuidadas, como estas flores —dijo Pilar feliz.

Luego visitaron el tercer lugar: unas ruinas cubiertas de hiedra donde las palabras estaban grabadas en las piedras, pero casi borradas por el tiempo. Merlina sacó un polvo mágico de su bolsa, lo esparció sobre las piedras y les explicó que la memoria es muy importante para recordar las palabras. Jeicob contó antiguas historias de su abuelo y, con cada relato, las palabras se hacían más claras y fuertes.

—Las palabras guardan nuestra historia —dijo Merlina—, nunca debemos olvidarlas.

Siguieron a un cuarto lugar: una cueva oscura donde las palabras se escondían en sombras, asustadas de perderse. Literalmente, estaban desapareciendo en la oscuridad. Lucía tomó una linterna y comenzó a leer en voz alta para iluminar el espacio, y poco a poco, las palabras se mostraron de colores vivos. Pilar y Jeicob repitieron el acto, y al final, la cueva brillaba como si fuera de cristal.

—La lectura es como la luz que ahuyenta el miedo a las palabras —dijo Kalila—, y da vida a las historias.

Al fin, llegaron al quinto y último lugar: un gran castillo vacío en medio del bosque. Allí, la principal palabra perdida estaba escrita en una gran puerta: “Imaginación”. Sin imaginación, las historias no podían comenzar ni terminar. Lucía se acercó y con toda su valentía, dijo en voz alta: “Imaginación.” La puerta se abrió lentamente y en su interior encontraron un salón lleno de libros mágicos que se movían y susurraban.

Kalila explicó que el reino de las palabras solo se salvaría si los niños aprendían a amar la lectura, a cuidar las palabras y a dejar volar su imaginación. Lucía comprendió entonces lo importante que era leer, porque sin palabras, no habría cuentos, ni magia, ni aventuras. Aquella noche, cuando regresaron al pueblo, Lucía se sentó con Pilar, Jeicob y los demás para leer un libro juntos. Poco a poco, se dio cuenta de que cada palabra podía llevarla a mundos increíbles.

Desde ese día, Lucía ya no pensó que los libros eran aburridos, sino todo lo contrario: se convirtió en una aventurera de las palabras, disfrutando cada historia que encontraba. Sus amigos también comenzaron a leer y juntos compartían cuentos, creando su propio reino de fantasía.

Y así, gracias a la valentía de Lucía y sus amigos, el mundo volvió a llenarse de palabras, de historias que volaban por el aire como mariposas, listas para ser leídas y soñadas. Porque las palabras no están perdidas para quien está dispuesto a encontrarlas y cuidarlas con el corazón abierto.

La aventura mágica de las palabras terminó con una gran lección: leer no solo es un juego de letras, sino una llave que abre la puerta a la imaginación, donde todo es posible y la magia nunca muere.

image_pdfDescargar Cuentoimage_printImprimir Cuento

¿Te ha gustado?

¡Haz clic para puntuarlo!

Comparte tu historia personalizada con tu familia o amigos

Compartir en WhatsApp Compartir en Telegram Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir por correo electrónico

Cuentos cortos que te pueden gustar

autor crea cuentos e1697060767625
logo creacuento negro

Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

Deja un comentario