En un pequeño rincón del mundo, donde las calles eran de colores y las nubes cantaban al amanecer, vivía una niña llamada Alma. Alma tenía grandes ojos llenos de curiosidad y un cabello tan largo y ondulado que parecía bailar con el viento. A pesar de vivir en un lugar tan especial, Alma se sentía triste. Su corazón anhelaba una alegría que no lograba encontrar en las calles coloridas ni en las melodías del cielo.
Un día, decidida a cambiar su suerte, Alma visitó la tienda más mágica de todo el reino, un lugar conocido como «El Emporio de Ludmi». La tienda, iluminada con luces de todos los colores, brillaba como un faro de esperanza. Ludmi, la dueña, era una mujer de sonrisa amplia y delantal repleto de estrellas, que daba la bienvenida a todos los visitantes con una calidez que hacía sentir a todos como en casa.
Al entrar, Alma fue recibida por el aroma de mil flores y el sonido de un suave tintineo. En una esquina, Tía Cathe, una sabia anciana de gafas redondas y un grueso libro de hechizos en su regazo, asintió con una mirada que parecía saber exactamente por qué Alma estaba allí. Y revoloteando alrededor, estaba Tata, un dragón pequeñito y juguetón cuyas alas desprendían destellos mágicos.
«Vengo a buscar felicidad», dijo Alma con voz tímida, pero firme. Ludmi, con un gesto comprensivo, la guió hacia un estante donde reposaban frascos de todos los tamaños, cada uno etiquetado con emociones y deseos. «La felicidad», dijo Ludmi, «es nuestro producto más especial, pero debes tener cuidado. Solo se necesita un poco para llenar el corazón».
Alma, emocionada, tomó una botella etiquetada como ‘Felicidad’. Era pequeña, pero su contenido brillaba con una luz que parecía contener todas las sonrisas del mundo. «Recuerda, solo unas gotas», advirtió Ludmi mientras Alma pagaba con tres monedas de gratitud y dos de esperanza.
De vuelta a casa, Alma, incapaz de contener su entusiasmo, no siguió el consejo de Ludmi. Convencida de que mientras más felicidad tomara, más feliz sería, bebió no solo unas gotas, sino toda la botella. Por un momento, sintió que su corazón se llenaba de risas y saltos de alegría. Pero pronto, esa sensación se convirtió en una extraña opresión. Alma se había empachado de felicidad.
Preocupada, corrió de vuelta a «El Emporio de Ludmi», donde Ludmi, Tía Cathe, y hasta el pequeño Tata ya la esperaban. «La felicidad», explicó Tía Cathe con voz dulce, «es como el sol. Un poco nos da vida, pero demasiado puede lastimarnos. Debe ser balanceada con otros sentimientos para que nuestro corazón se mantenga sano y fuerte».
Con una poción hecha de lágrimas de risa y suspiros de contento, preparada por Ludmi y bendecida por Tía Cathe, Alma fue curada de su empacho. Tata, con sus travesuras, le recordó que la felicidad verdadera no viene de una botella, sino de los momentos que compartimos con aquellos que nos importan.
Desde ese día, Alma aprendió a encontrar la felicidad en las pequeñas cosas: en un paseo bajo las nubes cantarinas, en la sonrisa de un amigo, o en el abrazo cálido de un ser querido. Y aunque guardó la botella vacía como recuerdo, supo que la verdadera magia residía en su interior, en la capacidad de ver la belleza en el mundo que la rodeaba.
Y así, Alma vivió muchos días felices, no porque bebiera de una botella, sino porque aprendió a ver el mundo a través de los ojos de la gratitud y el amor. La tienda de Ludmi siguió siendo un lugar especial para ella, un recordatorio de que la felicidad, en su medida justa, es el más mágico de los regalos.
Esta historia de Alma y su búsqueda de la felicidad nos enseña que, aunque todos deseamos ser felices, la verdadera alegría se encuentra en el equilibrio y en apreciar las maravillas simples de la vida cotidiana.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.