Había una vez, en un pequeño pueblo lleno de colores y alegría, un niño llamado Andrecito. Él era un niño curioso y aventurero, con una gran imaginación. Siempre soñaba con cosas maravillosas, como volar en un dragón, hablar con los animales y, sobre todo, conocer a seres mágicos.
Un día, mientras paseaba por el bosque detrás de su casa, Andrecito escuchó un suave susurro que venía de entre los árboles. «¿Quién será?», pensó. Se acercó un poco más y vio a una pequeña hada con alas brillantes que destellaban como estrellas. La hada se llamaba Lúmina, y tenía una luz especial que iluminaba todo a su alrededor.
—Hola, Andrecito —dijo Lúmina con una voz melodiosa—. He estado observándote mientras sueñas con aventuras. ¿Te gustaría tener una?
Los ojos de Andrecito se abrieron con sorpresa. ¡No podía creer lo que veía! Un hada hablándole.
—¡Sí! ¡Me encantaría! —respondió emocionado.
—Perfecto —dijo Lúmina con una sonrisa—. Hoy es un día especial porque estoy aquí para darte un regalo. Un regalo muy especial que solo recibirán aquellos que tengan un corazón puro y lleno de sueños.
Andrecito, lleno de entusiasmo, preguntó:
—¿Qué tipo de regalo es?
—Te llevaré a un lugar mágico llamado el Bosque de las Estrellas —explicó Lúmina—. Ahí, hay una estrella que cumple deseos. Pero, para llegar, deberás seguirme y ayudar a mis amigos del bosque.
Andrecito asintió con la cabeza y, sin pensarlo dos veces, siguió a Lúmina. Caminaban entre árboles altos, llenos de flores que hablaban y ríos de agua cristalina que reían. Era un espectáculo maravilloso.
Al llegar al centro del bosque, se encontraron con un pequeño unicornio llamado Destello. Destello tenía el pelaje más blanco que la nieve y un cuerno resplandeciente que brillaba como el sol.
—Hola, Lúmina —dijo el unicornio—. ¿Quién es este niño?
—Este es Andrecito —contestó Lúmina—. Viene a ayudar.
—¡Hola, Andrecito! —saludó Destello con una voz suave—. Bienvenido. Necesitamos tu ayuda porque un grupo de ranas mágicas ha perdido su canto y sin su música, el bosque no brillará esta noche.
Andrecito, sintiendo que su corazón latía con fuerza, exclamó:
—¡Yo puedo ayudar! ¿Qué tengo que hacer?
—Debemos encontrar a las ranas y descubrir por qué han perdido su canto —explicó Lúmina—. Pero hay que tener cuidado porque hay un gran sapo llamado Gruñón que no quiere que nadie se acerque a su charca.
Andrecito sonrió, lleno de valentía.
—No tengo miedo. ¡Vamos a ayudar a las ranas!
Andrecito y sus nuevos amigos se dirigieron hacia la charca del sapo Gruñón. En el camino, se encontraron con un alegre grupo de mariposas que danzaban en el aire. Las mariposas les dijeron que habían visto a las ranas llorando cerca de un gran árbol.
—Estamos muy tristes porque hemos perdido nuestra melodía —decía una rana con lágrimas en sus ojos—. Sin ella, no podemos cantar y así, el bosque pierde su magia.
Andrecito sintió pena por las ranas y decidió ayudarles.
—¿Por qué no cantamos juntos? Quizás podamos encontrar la melodía perdida —sugirió.
Las ranas miraron a Andrecito con asombro, pero rápidamente comenzaron a croar. Andrecito se unió a ellas, tomando una respiración profunda y dejando que su voz se llenara de alegría:
—¡Que suene la música en el bosque!
Las ranas comenzaron a croar en armonía y, poco a poco, la melodía se volvió más fuerte. Fue entonces cuando la mágica luz de Lúmina iluminó a todos, creando una atmósfera llena de estrellas brillantes.
Gruñón, que había estado observando desde lejos, se acercó con curiosidad. Al escuchar la hermosa música, sus ojos se suavizaron.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Gruñón, un poco sorprendido.
—Estamos ayudando a las ranas a recuperar su cantar —explicó Andrecito—. Con la música del bosque, todos podemos ser felices.
Gruñón, que en el fondo tenía un gran corazón, se conmovió.
—Es verdad. La música es importante. Disculpen mi mal humor.
Y así, con la ayuda de todos, comenzaron a cantar juntos, ranas, unicornio, hada, mariposas y hasta Gruñón. El bosque se llenó de color y luces que brillaban en la oscuridad. Andrecito, enamorado de la belleza del momento, deseó que durara para siempre.
Cuando la música terminó, Lúmina sonrió.
—Andrecito, gracias por tu bondad y valentía. Has demostrado que la amistad y la música son mágicas. Como recompensa, puedo llevarte a ver la estrella que concede deseos.
Andrecito sonrió, lleno de felicidad, y siguió a Lúmina hasta el lugar donde brillaba una estrella.
—Esta es la estrella de los deseos. Cierra los ojos y piensa en lo que más deseas.
Andrecito cerró los ojos y pensó en compartir siempre esa alegría con su familia y amigos, en tener una vida llena de aventuras y en volver a ver a sus nuevos amigos en el bosque.
Cuando abrió los ojos, la estrella lanzó un destello de luz y Andrecito sintió que un mágico susurro llenaba su corazón.
Al regresar a casa, Andrecito sabía que siempre llevaría consigo la magia de esa noche. Desde entonces, nunca dejó de soñar y contar historias sobre las aventuras que había vivido con Lúmina, Destello y hasta con Gruñón. Y así, en su pequeño pueblo, la magia del bosque perduró por siempre.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.