Cuentos de Fantasía

La Familia Feliz y su Perrita

Lectura para 2 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Había una vez una familia muy feliz que vivía en una casa acogedora. La familia estaba compuesta por el papá Andrés, la mamá Analu, y sus dos hijos pequeños, Aria y Evan. También tenían una perrita muy juguetona llamada Luna. A esta familia le encantaba pasar tiempo juntos, ya sea sirviendo en la iglesia, viendo películas o jugando con su perrita Luna.

Cada mañana, Andrés y Analu se levantaban temprano para preparar el desayuno. Aria y Evan siempre ayudaban poniendo la mesa y cuidando que Luna no se comiera nada antes de tiempo. Después de desayunar, se vestían y se preparaban para ir a la iglesia. En la iglesia, la familia ayudaba de muchas maneras. Andrés tocaba la guitarra y cantaba en el coro, Analu organizaba actividades para los niños, y Aria y Evan ayudaban a repartir folletos con una gran sonrisa.

Un día, después de la iglesia, la familia decidió ver una película juntos. Andrés escogió una película de aventuras que sabía que todos disfrutarían. Prepararon palomitas de maíz y se acomodaron en el sofá. Luna se acurrucó entre Aria y Evan, moviendo su colita felizmente.

Mientras veían la película, Aria y Evan imaginaban que eran los protagonistas de la historia. «¡Mira, mamá! ¡Soy un valiente explorador!», dijo Evan, sosteniendo un palo como si fuera una espada. «Y yo soy una princesa valiente», añadió Aria, usando una manta como capa. Analu y Andrés los miraban con amor, disfrutando de ver la imaginación de sus hijos volar.

Después de la película, era hora de jugar. Aria y Evan corrían por toda la casa, jugando a las escondidas con Luna. La perrita los seguía alegremente, ladrando y moviendo la cola. Andrés y Analu se unieron al juego, riendo y disfrutando del tiempo en familia.

Un día, mientras jugaban en el jardín, Analu tuvo una idea. «¿Qué les parece si hacemos una casa de juegos para Luna?», sugirió. Los ojos de Aria y Evan se iluminaron. «¡Sí, mamá! ¡Hagamos una casa para Luna!», exclamaron emocionados.

La familia se puso manos a la obra. Andrés buscó madera y herramientas, y todos ayudaron a construir la casa de juegos. Aria y Evan pintaron la casa con colores brillantes, y Analu hizo unas cortinas bonitas para las ventanas. Luna observaba con curiosidad, moviendo la cola cada vez más rápido.

Cuando la casa de juegos estuvo lista, Luna entró corriendo y comenzó a explorar su nuevo hogar. «¡Le encanta!», dijo Aria, aplaudiendo. «Hemos hecho un gran trabajo juntos», añadió Andrés, abrazando a su familia.

Esa noche, antes de dormir, Andrés y Analu leyeron un cuento a Aria y Evan. Luna se acurrucó a sus pies, escuchando atentamente. «Me encanta nuestra familia», dijo Evan, bostezando. «A mí también», susurró Aria, cerrando los ojos.

Los días pasaban llenos de risas y juegos. La familia seguía ayudando en la iglesia, viendo películas y disfrutando del tiempo juntos. Una tarde, mientras paseaban por el parque, Aria tuvo una idea. «¿Podemos hacer un pícnic aquí mañana?», preguntó. Analu sonrió. «Claro que sí, amor. Haremos un pícnic delicioso».

Al día siguiente, la familia preparó sándwiches, frutas y jugo para el pícnic. Llevaron una manta grande y juguetes para jugar en el parque. Luna también estaba emocionada y saltaba alrededor, sabiendo que sería un día divertido.

En el parque, Andrés y Evan jugaron a la pelota, mientras Analu y Aria recogían flores para hacer coronas. Luna corría de un lado a otro, disfrutando del aire libre. Después de un rato, todos se sentaron en la manta para disfrutar del pícnic. «Este es el mejor día», dijo Aria, mordiendo un sándwich. «Sí, lo es», coincidió Evan, tomando un sorbo de jugo.

Después del pícnic, la familia decidió dar un paseo por el parque. Encontraron un pequeño lago con patos nadando. «¡Miren, patitos!», exclamó Evan, señalando. Aria lanzó unos pedacitos de pan al agua y los patos se acercaron para comer. Luna los observaba con curiosidad, pero no se atrevía a acercarse demasiado.

Al regresar a casa, la familia estaba cansada pero feliz. Habían tenido un día maravilloso juntos. Andrés y Analu prepararon una cena sencilla y después de comer, se sentaron en el sofá a leer un libro. Luna se acurrucó en el regazo de Evan, cerrando los ojos contenta.

Antes de dormir, Andrés y Analu dieron las buenas noches a Aria y Evan. «Gracias por ser los mejores hijos del mundo», dijo Andrés, besándolos en la frente. «Y gracias por ser los mejores papás», respondió Aria, abrazándolos.

Así, día tras día, la familia seguía disfrutando de su tiempo juntos, sirviendo en la iglesia, viendo películas y jugando con Luna. Aprendieron que la verdadera felicidad está en los momentos sencillos y en el amor que se tienen el uno al otro.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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