Hace mucho, mucho tiempo, cuando el mundo estaba lleno de magia y maravillas, vivían tres Dioses muy especiales: el Dios Sol, conocido como Inti, un Dios joven y valiente llamado Rímac, y una Diosa hermosa y bondadosa llamada Chaclla. Inti brillaba con luz dorada, Rímac tenía el pelo oscuro y una sonrisa amable, y Chaclla siempre llevaba un vestido hecho de flores.
Rímac era diferente a los demás Dioses. A él le encantaba visitar a los humanos y contarles historias bonitas. Cada vez que bajaba a la tierra, los niños y los mayores se reunían a su alrededor para escucharlo con mucha atención. Sus historias siempre traían alegría y esperanza a todos.
Un día, desde su palacio dorado, Rímac y otros Dioses observaron con tristeza cómo la tierra se secaba y las plantas se marchitaban. Los humanos y los animales tenían sed, y la situación era muy grave. Los ríos se habían secado y no había lluvias. Todos los seres vivos sufrían por la falta de agua.
Preocupados, los Dioses se reunieron en el gran templo celestial para encontrar una solución. Inti, el padre de todos los Dioses, les dijo que la única manera de traer agua de vuelta era sacrificando a uno de los Dioses en el altar de fuego. Todos se quedaron en silencio, preocupados por lo que eso significaba. Ninguno quería perder a un amigo o a un ser querido.
Para sorpresa de todos, la Diosa Chaclla, conocida por su belleza y bondad, se ofreció como sacrificio. Su corazón era tan grande que estaba dispuesta a dar su vida para salvar a la tierra. Pero Rímac, quien amaba mucho a su hermana, no pudo quedarse quieto. Suplicó a Inti que lo sacrificara a él en su lugar. Aunque Chaclla agradeció el gesto de su hermano, no aceptó. Sin embargo, Rímac insistió y dijo que él era más fuerte y que podría soportar el sacrificio.
Inti, conmovido por el amor y la valentía de Rímac, decidió darles una oportunidad para encontrar otra solución. Les dio tres días para encontrar una manera de traer el agua de vuelta sin que nadie tuviera que ser sacrificado. Si no lo lograban, tendrían que seguir con el sacrificio.
Rímac y Chaclla se pusieron en marcha de inmediato. Decidieron buscar la ayuda de los seres mágicos que vivían en el bosque encantado. Estos seres, conocidos como los Guardianes de la Naturaleza, tenían el poder de controlar los elementos y podrían saber cómo traer el agua de vuelta.
Al llegar al bosque, encontraron a los Guardianes reunidos en un claro. Los Guardianes, al ver la desesperación en los ojos de Rímac y Chaclla, decidieron ayudarlos. Les dijeron que en la cima de la montaña más alta había una cueva donde vivía un dragón antiguo que custodiaba una fuente mágica de agua. Si podían convencer al dragón de compartir el agua, podrían salvar la tierra.
Rímac y Chaclla comenzaron su ascenso a la montaña. El camino era difícil y lleno de obstáculos, pero no se rindieron. Sabían que la vida de muchos dependía de su éxito. Cuando finalmente llegaron a la cueva, se encontraron con el dragón, una criatura imponente y majestuosa con escamas brillantes como joyas.
El dragón, al escuchar su petición, les dijo que sólo compartiría el agua si demostraban ser dignos. Les puso tres pruebas que debían superar. La primera prueba era atravesar un campo de fuego sin quemarse. Rímac, usando su valentía y agilidad, guió a Chaclla a través del campo, protegiéndola con su poder.
La segunda prueba era resolver un acertijo antiguo. El dragón les preguntó: «¿Qué es algo que, mientras más grande es, menos se ve?» Chaclla, con su sabiduría, respondió: «La oscuridad.» El dragón sonrió, impresionado por su inteligencia.
La tercera y última prueba era la más difícil. Debían encontrar y traer de vuelta una flor que crecía en el corazón de un volcán en erupción. Sin dudarlo, Rímac y Chaclla se dirigieron al volcán. Con la ayuda de los Guardianes de la Naturaleza, lograron calmar el volcán y encontrar la flor.
Al regresar a la cueva del dragón con la flor, el dragón se dio cuenta de que Rímac y Chaclla eran realmente dignos y valientes. Decidió compartir el agua mágica con ellos. Rímac y Chaclla llenaron jarras con el agua y regresaron a la tierra.
De vuelta en la tierra, vertieron el agua mágica sobre los campos secos y los ríos vacíos. De inmediato, la tierra comenzó a revivir. Las plantas volvieron a crecer, los ríos se llenaron y la lluvia comenzó a caer. Los humanos y los animales celebraron con alegría, agradeciendo a Rímac y Chaclla por su valentía y sacrificio.
Inti, orgulloso de sus hijos, decidió que ya no habría necesidad de sacrificios. Declaró que el amor y la valentía de Rímac y Chaclla habían salvado la tierra y que siempre serían recordados por su heroísmo.
Desde entonces, Rímac siguió visitando a los humanos, contando sus historias y trayendo alegría a todos. Chaclla continuó cuidando de la naturaleza, asegurándose de que la tierra siempre tuviera lo que necesitaba para prosperar.
Y así, con el agua fluyendo y la tierra llena de vida, todos vivieron felices para siempre, sabiendo que con amor, valentía y trabajo en equipo, cualquier desafío puede ser superado.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.