Cuentos de Fantasía

La Magia del Reino de los Trolls: La Historia de la Princesa Poppy y su Corazón Cantor

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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Había una vez, en un lugar mágico muy antiguo y lejano, un bosque feliz conocido como el Bosque Brillaluz. Allí, en el corazón del bosque, se encontraba el Árbol Troll Más Feliz, un enorme árbol que parecía tocar el cielo con sus ramas y cuyas hojas cantaban cuando el viento suave las acariciaba. Vivían en ese árbol las criaturas mágicas más felices que el mundo haya visto: los trolls mágicos. Nada les gustaba más que cantar, bailar y abrazar. La alegría siempre flotaba en el aire, y el bosque resplandecía con luces de colores que parecían risas hechas brillo.

Cada año, en una fecha especial llamada la Fiesta del Corazón Dulce, el Reino Troll celebraba su felicidad y amor al elegir un rey y una reina trolls, quienes gobernaban con bondad y sabiduría. Todos los habitantes del bosque respetaban y querían mucho a sus gobernantes, porque siempre cuidaban de cada criatura, desde las pequeñas luciérnagas hasta los más grandes y fuertes trolls.

Un día muy especial, el rey y la reina tuvieron una hija troll a quien llamaron Princesa Poppy. Desde que nació, Poppy mostró ser una troll mágica única. Le encantaba cantar con su voz melodiosa, bailar con gracia entre las flores y abrazar a sus padres con todo el amor y cuidado que una hija podía tener. A medida que crecía, su sonrisa se hacía más brillante y su corazón más generoso. A los dieciocho años, Poppy ya era una joven troll dulce, encantadora y alegre, tan divertida que todos en el bosque la adoraban.

La princesa Poppy no solo tenía un espíritu lleno de alegría y amor, sino que también poseía un don especial: un corazón cantor. Cada vez que su corazón latía, emitía una melodía mágica que podía calmar tormentas, hacer crecer flores y despertar sonrisas en los seres más tristes. Este don era un regalo de la antigua magia del bosque y la hacía única entre todos los trolls.

Aunque la vida en el bosque era feliz, no todo era siempre fácil. Más allá del Bosque Brillaluz, en las sombras densas del Pantano Silencioso, habitaba un antiguo enemigo: el dragón Gruñidor. Era un dragón gruñón y solitario que no soportaba la alegría ni la música. Creía que el único camino hacia la fuerza era a través del miedo y el enfado. Por eso, a veces, Gruñidor lanzaba su humo oscuro hacia el bosque, intentando apagar las luces y callar las canciones.

Una fría mañana, al despertar con el canto de los pájaros y el sol acariciando las hojas, la princesa Poppy sintió una preocupación extraña en el aire. Una niebla oscura comenzaba a envolver el bosque, y la música parecía apagarse poco a poco. Corrió hacia sus padres, el rey Tristán y la reina Lila, que estaban en la sala del trono.

—Padres, el bosque pierde su alegría —dijo con voz dulce, pero decidida.— Esta niebla no es natural. Creo que Gruñidor está atacando de nuevo.

El rey Tristán frunció el ceño, y la reina Lila asintió con pesar.

—Tienes razón, Poppy —respondió la reina.— Si Gruñidor logra apagar la magia del bosque, todos sufriremos. Pero debemos pensar en un plan, porque luchar con furia no será la solución.

—Yo quiero ayudar —dijo Poppy con valentía—. Mi música puede traer luz y alegría. Si puedo llegar a Gruñidor y mostrarle la magia que él no conoce, tal vez pueda cambiar su corazón.

Sus padres la miraron con amor y orgullo, sabiendo que su hija tenía un corazón fuerte y bondadoso. Así que, con sus bendiciones y un abrazo cálido, Poppy partió hacia el Pantano Silencioso, sin miedo, llevando consigo un pequeño huevo brillante que contenía la esencia mágica del Árbol Troll Más Feliz.

Mientras caminaba por senderos cubiertos de musgo y flores resplandecientes, Poppy fue acompañada por dos amigos inseparables que siempre estaban a su lado: Brillo, un pequeño duende con alas de mariposa que iluminaba la oscuridad; y Melodia, un pájaro colorido con plumas que cambiaban de color según la música que cantaba. Juntos formaban un grupo alegre y lleno de esperanza.

A medida que se acercaban al Pantano Silencioso, la atmósfera se volvía más densa y las sombras más intensas. Brillo esparcía su luz para que los pasos de Poppy no tropezaran con raíces ni piedras, y Melodia cantaba melodías suaves para mantener el ánimo alto. Sin embargo, terminaron en medio de una niebla tan espesa que parecía imposible avanzar.

Fue entonces cuando apareció un extraño personaje: un viejo gnomo llamado Rumoracolor, que vestía ropas hechas de hojas secas y llevaba una flauta en la mano. Rumoracolor les explicó que Gruñidor no era tan malo como parecía, sino que estaba triste y solo porque había olvidado cómo ser feliz.

—Su corazón se ha endurecido tanto que ya no recuerda la alegría —dijo el gnomo con voz pausada—. Si alguien logra hacerle sentir amor y felicidad, podrá romper el hechizo de tristeza que lo envuelve.

Poppy sintió una mezcla de esperanza y miedo. ¿Podría realmente llevar alegría al gastado corazón del dragón Gruñidor? Decidió que sí, porque su don de corazón cantor y sus ganas de abrazar el mundo eran más fuertes que cualquier temor.

Con esa idea en mente, la princesa, acompañada por Brillo, Melodia y Rumoracolor, avanzaron hasta llegar a una cueva oscura desde donde se escuchaban rugidos apagados pero llenos de tristeza. Sin dudar, Poppy comenzó a cantar una melodía suave y cálida. Su voz desplegó notas de bondad que parecía tejer hilos de luz entre las paredes grises y frías.

Gruñidor asomó la cabeza por la boca de la cueva, sorprendido y desconcertado por aquel sonido tan armonioso y dulce. Por primera vez en mucho tiempo, sus ojos comenzaron a brillar, y su gruñido se convirtió en un suspiro.

—¿Quién canta así en mi territorio? —preguntó el dragón, intentando parecer fuerte.

Poppy caminó despacio, con los brazos abiertos y una sonrisa pacífica.

—Soy Poppy, la princesa del Bosque Brillaluz. Quiero mostrarte que la alegría puede convivir con la fuerza. Que cantar, bailar y abrazar no son solo para el bosque, sino para todos.

El dragón observó a la joven troll con detenimiento. Sentía que su corazón latía diferente, que la música penetraba en un lugar profundo y olvidado dentro de él. Por primera vez, no quería cegarse con su tristeza sino abrirse a la esperanza.

—No sé cómo ser feliz —confesó Gruñidor con voz ronca—. Siempre pensé que ser fuerte era estar solo y temeroso.

Poppy se acercó y le tendió el pequeño huevo mágico del Árbol Troll Más Feliz.

—Este huevo es la magia de nuestro bosque. Si lo aceptas, puedo ayudarte a descubrir la alegría que llevas dentro.

Gruñidor tomó el huevo con sus grandes garras, y de él brotó un resplandor cálido que envolvió tanto al dragón como a la princesa y sus amigos. La niebla negra comenzó a disolverse y un arco iris de colores se desplegó sobre el pantano.

Se escuchó entonces una canción, nacida del corazón cantor de Poppy, que tejía debajo un abrazo invisible que abrazaba a todos con amistad y paz.

Gruñidor sonrió por primera vez en siglos y prometió proteger el Bosque Brillaluz y el Árbol Troll Más Feliz, junto a la princesa y sus habitantes.

Desde aquel día, el reino troll vivió una época aún más feliz. Poppy siguió cantando, bailando y abrazando a todos sin importar quénes fueran o de dónde vinieran. Su valentía y amor enseñaron que, incluso las almas más solitarias y oscuras, pueden brillar con alegría cuando alguien les muestra la magia del cariño.

Y así, en aquel lugar mágico y antiguo, el bosque feliz continuó siendo un hogar donde la música no cesaba, donde nadie temía a la tristeza, y donde un pequeño acto de amor transformó la vida de todo un reino.

Porque en el corazón de la princesa Poppy, la magia siempre fue más fuerte que cualquier sombra, y su corazon cantor nunca dejó de cantar la canción del amor y la amistad.

Y colorín colorado, este cuento de trolls felices se ha acabado.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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