Cuentos de Fantasía

La mesa espejo del alma, donde los recuerdos resucitan en el día de los difuntos

Lectura para 2 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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En un pueblito muy bonito, donde las flores siempre sonríen y los árboles cantan con el viento, había una mesa muy especial en la casa de la abuela. Esa mesa no era una mesa cualquiera, se llamaba la Mesa Mágica, porque tenía un poder muy lindo: podía traer los recuerdos de las personas que ya no estaban para que sus hijos y nietos pudieran abrazarlos con el corazón.

Un día, cuando llegó el Día de los Difuntos, la abuela preparó todo con mucho amor. Ella llamó a sus cinco amigos favoritos para ayudarla: Galleta, Pan, Colada Morada, Vela y, por supuesto, la Mesa Mágica.

Galleta era una galletita dulce, siempre sonriente y crujiente, y le encantaba jugar con los niños. Pan, suave y calientito, era el más amable y siempre contaba historias mientras olía delicioso. Colada Morada era un jugo morado muy alegre, lleno de sabor y magia, que animaba a todos cuando se sentían tristes. La Vela, con su luz amarillita y suave, iluminaba todo con mucho cariño y calma. Y en medio de ellos, la Mesa Mágica brillaba con colores de todas partes, lista para hacer su trabajo especial.

La abuela dijo: —Hoy la Mesa Mágica va a ayudar a que nuestros recuerdos revivan y nuestros corazones estén llenos de alegría y amor, aunque las personas que amamos ya no estén con nosotros.

Los niños, muy pequeñitos, miraban con ojos grandes y curiosos. No entendían bien qué estaba pasando, pero sentían que algo hermoso iba a suceder.

La abuela colocó sobre la Mesa Mágica cosas muy importantes: una foto de un abuelo que ya no podía abrazar, un muñeco que un tío había dejado, una flor seca, y un papel con una canción que le gustaba cantar a una abuela. También puso un poco de Pan y una Galleta para compartir, una copa con Colada Morada, y encendió la Vela con mucha delicadeza.

—Ahora —dijo la abuela— la Mesa Mágica va a hacer su magia. Fíjense bien y no tengan miedo, porque solo va a traer los recuerdos bonitos.

La Mesa Mágica comenzó a brillar con una luz suave y de repente, en medio de la luz, apareció una figura pequeña y sonriente: era el abuelo que tanto querían. Él les sonrió y les dijo con voz dulce: —Hola, mis niños, los quiero mucho. Gracias por recordarme con tanto cariño.

Los niños se acercaron y aunque sabían que no era el abuelo de verdad, se sintieron abrazados con mucho amor. Galleta saltó feliz y dijo: —Miren, él está aquí, con nosotros hoy.

Luego, la luz cambió y apareció el tío con su gorro divertido, que les hacía reír hasta que les dolía la pancita. Pan les contó sus aventuras mientras todos escuchaban atentos. La abuela les dijo: —Los recuerdos de las personas que amamos nunca desaparecen, viven siempre en nuestro corazón.

Después, la Mesa Mágica trajo a la abuela que cantaba canciones lindas. Los niños cantaron con ella y Colada Morada les hizo cosquillas en la nariz con su aroma dulce y morado. —La magia de la colada también recuerda a las que ya se fueron — comentó la abuela.

La Vela seguía iluminando todo, haciendo que la luz fuera cálida y tranquila, perfecta para sentir paz.

Mientras la noche llegaba, la mesa mostró muchos otros recuerdos bellos: juegos, abrazos, risas, y hasta el sabor de la comida que todos compartían. Galleta y Pan animaban a los niños a contar lo que ellos recordaban de sus abuelos y tíos, y cada cuento hacía que la luz de la Mesa Mágica fuera más brillante.

Los niños aprendieron que aunque no pudieran ver a sus seres queridos siempre, el amor y los recuerdos los mantenían cerca, como si estuvieran en un abrazo que nunca termina.

Cuando la luz de la Mesa Mágica comenzó a apagarse suavemente, la abuela dijo: —Gracias a todos por querer tanto a nuestra familia. La magia de hoy es más fuerte cuando tenemos amor en el corazón.

La Vela soltó su última lucecita, la colada terminó en las copitas, y las migajas de Galleta y Pan se compartieron entre todos con sonrisas llenas de ternura.

Al final, la abuela abrazó a los niños y les susurró: —Cada vez que quieran, la Mesa Mágica estará aquí para recordar que el amor nunca muere.

Y así, en ese pueblito con las flores cantarinas y los árboles bailadores, la magia del Día de los Difuntos se llenó de luz, risas y recuerdos muy dulces. Los niños aprendieron que los días especiales no son tristes, sino momentos mágicos para que los recuerdos brillen, y que el amor es el puente más fuerte para estar siempre juntos, aunque sea con el corazón.

Y desde entonces, cada año, cuando llega el Día de los Difuntos y la abuela enciende la Vela, trae la Colada Morada, el Pan, la Galleta y pone en la Mesa Mágica los tesoros del recuerdo, la familia se sienta junta y sonríe porque sabe que la magia del amor no se termina nunca.

Porque la Mesa Mágica es el espejo del alma, donde los recuerdos resucitan y todo el amor del mundo se hace visible, para que los chiquitos nunca olviden que las personas que amamos siempre viven dentro de nosotros.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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