Cuentos de Fantasía

La Montaña de los Tesoros: El Sueño de la Corona de Egipto

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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Tomás y Francisco eran dos amigos inseparables que compartían el mismo sueño, un sueño que los transportaba a un mundo mágico lleno de aventuras y misterios. Desde pequeños habían escuchado historias sobre la famosa Montaña de los Tesoros, un lugar legendario que, según decían, albergaba riquezas inigualables y secretos antiguos. La montaña estaba rodeada de un halo de misterio, y muchos decían que quien lograra alcanzarla podría encontrar una corona mágica que perteneció a un faraón egipcio. Esa corona no solo era un tesoro, sino que se decía que otorgaba al portador poderes inimaginables y una gran sabiduría.

Un día soleado, mientras paseaban en el parque de su barrio, Tomás tomó la iniciativa de compartir una idea que le había estado rondando la cabeza. —¡Francisco! ¿Y si buscamos la Montaña de los Tesoros? ¡Podríamos encontrar la corona del faraón!

Francisco, entusiasmado, respondió: —¡Eso sería increíble! Pero no sé por dónde comenzar. ¿Cómo vamos a encontrar una montaña de la que solo hemos oído hablar?

Tomás pensó por un momento y recordó una vieja leyenda que su abuelo le había contado sobre un mapa escondido en un antiguo libro de la biblioteca del pueblo. —Podemos empezar por la biblioteca. Tal vez haya un libro que nos dé pistas.

Los dos amigos se dirigieron rápidamente a la Biblioteca Municipal. Al entrar, el olor a papel viejo y la visión de estanterías repletas de libros les emocionaron. Comenzaron a buscar libros sobre tesoros y montañas legendarias. Después de un par de horas, Tomás encontró un libro que parecía prometedor. Su título era «Los Secretos de las Montañas Mágicas».

Al abrir el libro, encontraron un antiguo mapa que detallaba la ubicación de la Montaña de los Tesoros. La hoja estaba amarillenta y marcada con símbolos extraños, pero las descripciones de cada lugar lo hacían más emocionante. —¡Mira, Francisco! Aquí dice que debemos seguir el río de cristal y luego adentrarnos en el bosque encantado. ¡Estamos cerca! —exclamó Tomás, sus ojos brillaban de emoción.

Esa misma tarde, decidieron preparar un viaje. Empacaron una mochila con bocadillos, una linterna, un botiquín de primeros auxilios y, por supuesto, el mapa. Con el sol ocultándose en el horizonte, los dos amigos se pusieron en marcha. Al llegar al río de cristal, descubrieron que sus aguas eran tan claras que se reflejaban como un espejo. Las piedras del fondo brillaban como diamantes, lo que hacía que el lugar fuera aún más mágico.

—¡Es hermoso! —dijo Francisco, mirando a su alrededor con admiración.

—Sí, pero no podemos perder tiempo. Debemos encontrar la montaña antes de que anochezca —respondió Tomás, decidido.

Continuaron su camino, siguiendo las indicaciones del mapa. Con cada paso que daban, el bosque se volvía más denso y misterioso. Los árboles parecían susurrar secretos mientras la luz del sol se filtraba a través de las hojas. Fue en ese momento cuando escucharon un extraño sonido detrás de un arbusto.

—¿Qué fue eso? —preguntó Francisco, un poco asustado.

Tomás, con valentía, se acercó al arbusto y con cuidado lo movió. Para su sorpresa, apareció un pequeño zorro de pelaje dorado y ojos brillantes. —¡Hola, chicos! —dijo el zorro, parlante con una voz suave. —Soy Finn, el guardián del bosque encantado. He estado esperándolos.

Los dos amigos se miraron confundidos. —¿Esperándonos? ¿Por qué? —preguntó Tomás.

—Porque ustedes son los elegidos para descubrir la Montaña de los Tesoros y encontrar la corona mágica. Pero hay pruebas que deben superar en el camino —respondió Finn.

—¿Pruebas? —preguntó Francisco, con una mezcla de curiosidad y preocupación.

—Así es. Cada prueba los acercará más a su destino, pero también pondrá a prueba su valentía, amistad y astucia. ¿Están listos para la aventura? —Finn sonrió, mostrando sus pequeños dientes afilados.

Tomás y Francisco asintieron entusiasmados. —¡Claro que sí! —respondieron al unísono.

Finn los guió por un sendero cubierto de flores y hojas brillantes que parecía iluminado por un brillo interno. Después de caminar unos minutos, llegaron a un claro donde había una gran roca con inscripciones extrañas. —Esta es la primera prueba. Tendrán que resolver el acertijo de la roca para poder continuar —explicó Finn.

Tomás se acercó a la roca y leyó en voz alta: “Los que tienen mucho pero no comparten, pierden su valor. ¿Qué soy?”

Los amigos comenzaron a pensar. Francisco, siempre reflexivo, dijo: —Creo que la respuesta es el dinero. La gente que tiene mucho dinero y no lo comparte, solo acumula cosas materiales.

—¡Correcto! —exclamó Finn. La roca se movió lentamente, revelando un camino oculto entre los árboles. —Adelante, amigos. Pero no se confíen, la siguiente prueba es más difícil.

Siguieron el nuevo camino hasta llegar a un lago de aguas cristalinas rodeado de montañas. En el centro del lago había una isla con un árbol que parecía brillar.

—Allí está la segunda prueba —dijo Finn. —Tendrán que cruzar el lago en esta balsa, pero debe ser guiada por su confianza mutua y la fortaleza de su amistad.

Tomás y Francisco se miraron, sabían que necesitaban trabajar juntos. Se subieron a la balsa, que empezó a moverse al compás de sus risas y buenos deseos. Sin embargo, el lago comenzó a agitarse, y una tormenta repentina se desató.

—¡Sujétate! —gritó Tomás.

Francisco, sintiendo el miedo invadirlo, respondió: —No puedo. Pero estoy contigo, no voy a dejarte solo.

Ambos comenzaron a remar con todas sus fuerzas, alentándose mutuamente. Con cada golpe de remo, la tormenta parecía calmarse. Finalmente, lograron llegar a la isla.

Cuando sus pies tocaron la tierra firme, un brillante destello de luz emergió del árbol brillante. Finn apareció nuevamente. —¡Lo lograron! La amistad y la confianza los han guiado.

—Gracias, Finn. Pero aún no hemos encontrado la montaña —dijo Francisco, un poco agitado.

—La Montaña de los Tesoros está cerca. Pero la última prueba es la más difícil de todas. Aquí mismo deben enfrentarse a sus peores miedos —dijo Finn, con una seriedad en su voz.

Los amigos se miraron nerviosos. —¿Qué tipo de miedos? —preguntó Tomás.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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