Había una vez en un bosque mágico, una pequeña oruga llamada Oruguita. Ella era muy colorida, con rayas de todos los colores del arcoíris. Su cuerpo estaba lleno de tonos brillantes que resplandecían bajo el sol. Ninguna otra oruga en el bosque se parecía a ella, y eso la hacía muy especial.
Sin embargo, no todos en el bosque pensaban lo mismo. Había una hormiguita llamada Juancho, que era muy presumida. Juancho siempre iba de un lado a otro, alardeando de lo fuerte y trabajador que era. Cada vez que veía a Oruguita, se burlaba de ella.
—¡Mira a esa oruga tan rara! —decía Juancho, riéndose—. Nadie quiere estar cerca de alguien tan diferente.
Las palabras de Juancho lastimaban a Oruga. Aunque trataba de ignorarlo, cada vez se sentía más triste y sola. Un día, Oruguita decidió que no podía soportarlo más. Con lágrimas en los ojos, decidió irse del bosque.
—Tal vez si me voy, encontraré un lugar donde no se burlen de mí —pensó Oruguita.
Así que comenzó a arrastrarse lejos, adentrándose en partes del bosque que nunca antes había explorado. Caminó y caminó hasta que se perdió. Los árboles eran altos y frondosos, y las sombras hacían que todo se viera diferente y un poco aterrador.
Oruguita siguió avanzando, pero cada vez se sentía más cansada y asustada. No sabía cómo regresar y empezaba a perder la esperanza. Justo cuando pensaba que no podría continuar, apareció un pequeño destello de luz. Era Hada Peque, el hada de los animales. Hada Peque tenía alas brillantes y un corazón lleno de bondad.
—¿Qué te pasa, pequeña Oruguita? —preguntó Hada Peque con una voz dulce.
Oruguita le contó todo sobre Juancho y cómo se sentía por ser diferente. Hada Peque escuchó con atención y luego sonrió con ternura.
—Oruguita, lo que otros piensan de ti no importa tanto como lo que tú piensas de ti misma. Si te amas y te aceptas, los demás también lo harán.
Las palabras del Hada Peque llenaron de luz y esperanza el corazón de Oruguita. Por primera vez en mucho tiempo, Oruguita sonrió.
—Tienes razón, Hada Peque. Necesito aprender a quererme tal como soy.
Con la ayuda de Hada Peque, Oruguita encontró el camino de regreso al bosque. Durante el viaje de vuelta, Oruguita comenzó a mirarse de una manera diferente. Sus colores ya no le parecían extraños, sino hermosos y únicos.
Al regresar, Oruguita decidió no esconderse más. Siguió su vida en el bosque, esta vez con una nueva actitud. Ya no dejaba que las palabras de Juancho la afectaran. Poco a poco, los demás animales del bosque empezaron a notar su cambio de actitud.
Un día, algo mágico sucedió. Oruguita se sintió muy cansada y encontró un lugar tranquilo para descansar. Cuando despertó, ya no era una oruga. Se había convertido en una mariposa hermosa y radiante, con alas que brillaban con los mismos colores que su cuerpo de oruga.
Todos en el bosque quedaron asombrados al verla. Incluso Juancho, que siempre había sido tan presumido, no pudo evitar admirar la belleza de la nueva mariposa.
—¡Wow, Oruguita, eres increíble! —dijo Juancho, con los ojos llenos de asombro.
Oruguita, ahora una mariposa, sonrió y dijo:
—He aprendido a quererme tal como soy. Y así es como me convertí en lo que ves ahora.
Desde ese día, Oruguita y Juancho se hicieron amigos. Juancho se dio cuenta de que había estado mal al burlarse de ella y pidió disculpas. Oruga lo perdonó, y juntos comenzaron a disfrutar de muchas aventuras en el bosque.
Hada Peque, que siempre estaba cerca, observaba con alegría cómo todos los animales del bosque aprendían a valorarse y respetarse mutuamente. La magia del bosque no estaba solo en sus colores y su luz, sino también en el amor y la amistad que unían a todos sus habitantes.
Y así, en el bosque mágico, Oruguita, ahora una mariposa, vivió feliz junto a sus amigos. Aprendieron que la verdadera belleza viene de aceptarse y amarse a uno mismo, y que la amistad y el respeto son los tesoros más grandes que uno puede tener.
Colorín, colorado, este cuento se ha terminado.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.