Cuentos de Fantasía

La Princesa del Castillo Rosado y la Dragona del Corazón

Lectura para 4 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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Mari vivía feliz en su castillo color rosado, muy brillante y con ventanas grandes que dejaban pasar la luz del sol. En ese castillo no estaba sola, porque siempre tenía a su lado a Lulú, su perrita peludita y juguetona. Lulú era su mejor amiga, y juntas hacían muchas cosas divertidas. Mari era una princesa muy especial: le encantaba bailar con René, la rana del estanque que vivía cerca del castillo. Cada tarde, Mari y René disfrutaban de la música del bosque, y ella movía sus piescito al ritmo de una canción que sólo ellas conocían.

Cuando tenía tiempo libre, Mari era aún más increíble. Podía hablar con los animales del bosque, todos sus amigos, desde los pajaritos que cantaban en las ramas hasta los conejitos que saltaban entre las flores. Además, tenía dos poderes muy mágicos: podía volar como un pájaro, y también podía volverse invisible para asustar un poquito a su amiga Luciana, que vivía en una casita cerca de su castillo. Mari y Luciana eran grandes amigas, y aunque a veces Luciana se reía cuando Mari se aparecía de repente sin que la vieran, todas las tardes jugaban y se contaban secretos.

Una mañana, cuando el sol apenas estaba despertando y la rosa más grande del jardín de Mari comenzaba a abrir sus pétalos, algo extraño sucedió en el bosque encantado que rodeaba el castillo. De pronto, llegaron nubes oscuras y por entre ellas salió una figura grande y poderosa: Niebla, una dragona con escamas plateadas que brillaban como la luna. Niebla no era una dragona cualquiera; era una dragona triste que había llegado al bosque sin que nadie supiera por qué.

Esa misma mañana, mientras Mari jugaba con Lulú y hablaba con los animalitos, Niebla apareció volando sobre el bosque. Con un gran rugido, la dragona atrapó a Lulú con sus grandes garras y luego, para sorpresa de todos, empezó a secuestrar a muchos de los animalitos que vivían felices y seguros en el bosque encantado. Los conejitos, los pajaritos, las tortugas y hasta René, la rana, fueron llevados por Niebla hacia un lugar desconocido.

Mari estaba muy triste y preocupada. Su perrita Lulú había desaparecido y sus amigos del bosque también. Pero en vez de llorar, la princesa decidió que debía hacer algo para salvarlos. Entonces, llamó a su amigo más fiel y mágico: Unicornio, un hermoso caballo con un cuerno brillante y una melena de colores. Unicornio podía correr más rápido que el viento y tenía un brillo que podía iluminar toda la oscuridad.

Sin perder tiempo, Mari montó a Unicornio y emprendió un viaje por muchos lugares mágicos para encontrar el escondite de Niebla, la dragona. Primero viajaron por campos llenos de flores que cantaban, luego cruzaron ríos que parecían espejos y llegaron hasta montañas que tocaban el cielo. En todos esos lugares, Mari preguntaba por su amiga Lulú y por los animalitos que habían desaparecido, pero nadie sabía dónde estaban.

Mari no se rindió y, con la ayuda de su magia y de Unicornio, siguió buscando hasta que un día llegó a un valle muy escondido y misterioso donde encontró una cueva grande llena de luces que bailaban en la oscuridad. Sabía que ahí, dentro, estaba el escondite de Niebla. Entró con mucho cuidado y encontró a todos los animalitos del bosque que estaban tristes pero a salvo. René la rana saltaba contento, los conejitos jugaban y cantaban, y las tortugas se acurrucaban cerca de ella. Todos estaban felices de ver a Mari.

Pero Lulú no estaba. Mari se preocupó mucho y ordenó a Unicornio que la ayudara a seguir buscando. En los rincones más escondidos y oscuros de la cueva, Mari escuchó un llanto suave. Siguiendo ese sonido encontró a su perrita, un poco asustada, pero segura. Mari la abrazó fuerte y le dijo: “No pasa nada, Lulú, ya estoy aquí y nadie nos separará”.

Entonces Mari decidió hablar con Niebla para entender por qué había hecho eso. La dragona estaba sentada en una roca, con sus ojos grandes y brillantes llenos de lágrimas. Mari se acercó despacio y le dijo con una voz dulce: “Niebla, ¿por qué tomaste a Lulú y a todos los animalitos? ¿Por qué estás tan triste?”.

Niebla, con un suspiro profundo, respondió: “No quería hacer daño, Mari. Sólo me sentía muy sola y triste. Nadie me cuidaba ni me quería; por eso pensé que si estaba con ellos, podría sentirme mejor”.

Mari pensó un momento y luego le sonrió a la dragona. “Niebla, el amor es la magia más grande que existe. Ven conmigo a mi castillo rosado. Allí te cuidaré, te daré amor y serás parte de mi familia y de todos mis amigos del bosque”. Niebla se sorprendió mucho, pero algo en su corazón cambió en ese instante.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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