Había una vez, en un mundo muy parecido al nuestro, un pequeño pueblo que se encontraba a los pies de una colina verde y frondosa. En este pueblo vivía una niña valiente llamada Kuna. Kuna era conocida por todos por su curiosidad insaciable y su espíritu aventurero. Tenía el cabello rizado y ojos brillantes que reflejaban su deseo de explorar más allá de los límites que conocía. Sin embargo, en los últimos días algo extraño estaba sucediendo en su hogar: una extraña sombra oscura empezaba a cubrir el pueblo, haciendo que la gente se sintiera triste y cansada.
Un día, mientras jugaba con su mejor amigo, un pequeño dragón llamado Zazu, Kuna decidió que era hora de averiguar qué estaba pasando. Zazu, que tenía escamas de colores vivos, era un dragón que podía volar alto sobre las nubes y siempre estaba listo para ayudar a Kuna en sus aventuras. «¡Debemos buscar la fuente de esa sombra!» exclamó Kuna con determinación. Zazu asintió, y juntos emprendieron su viaje.
Mientras caminaban por el bosque, encontraron a una tortuga anciana llamada Hesed, que estaba limpiando su caparazón resplandeciente. Hesed era conocida por su sabiduría, y Kuna decidió preguntarle sobre la sombra que cubría el pueblo. «Oh, querida Kuna, esa sombra es la manifestación de la tristeza que siente la gente. Se debe a que han olvidado cuidar de su entorno y de los seres que lo habitan», explicó la tortuga con voz pausada y melódica.
Kuna se sintió conmovida por las palabras de Hesed. «¿Pero qué podemos hacer para devolver la alegría a nuestro pueblo?» preguntó, con una chispa de esperanza. «Hay un antiguo árbol mágico en el corazón del bosque. Si logran tocar su tronco y pedirle ayuda, tal vez la sombra se disipe», respondió Hesed.
Corriendo y saltando de emoción, Kuna y Zazu se despidieron de la tortuga y se adentraron más en el bosque. Mientras avanzaban, el ambiente se tornaba cada vez más oscuro y silencioso, como si el propio bosque estuviera sintiendo la tristeza de la sombra. Al llegar a un claro, se encontraron con un árbol majestuoso. Su tronco era grueso y retorcido, sus hojas brillaban en tonos verdes y dorados, y emanaba una luz suave que iluminaba el lugar.
Kuna se acercó al árbol, sintiendo su energía poderosa. «¡Oh, gran árbol mágico! Venimos en busca de tu ayuda. La sombra ha cubierto nuestro pueblo y la tristeza se ha apoderado de todos», suplicó. Zazu, que a su lado temblaba de nervios, añadió: «Por favor, enséñanos cómo podemos ayudar».
El árbol, con una voz profunda y resonante, respondió: «Para combatir la sombra, deben recolectar risas y sonrisas que se han perdido. Tienen que recordar las cosas que hacen feliz a su gente». Kuna miró a Zazu y asintieron, entendían lo que debían hacer.
Decidieron regresar al pueblo y hablar con los demás. Pero una vez allí, notaron que la sombra se había vuelto aún más oscura. Las calles estaban vacías y la gente lucía desanimada. «¿Cómo vamos a recolectar risas si todos están tristes?» se preguntó Kuna con preocupación.
Entonces, tuvo una idea brillante. «¡Hagamos una gran fiesta! Podemos invitar a todos y recordarles lo bonito que puede ser compartir momentos alegres», propuso. Zazu batió sus alas emocionado, y juntos comenzaron a organizar la fiesta. Fueron de casa en casa, invitando a sus amigos y vecinos, contándoles sobre el árbol mágico y el poder de la risa.
La noche de la fiesta llegó. El pueblo se iluminó con farolitos de colores, música alegre llenó el aire y aromas deliciosos de comida casera danzaban en el viento. Poco a poco, las personas comenzaron a salir de sus casas, curiosas por la celebración. Al principio, algunos eran reacios y aún estaban cubiertos por la sombra, pero Kuna y Zazu no se dieron por vencidos. Los dos empezaron a bailar, sonreír y contar historias divertidas.
Poco a poco, la alegría comenzó a contagiarse. La música animada hizo que los corazones se aligeraran y las risas empezaron a llenar el aire. Kuna observó cómo la sombra grisácea se retiraba lentamente, devorada por la luz y el amor que la gente compartía. Cada risa, cada sonrisa, se convertía en un pequeño rayo de luz que ayudaba a desvanecer la oscuridad.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.