En un pequeño pueblo rodeado de bosques espesos, vivía una mujer llamada Sofía. Era conocida por su belleza y su sonrisa encantadora, una sonrisa que podía iluminar hasta el día más gris. Los aldeanos la adoraban, siempre dispuestos a ayudarla en cualquier cosa que necesitara. Nadie sospechaba que detrás de esa dulce expresión se ocultaba la más pura maldad.
Sofía tenía un secreto oscuro. Desde niña, había descubierto que tenía el poder de manipular las emociones de los demás. Con una simple sonrisa, podía hacer que la gente confiara ciegamente en ella, y con una mirada tierna, podía lograr que cumplieran todos sus deseos. Este poder había crecido con el tiempo, y Sofía lo usaba para su propio beneficio, sin importarle a quién perjudicaba.
Un día, llegó al pueblo un viajero llamado Patrick. Era un hombre sabio y observador, con una intuición que pocos podían igualar. Desde el primer momento, sintió que algo no estaba bien con Sofía. Su sonrisa, aunque radiante, le parecía extrañamente fría, como si careciera de verdadera emoción.
Patrick decidió quedarse en el pueblo por un tiempo para investigar. Se hizo amigo de los aldeanos y pronto escuchó historias sobre Sofía. Todas eran elogiosas, pero había pequeños detalles que le llamaban la atención. La forma en que la gente hablaba de ella, como si estuvieran hechizados, le hizo sospechar aún más.
Patrick comenzó a observar a Sofía desde lejos. La veía interactuar con los aldeanos, siempre con esa sonrisa perfecta, y notó cómo la gente a su alrededor se volvía sumisa y complaciente. Decidido a descubrir la verdad, Patrick decidió acercarse a Sofía y ganarse su confianza.
Una mañana, mientras Sofía paseaba por el mercado, Patrick se le acercó con una sonrisa amable.
—Buenos días, Sofía. Me llamo Patrick. Soy un viajero y he oído mucho sobre ti. Quisiera conocerte mejor —dijo con cortesía.
Sofía le devolvió la sonrisa, aunque en su interior sentía una pequeña alarma. Había algo en la mirada de Patrick que le hacía sentir incómoda.
—Claro, Patrick. Será un placer —respondió ella con su voz melodiosa.
A medida que pasaban los días, Patrick y Sofía pasaron más tiempo juntos. Patrick era cauteloso, nunca dejaba entrever sus sospechas. Escuchaba atentamente cada palabra de Sofía y observaba cada uno de sus movimientos. Poco a poco, fue descubriendo pequeños detalles que confirmaban sus sospechas. La forma en que Sofía controlaba a los aldeanos, cómo obtenía todo lo que quería sin esfuerzo, y la manera en que nadie podía decirle que no.
Una noche, mientras cenaban en la taberna del pueblo, Patrick decidió que era momento de confrontarla.
—Sofía, hay algo que quiero preguntarte —dijo Patrick con seriedad.
Sofía lo miró con curiosidad, aunque su corazón comenzó a latir más rápido.
—Dime, Patrick. ¿Qué quieres saber?
—He notado que tienes una gran influencia sobre los aldeanos. Parecen hacer todo lo que les pides sin cuestionarlo. Me pregunto, ¿cómo lo haces?
Sofía mantuvo su sonrisa, pero sus ojos mostraban un destello de inquietud.
—Solo soy amable con ellos, Patrick. La gente responde bien a la amabilidad.
Patrick no estaba convencido. Decidió presionarla un poco más.
—Sé que hay algo más, Sofía. He visto cómo los controlas. ¿Cuál es tu secreto?
Sofía sintió que su fachada comenzaba a resquebrajarse. Sabía que no podía seguir ocultando la verdad por mucho tiempo.
—Patrick, no sabes lo que dices. No tengo ningún secreto —respondió, tratando de mantener la calma.
Pero Patrick no se dejó engañar. Sabía que estaba cerca de la verdad y no pensaba rendirse.
—Sofía, puedes confiar en mí. No quiero hacerte daño. Solo quiero entender.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.