En un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes y bosques encantados, vivía un chico llamado Chico. Tenía once años, era curioso y siempre estaba listo para una aventura. Desde pequeño, soñaba con explorar el misterioso bosque que se encontraba justo al lado de su casa. Los adultos del pueblo decían que estaba lleno de secretos y leyendas, pero también advertían que había cosas extrañas que sucedían allí, cosas que no se podían explicar.
Una tarde de otoño, mientras la luz del sol se filtraba a través de las hojas doradas, Chico decidió que era el momento de adentrarse en el bosque. Había escuchado historias sobre un antiguo árbol en el corazón del bosque, uno que supuestamente podía conceder deseos. Con una mochila llena de bocadillos y su linterna, se adentró en la espesura.
Mientras caminaba, el bosque parecía cobrar vida. Los pájaros cantaban alegremente, y el viento susurraba entre los árboles. Pero, a medida que se internaba más, comenzó a sentir una extraña sensación. Era como si alguien lo estuviera observando. Se detuvo, se giró, pero no había nadie. Se encogió de hombros y continuó.
De repente, escuchó una voz suave y misteriosa que parecía venir de la nada.
—Chico… Chico…
Se detuvo en seco, su corazón empezó a latir con fuerza. La voz sonaba como un eco, pero no podía ver a nadie. Miró a su alrededor, sintiéndose un poco asustado.
—¿Quién está ahí? —preguntó, tratando de sonar valiente.
—Soy yo, la Voz Misteriosa —respondió la voz, envolviendo el aire con un tono seductor—. He estado esperando por ti. Ven, tengo algo que mostrarte.
Chico sintió un escalofrío recorrer su espalda. Había oído sobre voces engañosas en las historias de su madre. Sin embargo, su curiosidad era más fuerte que su miedo.
—¿Qué quieres mostrarme? —preguntó, intentando no dejar que su voz temblara.
—Un poder increíble —dijo la voz—. Solo tienes que seguirme.
Siguió la voz, que lo guiaba por un sendero oscuro y tortuoso. Después de unos minutos, llegó a un claro iluminado por una luz tenue y misteriosa. En el centro del claro, un gran árbol con ramas retorcidas y hojas plateadas brillaba como un faro.
—Este es el Árbol de los Deseos —dijo la voz—. Puedes pedir lo que desees, pero debes tener cuidado con lo que eliges.
Chico se acercó al árbol, sintiendo su poder. Con el corazón palpitante, pensó en lo que realmente quería. Sin embargo, justo cuando estaba a punto de hablar, la voz lo interrumpió.
—Antes de hacer tu deseo, debes recordar: cada deseo tiene un precio. A veces, lo que deseamos puede no ser lo mejor para nosotros.
—¿Qué tipo de precio? —preguntó Chico, sintiendo que una sombra de duda se cernía sobre él.
—Algunas veces, se puede perder algo muy valioso —respondió la voz, su tono más grave ahora—. Como tu felicidad, tu familia o tus amigos.
Chico reflexionó sobre esto. Recordó las historias de su madre sobre superhéroes que sacrificaban algo importante para salvar a otros. Se dio cuenta de que lo que realmente quería no era un deseo egoísta, sino poder proteger a sus seres queridos.
—Quiero ser fuerte y valiente, como un verdadero héroe, para cuidar de mi familia y amigos —dijo finalmente.
La voz misteriosa pareció reírse suavemente, como si estuviera impresionada.
—Ese es un deseo noble, pero recuerda, la valentía no se mide solo por la fuerza física, sino por el coraje que tienes en tu corazón.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.