Cuentos de Fantasía

Las Aventuras de Barbaríta y Ryan

Lectura para 6 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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Había una vez, en un hermoso campo lleno de flores y montañas, una pequeña niña llamada Barbaríta que estaba a punto de cumplir cuatro años. Su vida estaba llena de alegría y aventuras, ya que vivía con su hermano mayor Ryan, sus padres, Papá Manu y Mamá Mari. Barbaríta era una niña muy curiosa, siempre lista para explorar el mundo que la rodeaba. Ryan, aunque tenía 13 años y se desplazaba en una silla de ruedas, era su compañero inseparable en todas las aventuras.

La casa de Barbaríta y Ryan era un lugar mágico. Tenían un amplio jardín donde crecía todo tipo de plantas y flores de colores brillantes. Papá Manu se encargaba del huerto, donde cultivaba verduras frescas y hierbas aromáticas. Mamá Mari adoraba las flores y siempre estaba plantando algo nuevo. “Mira, Barbaríta, estas son las nuevas semillas que hemos plantado. ¡Pronto verás cómo crecen!”, le decía mientras le mostraba sus plantaciones.

Cada día después de desayunar, Barbaríta y Ryan salían al jardín para jugar. “Hoy vamos a ser exploradores”, propuso Ryan. “Vamos a descubrir nuevos caminos en el bosque”. Barbaríta saltó de emoción. “¡Sí, exploradores! ¡Vamos!”.

Con una pequeña mochila llena de bocadillos, un mapa hecho a mano y una lupa, los dos hermanos se adentraron en el bosque que se extendía detrás de su casa. El aire era fresco y dulce, y el canto de los pájaros les daba la bienvenida. Mientras caminaban, Barbaríta miraba hacia arriba, observando las ramas de los árboles que se movían suavemente con el viento. “Mira, Ryan, ¡hay un pájaro azul!”, exclamó.

“Es un azulito”, respondió Ryan con una sonrisa. “Son muy buenos para cantar”. A medida que se adentraban en el bosque, encontraron un claro lleno de flores silvestres. “¡Qué hermoso lugar!”, dijo Barbaríta, recogiendo un par de flores para hacer un ramo. Ryan, mientras tanto, observaba atentamente todo lo que lo rodeaba, disfrutando de la paz y la tranquilidad.

“Vamos a sentarnos aquí un rato”, sugirió Ryan, señalando un árbol grande con sombra. Se acomodaron bajo el árbol y comenzaron a disfrutar de sus bocadillos. Mientras comían, Barbaríta compartió sus sueños: “Cuando sea grande, quiero tener un jardín lleno de flores mágicas que nunca se marchiten”.

“Y yo quiero ser un aventurero famoso”, dijo Ryan, mirando hacia el cielo. “Quiero explorar el mundo y contar historias de todos los lugares que visite”. Barbaríta sonrió, “¡Podemos hacerlo juntos!”.

Después de su merienda, decidieron seguir explorando. Mientras caminaban, encontraron un pequeño arroyo que serpenteaba por el bosque. El agua brillaba bajo la luz del sol, y Barbaríta corrió a mojarse los pies. “¡Es tan fresquita!”, gritó mientras chapoteaba felizmente. Ryan rió y se unió a ella. Aunque no podía moverse tan rápido, disfrutaba del momento tanto como ella.

Mientras jugaban en el arroyo, Barbaríta notó algo brillante entre las piedras. “¡Mira, Ryan!”, gritó emocionada, señalando la cosa brillante. “¿Qué es eso?”. Ryan se acercó y vio un pequeño objeto dorado. “Parece una moneda antigua”, dijo, recogiendo el objeto.

“¿Crees que sea un tesoro?”, preguntó Barbaríta, con los ojos brillando de emoción. “¡Tal vez!”, respondió Ryan, observando la moneda con atención. “Podría haber más tesoros escondidos en el bosque. ¡Vamos a buscar más!”.

Con la moneda en el bolsillo, los hermanos siguieron explorando el bosque, imaginando que eran grandes exploradores en busca de tesoros perdidos. Buscaron bajo las hojas, entre los arbustos y alrededor de los árboles, riendo y disfrutando de la aventura. Pero después de un tiempo, se dieron cuenta de que el sol comenzaba a ponerse y debían regresar a casa.

“Es hora de irnos”, dijo Ryan. “No quiero que Mamá Mari se preocupe”. Barbaríta asintió, y juntos comenzaron a regresar. Sin embargo, cuando llegaron a la casa, encontraron que algo extraordinario estaba sucediendo. El jardín estaba lleno de luces brillantes que iluminaban la noche.

“Mira, Ryan, ¡el jardín parece mágico!”, exclamó Barbaríta, corriendo hacia la entrada. Cuando llegaron, vieron que su mamá y su papá estaban allí, sonriendo. “¡Sorpresa!”, gritaron todos. “Estamos celebrando tu cumpleaños, Barbaríta”.

“¡Mi cumpleaños!”, gritó Barbaríta de felicidad. Había olvidado que ese día era especial. Ryan la abrazó, y juntos se unieron a la fiesta. Había globos, luces de colores y una gran tarta decorada con velas. “¡Vamos a encender las velas y pedir un deseo!”, sugirió Papá Manu.

Barbaríta cerró los ojos y pidió su deseo: “Quiero que siempre tengamos aventuras juntos”. Cuando abrió los ojos, todos comenzaron a cantar “Feliz cumpleaños”. La alegría llenó el aire mientras Barbaríta sonreía de oreja a oreja.

Después de comer la deliciosa tarta, los amigos de Barbaríta llegaron. Todos estaban emocionados por la fiesta. “¡Vamos a jugar en el jardín!”, gritó uno de ellos. Así que, con risas y juegos, todos los niños salieron al jardín.

Mientras jugaban, Barbaríta decidió que quería compartir su aventura en el bosque con sus amigos. “¡Vengan! ¡Les contaré sobre el tesoro que encontramos!”, les dijo. Los niños escucharon atentamente mientras ella narraba su día lleno de exploración y la misteriosa moneda que habían encontrado.

“¡Eso suena genial!”, dijo una de sus amigas. “¿Podemos ir a buscar más tesoros mañana?”. “¡Claro! Podemos hacerlo juntos”, respondió Barbaríta, emocionada por la idea de tener más aventuras.

Al caer la noche, mientras los niños jugaban y corrían por el jardín, una suave brisa sopló. Barbaríta se sintió muy afortunada de tener una familia que la amaba y amigos con quienes compartir sus aventuras. Mientras miraba las estrellas que comenzaban a brillar en el cielo, se dio cuenta de que no solo había encontrado un tesoro en el bosque, sino que también había encontrado el verdadero significado de la felicidad: compartir momentos especiales con quienes más amaba.

Al final del día, mientras se despedía de sus amigos y entraba en casa, Barbaríta sintió que su corazón estaba lleno de alegría. “Hoy ha sido un día mágico”, pensó mientras se acurrucaba en su cama. Y así, con una sonrisa en el rostro, se quedó dormida, soñando con nuevas aventuras en el jardín y en el bosque.

Esa noche, mientras los niños dormían, el bosque y el jardín se llenaron de magia. Las estrellas brillaban más que nunca, y los árboles parecían susurrar canciones de alegría. Y en el corazón de Barbaríta, sabía que cada día sería una nueva oportunidad para explorar, jugar y aprender, rodeada de amor y felicidad.

Fin.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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