Cuentos de Fantasía

Mahely y las Aventuras del Gato Hugo

Lectura para 4 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Había una vez una niña dulce llamada Mahely. Ella vivía en un pequeño pueblo rodeado de naturaleza. Su corazón estaba lleno de amor por los árboles, las flores y todos los animales que vivían en el bosque. Pero lo que más amaba en el mundo era su gato negro, Hugo. Hugo no era un gato común; era un gato muy loco y juguetón que siempre estaba buscando nuevas aventuras.

Cada mañana, cuando el sol salía y los pájaros comenzaban a cantar, Mahely y Hugo salían juntos a explorar. Mahely se ponía su vestido colorido, y Hugo se aseguraba de que su pelaje negro estuviera brillante y suave. Juntos, eran un dúo inseparable, siempre listos para trepar a los árboles más altos y descubrir secretos ocultos en el bosque.

Un día, mientras jugaban en su jardín, Mahely vio un árbol enorme que nunca había notado antes. Era un roble majestuoso con ramas que se extendían como brazos. «¡Mira, Hugo! ¡Debemos trepar ese árbol!» dijo Mahely, llena de emoción.

Hugo, que siempre estaba dispuesto a seguir a su amiga, maulló con entusiasmo y corrió hacia el árbol. Mahely comenzó a escalar, sintiendo la corteza rugosa bajo sus manos. Cada rama era un nuevo desafío, y su corazón latía de alegría. Cuando finalmente llegó a la cima, se detuvo a admirar la vista. Desde allí, el pueblo parecía pequeño, y el bosque se extendía hasta donde alcanzaba la vista.

«¡Mira, Hugo! ¡Es hermoso!» gritó Mahely, sintiendo que podía tocar el cielo. Hugo se unió a ella en la cima, maullando felizmente. Juntos, se sentaron en una rama y observaron cómo las nubes pasaban por encima de ellos. «Me encanta estar aquí contigo,» dijo Mahely. «Siempre hacemos las mejores aventuras.»

Pero, de repente, algo extraño sucedió. Un viento fuerte comenzó a soplar, y una suave bruma se levantó del bosque. La niebla envolvió el árbol, y Mahely y Hugo sintieron que estaban siendo transportados a otro lugar. “¿Qué está pasando?” preguntó Mahely, un poco asustada.

Cuando la niebla se disipó, se dieron cuenta de que ya no estaban en su árbol. Habían llegado a un bosque mágico lleno de árboles de colores brillantes, flores que cantaban y mariposas que brillaban como estrellas. “¡Estamos en un lugar mágico, Hugo!” exclamó Mahely, asombrada.

Hugo dio un salto y corrió entre las flores que emitían suaves melodías. “¡Ven, Mahely! ¡Vamos a explorar!” Mahely lo siguió, riendo y saltando de alegría. Mientras exploraban, encontraron un río de agua cristalina que reflejaba todos los colores del arcoíris. Decidieron hacer una pausa y jugar en el agua.

“¡Mira cómo salto!” dijo Hugo mientras brincaba felizmente en el agua. Mahely se unió a él, salpicando agua por todas partes. Se reían tanto que podían escuchar su eco resonar entre los árboles mágicos.

Después de un rato, se sintieron un poco cansados y decidieron descansar en la orilla del río. Mientras se secaban al sol, Mahely notó una pequeña cabaña hecha de ramas y hojas. “¿Qué será eso?” preguntó, intrigada.

“¡Vamos a averiguarlo!” respondió Hugo, lleno de energía. Se acercaron a la cabaña y vieron que estaba decorada con flores de todos los colores. Mahely tocó la puerta suavemente, y para su sorpresa, esta se abrió. Dentro había un pequeño duende llamado Lumín.

“¡Bienvenidos, viajeros!” dijo Lumín con una sonrisa brillante. “Soy el guardián de este bosque mágico. He estado esperando que alguien especial como ustedes viniera a visitarme.”

“¿Nos estabas esperando?” preguntó Mahely, sorprendida.

“Sí,” respondió Lumín. “Necesito su ayuda. Un hechizo ha cubierto este bosque y ha hecho que las flores dejen de cantar. Solo quienes tienen corazones llenos de amor por la naturaleza pueden ayudarme a romper el hechizo.”

Mahely y Hugo se miraron. “¡Queremos ayudar!” dijeron al unísono.

Lumín sonrió y les explicó lo que debían hacer. “Debes encontrar tres flores mágicas que han perdido su canto. Cada una está en un lugar especial. Si las traen de regreso aquí, el bosque volverá a ser alegre.”

“¿Dónde están estas flores?” preguntó Hugo, curioso.

“Una está en la cima de la montaña de cristal, otra cerca del lago brillante y la tercera en el árbol de los susurros,” explicó Lumín.

“¡Vamos, Mahely! ¡Podemos hacerlo!” dijo Hugo, llenándose de emoción.

Así que, con el mapa que Lumín les dio, Mahely y Hugo comenzaron su aventura. Primero, se dirigieron a la montaña de cristal. Era alta y brillante, y tenía un camino resbaladizo. “Debemos tener cuidado,” dijo Mahely mientras comenzaban a escalar. A cada paso, las piedras crujían bajo sus pies, pero su determinación era fuerte.

Cuando llegaron a la cima, encontraron la primera flor mágica. Era de un color azul intenso y brillaba como si tuviera estrellas en su interior. “¡La tenemos!” gritó Mahely, emocionada. La flor comenzó a cantar suavemente. “Una flor menos, ¡vamos por las demás!” dijo Hugo.

Luego, se dirigieron al lago brillante. El agua era tan clara que podían ver pequeños peces de colores nadando alegremente. “La flor debe estar aquí,” dijo Mahely, mirando alrededor. De repente, una luz brillante apareció sobre el agua. Era la segunda flor, de un rojo brillante, que flotaba suavemente en la superficie.

“¡La encontramos!” exclamó Hugo. Mientras Mahely la recogía, el agua comenzó a burbujear de felicidad, y el lago sonó con risas de alegría.

Por último, se dirigieron al árbol de los susurros. Era un árbol enorme, lleno de hojas verdes que murmuraban secretos. “Aquí debe estar la última flor,” dijo Mahely, buscando entre las ramas. De repente, escucharon un suave canto. Miraron hacia arriba y encontraron la flor amarilla, danzando en el viento.

“¡La tenemos!” gritaron juntos, llenos de alegría. Con las tres flores en mano, corrieron de vuelta a la cabaña de Lumín.

Cuando llegaron, Lumín sonrió ampliamente. “¡Lo lograron!” dijo, recibiendo las flores. “Ahora, déjenme ver.” Con un toque de su varita mágica, colocó las flores en un pequeño altar. Inmediatamente, comenzaron a brillar y a cantar, llenando el aire con una melodía hermosa.

El bosque resplandeció, y las flores empezaron a cantar una vez más. “Gracias, Mahely y Hugo,” dijo Lumín. “Ustedes han salvado este bosque mágico. Ahora, siempre tendrán un lugar especial aquí.”

Mahely abrazó a Hugo, feliz de haber tenido una aventura tan maravillosa. “Siempre estaré lista para nuevas aventuras contigo, Hugo,” dijo ella, mirando a su amigo con amor.

Cuando regresaron a casa, el sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de tonos naranjas y rosas. “¿Qué gran día, verdad?” dijo Mahely, acariciando a Hugo.

“¡Sí! ¡Y mañana, más aventuras!” respondió Hugo, moviendo su cola emocionado.

Y así, Mahely y el Gato Hugo vivieron muchas más aventuras, explorando el mundo mágico a su alrededor, riendo y disfrutando de la belleza de la naturaleza. Juntos, supieron que la amistad y el amor eran las mejores aventuras de todas.

Fin.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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