Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes, una niña llamada Paula. Paula era una niña preciosa, con el pelo castaño y unos ojos grandes y brillantes que siempre estaban llenos de curiosidad. Acababa de cumplir cuatro años y estaba llena de energía y alegría. A Paula le encantaba la música, correr por el jardín y, sobre todo, los abrazos cálidos y reconfortantes. Siempre estaba en movimiento, y sus padres solían bromear diciendo que tenía «un motorcito en los pies».
A Paula le gustaban mucho las galletas con chocolate y el zumo de frutas. Cada tarde, después de jugar, se sentaba en la cocina con su mamá y disfrutaba de una merienda deliciosa. Tenía una colección de juguetes que se movían, como coches y animalitos con ruedas, que la mantenían entretenida durante horas. Además, Paula era muy cariñosa y simpática; siempre tenía una sonrisa para todos y le encantaba hacer nuevos amigos.
Un día, mientras jugaba en el jardín, Paula encontró un sendero que no había visto antes. El sendero estaba cubierto de flores de colores y parecía brillar bajo la luz del sol. Intrigada, decidió seguirlo. Caminó y caminó hasta que llegó a un bosque mágico. Los árboles eran altos y frondosos, y sus hojas parecían hechas de cristal, reflejando la luz de manera hermosa.
Paula avanzó con cautela, maravillada por todo lo que veía. De repente, escuchó una música suave que provenía del corazón del bosque. Sin pensarlo dos veces, decidió seguir el sonido. A medida que se acercaba, la música se volvía más clara y melodiosa. Pronto, Paula llegó a un claro en el bosque, donde vio una pequeña hada tocando un arpa dorada.
«Hola,» dijo Paula con su dulce voz. «Tu música es hermosa.»
El hada dejó de tocar y sonrió. «Gracias, pequeña. Soy Lila, el hada de la música. ¿Cómo te llamas tú?»
«Me llamo Paula. Me encanta la música también. Siempre bailo y canto en casa.»
Lila aplaudió con alegría. «¡Eso es maravilloso! En el Bosque Mágico, la música tiene un poder especial. Puede hacer que los árboles bailen y que las flores canten.»
Paula estaba fascinada. «¿Puedo quedarme y escuchar más?»
«Por supuesto,» respondió Lila. «Pero primero, déjame presentarte a algunos de mis amigos.»
Paula siguió a Lila por el claro hasta que llegaron a un pequeño estanque. Allí, un grupo de ranas estaba cantando en perfecta armonía. «Estas son las ranas cantoras,» explicó Lila. «Cada una tiene una voz única y juntas crean melodías increíbles.»
Paula se sentó junto al estanque y escuchó con atención. La música de las ranas era tan hermosa que casi la hizo llorar de alegría. Luego, Lila la llevó a un árbol antiguo donde vivían unas ardillas muy juguetonas. Las ardillas tocaban pequeñas flautas hechas de ramas y hojas. Paula no podía creer lo talentosos que eran todos los habitantes del bosque.
El tiempo pasó volando y Paula se dio cuenta de que ya era tarde. «Lila, ha sido un día increíble, pero creo que debo volver a casa,» dijo con tristeza.
Lila asintió. «Lo entiendo, Paula. Pero siempre serás bienvenida en el Bosque Mágico. Aquí siempre habrá música para ti.»
Antes de irse, Lila le regaló a Paula una pequeña flauta mágica. «Cada vez que toques esta flauta, recordarás tu visita y la música del bosque,» dijo el hada.
Paula tomó la flauta con gratitud y abrazó a Lila. Luego, siguió el sendero de regreso a casa. Cuando llegó, su mamá la estaba esperando con una bandeja de galletas con chocolate y un vaso de zumo. Paula corrió hacia ella y la abrazó con fuerza.
«Mamá, hoy tuve una aventura increíble,» dijo Paula mientras mordía una galleta.
«Cuéntame todo,» respondió su mamá con una sonrisa.
Paula le contó sobre el Bosque Mágico, Lila el hada de la música, las ranas cantoras y las ardillas flautistas. Su mamá la escuchó con atención, disfrutando de cada detalle.
Esa noche, Paula se fue a la cama con una sonrisa en el rostro y la flauta mágica bajo su almohada. Soñó con el Bosque Mágico y la música maravillosa que había escuchado. Y aunque había sido un sueño, sabía en su corazón que el Bosque Mágico siempre estaría allí, esperándola para una nueva aventura.
Desde ese día, Paula tocaba la flauta mágica todas las tardes, recordando con cariño su visita al bosque. La música que creaba era tan hermosa que su mamá decía que parecía traída de un mundo de fantasía. Paula siguió creciendo, pero nunca olvidó la magia y la música del Bosque Mágico. Y cada vez que tocaba su flauta, un pedacito de ese maravilloso lugar volvía a la vida.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.