En una pequeña ciudad donde las estrellas parecían estar al alcance de la mano, vivía un niño de 12 años llamado Apolo. Apolo era curioso y soñador, pero enfrentaba un gran desafío: le costaba aprender en el colegio de la manera tradicional, y esto a menudo le hacía sentirse desanimado.
Una noche, mientras Apolo miraba las estrellas desde la ventana de su habitación, un destello de luz sorprendentemente brillante llamó su atención. Antes de que pudiera parpadear, tres figuras aparecieron en su habitación. Eran seres como nunca había visto, cada uno representando un estado diferente de la materia: Estado Líquido, con su forma fluida y brillante; Estado Sólido, fuerte y robusto como un cristal; y Estado Gaseoso, etéreo y flotante como una nube. A su lado, un pequeño perro hecho completamente de agua, a quien Apolo nombraría cariñosamente Liquidin.
Los visitantes le explicaron a Apolo que venían de un mundo donde las leyes de la física se entendían a través de experiencias y aventuras, no solo libros y fórmulas. Intrigado y emocionado, Apolo escuchó con atención mientras cada uno compartía historias de su mundo.
Estado Líquido le mostró cómo podía cambiar de forma, fluyendo libremente como un río o expandiéndose como el océano. Estado Sólido demostró su fuerza y estabilidad, contando cómo los cristales y metales formaban estructuras imponentes en su planeta. Estado Gaseoso le enseñó a Apolo cómo los gases llenaban el espacio y podían elevar cosas hacia el cielo, como los globos aerostáticos.
A medida que la noche avanzaba, Apolo realizó experimentos junto a sus nuevos amigos, aprendiendo de manera práctica y divertida. Jugaron con Liquidin, observando cómo se adaptaba y movía, y discutieron cómo el calor transformaba el agua en vapor o cómo el frío la convertía en hielo.
La aventura llegó a su punto más emocionante cuando los cuatro decidieron explorar el universo juntos. Viajaron a través de un portal de energía que Estado Gaseoso podía crear, visitando planetas donde la materia se comportaba de maneras increíbles y donde las leyes de la física ofrecían espectáculos maravillosos.
Pero como todas las aventuras, esta también tenía que terminar. Apolo despertó en su cama, con los primeros rayos del sol filtrándose a través de su ventana. Al principio, pensó que todo había sido un sueño, un hermoso y educativo sueño. Sin embargo, al lado de su cama encontró un pequeño charco de agua con huellas mojadas que parecían de un pequeño perro.
Inspirado por su «sueño», Apolo cambió su enfoque en el colegio. Comenzó a relacionar cada lección con algo que había «vivido» en su aventura. No pasó mucho tiempo antes de que sus calificaciones mejoraran y su entusiasmo por el aprendizaje creciera exponencialmente.
Con el tiempo, Apolo se convirtió en el mejor alumno de su clase, no solo en ciencias, sino en todas las materias. Aprendió que hay muchas maneras de entender el mundo y que a veces, la imaginación y la experiencia son tan importantes como el estudio y la memorización.
Años después, Apolo, convertido en un científico joven y prometedor, miraría las estrellas y sonreiría, sabiendo que en algún lugar, más allá del alcance de la vista normal, sus amigos Estado Líquido, Estado Sólido, Estado Gaseoso, y el querido Liquidin, todavía exploraban el universo, esperando su próxima gran aventura juntos.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.