Había una vez un hombrecito muy pequeño llamado Pepito. A Pepito le encantaba cantar, pero no era cualquier tipo de canción lo que le gustaba; su gran sueño era ser un cantante de ópera. Todos los días, Pepito cantaba en su casita hecha de flores, imaginando que estaba en un gran teatro, con luces brillantes y un público enorme aplaudiéndole.
Pero había un pequeño problema: aunque a Pepito le encantaba cantar, nunca había tenido la oportunidad de hacerlo frente a muchas personas. Vivía en un bosque mágico, donde sus únicos amigos eran los animales: Sarita, la ardillita traviesa; Pancha, la conejita de orejas grandes; y Camila, el pajarito que siempre volaba alto en el cielo. Aunque sus amigos lo animaban, Pepito sentía que no estaba cumpliendo su sueño de ser un verdadero cantante de ópera.
Un día, mientras Pepito practicaba sus notas más altas, Sarita lo interrumpió corriendo.
—¡Pepito, Pepito! —gritó Sarita—. ¡Vamos a tener un festival en el bosque! Todos los animales se reunirán para cantar y bailar. ¡Tú deberías cantar para todos!
Pepito se quedó pensativo. Aunque la idea de cantar frente a sus amigos animales lo emocionaba, también le daba un poquito de miedo. ¿Y si no les gustaba su canto? ¿Y si se equivocaba?
—No lo sé, Sarita —dijo Pepito con un suspiro—. Nunca he cantado para tantas personas.
—¡Pero tú puedes hacerlo! —dijo Pancha, que había llegado saltando—. ¡Tu voz es maravillosa, Pepito! Todos sabemos que tienes la voz más fuerte y hermosa del bosque.
Camila, el pajarito, voló desde una rama cercana y se posó en el hombro de Pepito.
—Si te sientes nervioso, sólo imagina que estás cantando para nosotros, como siempre lo haces —dijo Camila con su vocecita suave—. Nosotros siempre te apoyaremos.
Pepito sonrió. Sus amigos siempre habían creído en él, y eso le daba un poco de valor. Después de todo, si ellos lo disfrutaban, tal vez los demás animales del bosque también lo harían.
El día del festival llegó rápidamente. Todos los animales del bosque estaban reunidos en un gran claro, decorado con flores de colores y luces mágicas que brillaban como estrellas. Había ardillas, conejos, pájaros, y hasta algunos zorros curiosos que se acercaban para ver el espectáculo.
Sarita, Pancha y Camila animaban a Pepito desde un costado del escenario. Pepito, vestido con su mejor traje, estaba de pie sobre un pequeño tronco que usaba como escenario. Miraba a todos los animales, que conversaban y esperaban a que comenzara el espectáculo. Sentía que su corazón latía muy rápido, pero respiró hondo y decidió que ese sería el día en que su sueño de ser cantante de ópera se haría realidad.
El primer animal en subir al escenario fue una rana que tocaba una pequeña flauta. Luego, unos ratoncitos hicieron una danza divertida. Todos se reían y aplaudían. Finalmente, llegó el turno de Pepito.
—¡Ahora es tu momento, Pepito! —gritó Sarita desde el público—. ¡Muéstrales tu increíble voz!
Pepito subió al escenario con sus piernas temblorosas. Al principio, miró a los animales del bosque, y casi sintió que no podría hacerlo. Pero luego, miró a Sarita, Pancha y Camila, quienes le sonreían desde el público. Eso le dio el valor que necesitaba. Cerró los ojos, respiró hondo y comenzó a cantar.
Su voz llenó el bosque, fuerte y clara. Era como si el viento lo ayudara a llevar su canto a todos los rincones del lugar. Las ardillas dejaron de moverse, los conejos dejaron de saltar, y hasta los zorros se quedaron quietos, sorprendidos por la hermosa voz de Pepito.
Pepito cantaba y cantaba, con más fuerza y emoción de la que nunca había usado antes. Era como si toda la energía del bosque estuviera con él. Los árboles, las flores, y hasta el cielo parecían brillar con su canción.
Cuando terminó, hubo un silencio absoluto. Pepito abrió los ojos y vio a todos los animales mirándolo. Por un segundo, pensó que tal vez no les había gustado, pero de repente, todo el bosque estalló en aplausos y vítores.
—¡Bravo, Pepito! —gritó Pancha, saltando de alegría.
—¡Eres el mejor cantante que hemos escuchado! —dijo Camila, volando alrededor de él emocionada.
Pepito no podía creer lo que estaba pasando. Todos sus amigos del bosque lo felicitaban, y él sentía que su corazón estaba lleno de felicidad. No sólo había cantado frente a un público, sino que había cumplido su sueño de ser cantante de ópera.
Esa noche, cuando el festival terminó, Pepito se sentó junto a sus amigos bajo un gran árbol. Estaba cansado pero muy contento.
—¿Ves, Pepito? —dijo Sarita—. Sabíamos que podías hacerlo. ¡Tu voz es increíble!
—Sí —dijo Pepito con una sonrisa—. Pero no lo habría logrado sin ustedes. Gracias por siempre creer en mí.
Y así, Pepito, el hombrecito que soñaba con ser cantante de ópera, descubrió que, con un poco de valentía y el apoyo de sus amigos, cualquier sueño puede hacerse realidad. Desde entonces, Pepito siguió cantando para los animales del bosque, y cada vez que lo hacía, su voz sonaba más fuerte y más hermosa, porque ahora sabía que no estaba solo.
Cuentos cortos que te pueden gustar
La Aventura de Ceci y su Cobaya
El Cuento de los Cinco Amigos en el Mundo Mágico
La Isla de Colores Ocultos
Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.