Cuentos de Fantasía

Rufina y el Árbol de los Deseos

Lectura para 1 año

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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En un pequeño pueblo lleno de flores y risas, vivía una niña llamada Rufina. Rufina era una niña alegre, con ojos brillantes y una sonrisa que iluminaba todo a su alrededor. Tenía una hermana mayor llamada Clara, con quien compartía aventuras todos los días. Juntas, exploraban su vecindario, creando juegos y riendo hasta que les dolían las barrigas.

Un día soleado, Rufina y Clara decidieron ir a jugar al parque. «¡Vamos a la plaza!», dijo Rufina emocionada. Clara sonrió y asintió. «¡Sí! Tal vez podamos encontrar a algunos amigos del colegio». Así que, con sus zapatillas atadas y los corazones llenos de alegría, salieron de casa, listas para una nueva aventura.

Cuando llegaron a la plaza, el lugar estaba lleno de niños corriendo y jugando. Rufina miró a su alrededor y vio a su amiga Sofía, a su amigo Tomás, y a un grupo de otros niños que jugaban a la pelota. «¡Mira, Clara! ¡Allí están!», gritó Rufina, señalando a sus amigos. Ambas corrieron hacia ellos, saludando con entusiasmo.

«¡Hola, Rufina! ¡Hola, Clara!», gritaron Sofía y Tomás al verlas. «¿Quieren jugar con nosotros?». Rufina y Clara se unieron a sus amigos y pronto estaban corriendo, riendo y disfrutando del día soleado. Jugaron al escondite y a la pelota, mientras el sol brillaba y las flores bailaban con el viento.

Después de un rato, Rufina se detuvo, cansada pero feliz. «¿Qué hacemos ahora?», preguntó, mirando a su grupo de amigos. «Vamos a buscar algo nuevo», sugirió Tomás. «He oído hablar de un árbol mágico que concede deseos. Dicen que está cerca de aquí, en el bosque».

Rufina, llena de curiosidad, miró a Clara. «¿Vamos a buscarlo?». Clara, que siempre había sido un poco más cautelosa, sonrió. «¡Claro! Suena emocionante». Así que, con los corazones palpitando de emoción, el grupo decidió aventurarse hacia el bosque en busca del legendario árbol de los deseos.

Caminando por el sendero, comenzaron a imaginar qué desearían si encontraban el árbol. «Yo deseo un perro que pueda hablar», dijo Sofía, mientras todos reían. «¡Yo desearía un unicornio!», exclamó Tomás, con los ojos brillando de emoción. «Yo quiero una casa en un árbol», dijo Clara, mientras Rufina pensaba en su deseo.

Al entrar en el bosque, el aire se volvió fresco y lleno de aromas mágicos. Las hojas susurraban suavemente, y los rayos del sol se filtraban entre los árboles, creando un ambiente encantador. «¿Estás segura de que este árbol existe?», preguntó Clara, un poco dudosa.

«¡Claro que sí! ¡Deben creer!», dijo Rufina con determinación. «Si todos deseamos con fuerza, tal vez lo encontremos». Con el ánimo de todos, continuaron su búsqueda.

Después de caminar un rato, finalmente llegaron a un claro. En el centro del claro, con ramas extendidas y hojas brillantes, estaba el árbol más hermoso que jamás habían visto. Sus ramas estaban adornadas con cintas de colores y pequeñas luces que brillaban como estrellas. «¡Es el árbol de los deseos!», gritaron todos al unísono.

Rufina se acercó, sintiendo una extraña energía. «¿Y ahora qué hacemos?», preguntó emocionada. «Debemos hacer un deseo al mismo tiempo», sugirió Tomás. El grupo se tomó de las manos y cerró los ojos.

«En tres, dos, uno… ¡Deseamos!», gritaron todos juntos. Rufina sintió cómo su corazón latía con fuerza. “Deseo que siempre tengamos aventuras juntos”, pensó con todas sus fuerzas.

De repente, el árbol comenzó a brillar intensamente, y de sus ramas cayeron pequeñas luces que flotaban en el aire como mariposas. Todos se quedaron boquiabiertos al ver la magia. El árbol parecía estar respondiendo a su deseo.

Cuando las luces comenzaron a desaparecer, algo inesperado ocurrió. Del tronco del árbol emergió un pequeño espíritu de luz que se presentó como Lúmina, el guardián del árbol. «¡Hola, niños! He escuchado sus deseos. Estoy aquí para ayudarles a aprender sobre la importancia de los deseos y la amistad».

Rufina miró a Lúmina con asombro. «¿De verdad puedes ayudarnos?». Lúmina sonrió. «Sí, pero primero deben aprender que los deseos no solo son para uno mismo. Ustedes deben entender cómo pueden usar sus deseos para hacer el bien y ayudar a los demás».

«¿Cómo hacemos eso?», preguntó Clara. «Primero, deben aprender a escuchar lo que los demás desean», explicó Lúmina. «A veces, los deseos más poderosos son aquellos que benefician a todos, no solo a uno mismo».

Con eso, Lúmina les mostró una serie de escenas mágicas donde niños de su vecindario deseaban cosas que beneficiaban a los demás. «Miren cómo un deseo de bondad puede hacer sonreír a alguien», dijo mientras mostraba a un niño ayudando a una anciana a cruzar la calle.

«¿Qué podemos hacer nosotros?», preguntó Sofía, sintiendo la responsabilidad. «Siempre hay algo que se puede hacer, incluso en pequeñas acciones», dijo Lúmina. «Tal vez, podrían pensar en lo que sus amigos realmente necesitan y ayudarles a conseguirlo».

Inspirados por las palabras de Lúmina, el grupo decidió hacer un plan. «Podemos hacer una tarde de juegos en la plaza y reunir a todos. Así, todos podrán divertirse juntos», sugirió Tomás. «Y también podríamos preparar bocadillos para compartir», añadió Rufina.

Con el plan en marcha, el grupo regresó a la plaza, entusiasmados por su nueva misión. Juntos, comenzaron a organizar la tarde de juegos, y se aseguraron de invitar a todos sus amigos. Se repartieron las tareas: Sofía y Clara se encargaron de los juegos, mientras que Tomás y Rufina prepararon deliciosos bocadillos.

El día del evento llegó, y el sol brillaba en el cielo. La plaza estaba llena de risas y alegría. Todos los niños del vecindario se unieron a la celebración, y el aire se llenó de diversión y amistad. Los juegos fueron un éxito, y todos disfrutaron de los bocadillos que Rufina y Tomás habían preparado.

Mientras todos jugaban, Lúmina observaba desde la sombra del árbol. «Han aprendido bien», dijo con satisfacción. «Están usando sus deseos para crear felicidad en los demás».

Al final de la tarde, los niños se sentaron en círculo, compartiendo historias y riendo. Rufina se dio cuenta de que no solo habían logrado hacer felices a sus amigos, sino que también se habían divertido juntos. «Esto es mucho mejor que un deseo personal», reflexionó.

De repente, Lúmina apareció ante ellos nuevamente. «Han hecho un gran trabajo, y ahora es el momento de su deseo final», anunció. «¿Qué desean, niños?».

Rufina miró a sus amigos y sonrió. «Deseamos que siempre podamos tener aventuras juntos, compartiendo alegría y ayudando a los demás».

Lúmina sonrió y movió su varita mágica. “Su deseo ha sido concedido. Que siempre tengan amistad y alegría en sus corazones”.

En ese instante, una lluvia de luces brillantes cayó sobre ellos, y el árbol de los deseos comenzó a florecer aún más. Los colores vibrantes llenaron la plaza, y todos los niños comenzaron a bailar y a celebrar. Rufina, Clara, Sofía y Tomás se miraron entre sí, sintiéndose felices y llenos de amor.

A partir de ese día, el árbol de los deseos se convirtió en su lugar especial. Cada vez que se reunían, recordaban cómo sus deseos podían tener un impacto positivo en los demás. Aprendieron que la verdadera magia no estaba solo en los deseos, sino en las acciones que tomaban para hacer del mundo un lugar mejor.

Y así, en el pequeño pueblo de Valle de Alegría, los cuatro amigos siguieron compartiendo aventuras, riendo y creando recuerdos inolvidables, sabiendo que siempre tendrían un lugar mágico donde sus corazones y deseos se unían.

Con el tiempo, el árbol de los deseos se convirtió en un símbolo de amistad y amor en la comunidad. Todos los niños aprendieron a desear el bien para los demás y a trabajar juntos para crear un mundo lleno de alegría. Y aunque las aventuras continuaron, siempre recordarían el valor de los deseos compartidos y la magia de la amistad.

Y así, Rufina y sus amigos vivieron felices, sabiendo que el verdadero valor de un deseo reside en su capacidad de unir a las personas y llenar el mundo de amor y felicidad.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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