En un pequeño pueblo llamado Ensueño, los niños tenían un secreto muy especial: cada noche, cuando el reloj marcaba las nueve y las estrellas comenzaban a parpadear en el cielo, comenzaba una aventura en el mundo de los sueños.
Una noche, cinco amigos —Lucía, Mateo, Sofía, Tomás y Valentina— se prepararon para dormir, sin saber que esa noche sus sueños les preparaban una sorpresa inolvidable. Cada uno, en su cama y bajo sus cálidas mantas, cerró los ojos y, en un instante, se encontraron todos juntos en un lugar mágico llamado el Valle de los Sueños.
El Valle estaba lleno de maravillas: montañas que tocaban las nubes, ríos que brillaban bajo la luz de la luna y árboles cuyas hojas cantaban melodías dulces. Los niños, asombrados y emocionados, decidieron explorar este mundo juntos.
Lucía, que siempre soñaba con volar, encontró un par de alas de mariposa esperándola junto a un árbol centenario. Se las puso y comenzó a volar, riendo y llamando a sus amigos a seguir sus piruetas en el aire.
Mateo, amante de los misterios y las aventuras, descubrió un mapa antiguo que señalaba el camino a una cueva escondida. Convenció a sus amigos de embarcarse en una búsqueda del tesoro, prometiendo emociones y descubrimientos a cada paso.
Sofía, con su amor por la naturaleza y los animales, se sintió atraída por un bosque encantado donde los animales hablaban y compartían historias de antiguos tiempos. Hizo amistad con un zorro sabio que le enseñó el lenguaje de la selva.
Tomás, el más creativo, encontró un lago de pintura donde cada salpicadura creaba una obra de arte nueva. Con pinceles y colores, pintó escenas que cobraban vida y danzaban bajo la luna.
Valentina, quien amaba la música, se topó con un arpa gigante. Al tocarla, las cuerdas desprendían melodías que traían paz y alegría a todo el valle. Pronto, todos los niños se reunieron a su alrededor, cantando y bailando en una fiesta que parecía no tener fin.
Después de horas de risas y juegos, cuando el primer rayo de sol comenzó a iluminar el horizonte, los niños se dieron cuenta de que era hora de volver. Se tomaron de las manos y, con una sonrisa, cerraron los ojos. En un abrir y cerrar de ojos, cada uno despertó en su cama, con el cálido abrazo del sol mañanero entrando por la ventana.
Al encontrarse más tarde en el parque del pueblo, cada uno compartió su aventura, asombrados de lo vivido y lo sentido. Aunque cada sueño había sido diferente, todos habían sentido la misma magia y felicidad.
—¿Creéis que volveremos a soñar con el Valle de los Sueños? —preguntó Tomás, con un brillo de esperanza en los ojos.
—Claro que sí —respondió Lucía, mirando hacia el cielo azul—. Los sueños siempre están ahí, esperando que los vivamos. Y cada noche es una oportunidad para una nueva aventura.
Los niños se abrazaron, sabiendo que esa noche, y muchas otras más, volverían a encontrarse en sueños, explorando mundos nuevos y maravillosos juntos.
Moraleja: Los sueños nos llevan a mundos donde todo es posible, y compartir esos sueños con amigos hace que cada aventura sea aún más especial. Aunque estemos dormidos, nuestros corazones y nuestra imaginación siempre están despiertos, creando recuerdos que durarán para siempre.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.