Cuentos de Fantasía

Vale y el Jardín Mágico

Lectura para 8 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Había una vez una niña llamada Vale. Vale era una niña muy soñadora, siempre imaginando mundos fantásticos y aventuras increíbles. Tenía el cabello largo y rizado, de un bonito color marrón, y siempre vestía vestidos coloridos que reflejaban su espíritu alegre. Vivía en una casa acogedora con su papá, su mamá y su querida conejita, Lupy.

Lupy era una conejita blanca y esponjosa, con grandes orejas y una nariz rosada. Era la mejor amiga de Vale, y juntas pasaban horas jugando y explorando el jardín detrás de su casa. El jardín era un lugar especial para Vale, lleno de flores de todos los colores, mariposas que parecían bailar en el aire y pequeños senderos que conducían a rincones secretos.

Un día, mientras jugaban en el jardín, Vale y Lupy encontraron algo extraordinario. Al mover unas ramas, descubrieron una puerta pequeña y dorada escondida detrás de un arbusto. La puerta tenía un diseño intrincado con dibujos de flores y animales, y parecía brillar con una luz propia.

—Mira, Lupy, ¡una puerta mágica! —exclamó Vale con los ojos llenos de emoción—. Vamos a ver qué hay del otro lado.

Con cuidado, Vale abrió la puerta y, para su sorpresa, se encontraron en un jardín aún más fantástico. Las flores eran gigantescas y brillaban con colores que nunca antes habían visto. Había pequeños seres mágicos que revoloteaban entre las plantas, dejando un rastro de polvo brillante a su paso.

—¡Wow, Lupy! Esto es increíble —dijo Vale mientras exploraban el nuevo jardín.

Caminando por un sendero de piedras luminosas, se encontraron con un hada diminuta. El hada tenía alas transparentes que brillaban como diamantes y un vestido hecho de pétalos de flores.

—Hola, soy Flora, el hada del jardín mágico —dijo el hada con una voz suave y melodiosa—. Bienvenidas a mi hogar. ¿Cómo han llegado hasta aquí?

—Encontramos una puerta mágica en nuestro jardín —explicó Vale—. Me llamo Vale y esta es mi conejita, Lupy.

—Es un placer conocerlas, Vale y Lupy —dijo Flora, sonriendo—. Este jardín está lleno de maravillas y aventuras. Si quieren, puedo mostrarles algunos de los lugares más especiales.

Vale y Lupy aceptaron encantadas, y Flora las llevó a través del jardín mágico. Vieron flores que cantaban melodías dulces, árboles cuyas hojas susurraban historias antiguas, y un estanque donde los peces nadaban en el aire en lugar de en el agua.

De repente, un ruido fuerte y grave interrumpió su paseo. Una nube oscura apareció en el cielo y empezó a cubrir el jardín con una sombra inquietante.

—Oh no, es el gigante Tristón —dijo Flora, preocupada—. Tristón es un gigante que vive en las montañas cercanas. Está muy triste y cada vez que llora, su tristeza afecta al jardín mágico.

—¿Por qué está tan triste? —preguntó Vale.

—Nadie lo sabe con certeza —respondió Flora—. Algunos dicen que perdió algo muy valioso y nunca ha podido encontrarlo.

Vale sintió un impulso de ayudar al gigante Tristón. Sabía que debía hacer algo para devolver la alegría al jardín mágico.

—¿Podemos ir a hablar con él? —preguntó Vale con determinación.

—Es una buena idea, pero tengan cuidado —dijo Flora—. Tristón puede ser muy sensible.

Vale y Lupy siguieron a Flora a través del jardín hasta llegar a una cueva enorme en la base de una montaña. La cueva estaba oscura y fría, y de su interior se escuchaban sollozos profundos.

—Tristón, ¿estás ahí? —llamó Flora con suavidad.

De la cueva emergió un gigante enorme, con ojos tristes y lágrimas que caían como ríos. Al ver a las visitantes, Tristón se detuvo y las miró con curiosidad.

—¿Quiénes son ustedes? —preguntó Tristón con una voz profunda y melancólica.

—Soy Vale, y esta es mi conejita Lupy. Venimos a ayudarte —dijo Vale con una sonrisa amable—. Queremos saber por qué estás tan triste.

Tristón suspiró y se sentó en una roca grande, provocando un leve temblor en el suelo.

—Perdí mi amuleto de la felicidad hace muchos años —explicó Tristón—. Sin él, no puedo sentir alegría y el jardín mágico sufre por mi tristeza.

—Podemos ayudarte a buscarlo —dijo Vale—. Cuéntanos dónde lo viste por última vez.

Tristón les contó que el amuleto se perdió en el bosque encantado, un lugar lleno de misterios y desafíos. Sin dudarlo, Vale, Lupy y Flora se ofrecieron a ir en busca del amuleto.

El bosque encantado era un lugar increíble, con árboles que tocaban el cielo y criaturas mágicas que observaban desde las sombras. Mientras avanzaban, encontraron un grupo de duendes juguetones que les ofrecieron ayuda.

—Sabemos dónde está el amuleto —dijo uno de los duendes—. Pero el camino es peligroso y necesitarán resolver algunos acertijos para llegar hasta él.

Vale aceptó el desafío y, con la ayuda de los duendes, resolvieron varios acertijos ingeniosos. Cada acertijo los acercaba más al amuleto y fortalecía su determinación de ayudar a Tristón.

Finalmente, llegaron a un claro donde un gran roble dorado se erguía majestuosamente. En la base del roble, encontraron el amuleto de la felicidad, brillando con una luz cálida y reconfortante.

—¡Lo encontramos! —exclamó Vale, levantando el amuleto con cuidado.

Regresaron rápidamente a la cueva de Tristón y le entregaron el amuleto. Al recibirlo, los ojos de Tristón se iluminaron y una gran sonrisa apareció en su rostro.

—¡Gracias, gracias! —dijo Tristón con alegría—. Nunca podré agradecerles lo suficiente por devolverme la felicidad.

El jardín mágico volvió a brillar con toda su intensidad, y las sombras desaparecieron. Vale, Lupy y Flora regresaron al jardín, sintiéndose felices y orgullosas de haber ayudado a su nuevo amigo.

Antes de despedirse, Flora les entregó a Vale y Lupy una pequeña semilla dorada.

—Planten esta semilla en su jardín —dijo Flora—. Crecerá y se convertirá en un puente entre nuestro mundo y el suyo, permitiéndoles visitarnos cuando quieran.

Vale y Lupy regresaron a casa y plantaron la semilla en su jardín. Con el tiempo, la semilla creció y se convirtió en un hermoso árbol dorado que brillaba bajo el sol. Cada vez que querían visitar el jardín mágico, todo lo que tenían que hacer era tocar el árbol y una puerta se abría para llevarlas de vuelta al mundo fantástico.

Vale, Lupy, su papá y su mamá vivieron muchas más aventuras, siempre recordando la lección más importante que aprendieron: la bondad y la valentía pueden cambiar el mundo, y la verdadera magia reside en el corazón de aquellos que creen.

Y así, Vale y su familia vivieron felices, sabiendo que el jardín mágico siempre estaría allí para ellos, lleno de maravillas y aventuras esperando ser descubiertas.

Y colorín colorado, este cuento de fantasía se ha acabado.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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