Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de verdes colinas y frondosos árboles, una niña llamada Manuela. Manuela tenía siete años y vivía con sus padres y su hermana mayor, María, en una casa cerca del parque. Manuela era una niña curiosa y llena de vida, siempre dispuesta a explorar y descubrir cosas nuevas.
Un día, mientras jugaba en el parque al lado de su casa, Manuela decidió construir un castillo de arena junto a los columpios. Estaba concentrada en su tarea cuando, de repente, vio un destello brillante entre los arbustos. Manuela se acercó lentamente y, para su sorpresa, encontró un hada pequeña con alas resplandecientes y un vestido verde que brillaba bajo el sol.
«¡Hola!» exclamó Manuela, maravillada. «¿Eres un hada de verdad?»
El hada, que se llamaba Tinker Bell, sonrió y asintió. «Sí, soy Tinker Bell. Vivo en el bosque encantado cerca de aquí. ¿Cuál es tu nombre?»
«Me llamo Manuela,» respondió la niña con una gran sonrisa. «No puedo creer que estoy hablando con un hada. Esto es increíble.»
Manuela y Tinker Bell pasaron la tarde conversando y jugando en el parque. Manuela le contó a Tinker Bell sobre su vida, su familia y su amor por las aventuras. Tinker Bell, a su vez, le habló de su hogar en el bosque encantado y de sus amigos mágicos.
Al día siguiente, Manuela corrió a contarle a su hermana María sobre el hada que había conocido. «¡María, María! Ayer conocí a un hada en el parque. Se llama Tinker Bell y es maravillosa.»
María, que estaba leyendo un libro en el sofá, miró a su hermana con una sonrisa escéptica. «Manuela, a veces tienes una imaginación muy activa. ¿Estás segura de que no lo soñaste?»
Manuela insistió en que había visto a Tinker Bell y decidió que debía mostrarle a su mejor amiga, Tamara. Al día siguiente, llevó a Tamara al parque y esperaron un buen rato cerca de los arbustos donde había visto a Tinker Bell. Justo cuando Tamara comenzaba a perder la paciencia, un destello brillante apareció entre los arbustos.
«¡Ahí está!» gritó Manuela emocionada. Tamara miró hacia donde señalaba Manuela y, para su asombro, vio a Tinker Bell.
«¡Es un hada de verdad!» exclamó Tamara, con los ojos muy abiertos. «Hola, soy Tamara. No puedo creer que estoy viendo un hada.»
Tinker Bell saludó a ambas niñas y se unió a ellas en sus juegos. Las tres se hicieron amigas rápidamente y pasaron muchas tardes jugando juntas en el parque. Manuela, Tamara y Tinker Bell se embarcaron en numerosas aventuras, explorando cada rincón del parque y descubriendo nuevos lugares mágicos.
Un día, mientras jugaban cerca del estanque, Tinker Bell les contó sobre una misión importante. «Hay una vieja leyenda que dice que en el corazón del bosque encantado hay un árbol mágico que concede deseos. Pero últimamente, el árbol ha estado perdiendo su magia porque necesita ser regado con agua del estanque del parque. ¿Me ayudarían a llevar el agua al árbol mágico?»
Manuela y Tamara aceptaron con entusiasmo. «¡Por supuesto que te ayudaremos, Tinker Bell! ¿Cómo podemos hacerlo?» preguntó Manuela.
Cuentos cortos que te pueden gustar
La Música de los Deseos
La Llegada Mágica de Alina
Diana y Lautaro: El guardián de la luna
Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.