Cuentos de Hadas

El Hada del Parque Encantado

Lectura para 1 año

Tiempo de lectura: 4 minutos

Español

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Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de verdes colinas y frondosos árboles, una niña llamada Manuela. Manuela tenía siete años y vivía con sus padres y su hermana mayor, María, en una casa cerca del parque. Manuela era una niña curiosa y llena de vida, siempre dispuesta a explorar y descubrir cosas nuevas.

Un día, mientras jugaba en el parque al lado de su casa, Manuela decidió construir un castillo de arena junto a los columpios. Estaba concentrada en su tarea cuando, de repente, vio un destello brillante entre los arbustos. Manuela se acercó lentamente y, para su sorpresa, encontró un hada pequeña con alas resplandecientes y un vestido verde que brillaba bajo el sol.

«¡Hola!» exclamó Manuela, maravillada. «¿Eres un hada de verdad?»

El hada, que se llamaba Tinker Bell, sonrió y asintió. «Sí, soy Tinker Bell. Vivo en el bosque encantado cerca de aquí. ¿Cuál es tu nombre?»

«Me llamo Manuela,» respondió la niña con una gran sonrisa. «No puedo creer que estoy hablando con un hada. Esto es increíble.»

Manuela y Tinker Bell pasaron la tarde conversando y jugando en el parque. Manuela le contó a Tinker Bell sobre su vida, su familia y su amor por las aventuras. Tinker Bell, a su vez, le habló de su hogar en el bosque encantado y de sus amigos mágicos.

Al día siguiente, Manuela corrió a contarle a su hermana María sobre el hada que había conocido. «¡María, María! Ayer conocí a un hada en el parque. Se llama Tinker Bell y es maravillosa.»

María, que estaba leyendo un libro en el sofá, miró a su hermana con una sonrisa escéptica. «Manuela, a veces tienes una imaginación muy activa. ¿Estás segura de que no lo soñaste?»

Manuela insistió en que había visto a Tinker Bell y decidió que debía mostrarle a su mejor amiga, Tamara. Al día siguiente, llevó a Tamara al parque y esperaron un buen rato cerca de los arbustos donde había visto a Tinker Bell. Justo cuando Tamara comenzaba a perder la paciencia, un destello brillante apareció entre los arbustos.

«¡Ahí está!» gritó Manuela emocionada. Tamara miró hacia donde señalaba Manuela y, para su asombro, vio a Tinker Bell.

«¡Es un hada de verdad!» exclamó Tamara, con los ojos muy abiertos. «Hola, soy Tamara. No puedo creer que estoy viendo un hada.»

Tinker Bell saludó a ambas niñas y se unió a ellas en sus juegos. Las tres se hicieron amigas rápidamente y pasaron muchas tardes jugando juntas en el parque. Manuela, Tamara y Tinker Bell se embarcaron en numerosas aventuras, explorando cada rincón del parque y descubriendo nuevos lugares mágicos.

Un día, mientras jugaban cerca del estanque, Tinker Bell les contó sobre una misión importante. «Hay una vieja leyenda que dice que en el corazón del bosque encantado hay un árbol mágico que concede deseos. Pero últimamente, el árbol ha estado perdiendo su magia porque necesita ser regado con agua del estanque del parque. ¿Me ayudarían a llevar el agua al árbol mágico?»

Manuela y Tamara aceptaron con entusiasmo. «¡Por supuesto que te ayudaremos, Tinker Bell! ¿Cómo podemos hacerlo?» preguntó Manuela.

Tinker Bell les explicó que necesitarían recolectar agua del estanque en pequeños frascos mágicos que ella les daría. Las niñas llenaron los frascos con cuidado y siguieron a Tinker Bell hacia el bosque encantado. Durante el trayecto, encontraron varios desafíos, como cruzar un puente inestable y evitar a un grupo de traviesos duendes del bosque. Pero, con la ayuda de Tinker Bell y su magia, lograron superar todos los obstáculos.

Finalmente, llegaron al corazón del bosque encantado, donde encontraron el árbol mágico. Era un árbol majestuoso con hojas doradas y una corteza brillante que parecía irradiar luz propia. Tinker Bell les indicó que vertieran el agua del estanque en las raíces del árbol. Con mucho cuidado, Manuela y Tamara vaciaron los frascos, observando con asombro cómo el árbol absorbía el agua y comenzaba a brillar aún más intensamente.

De repente, el árbol emitió un suave susurro, como si estuviera agradeciendo a las niñas por su ayuda. Tinker Bell sonrió y les explicó que el árbol mágico ahora podría seguir concediendo deseos y mantener el equilibrio en el bosque encantado.

«Gracias, Manuela y Tamara. Sin su ayuda, el árbol mágico podría haber perdido su poder para siempre,» dijo Tinker Bell con gratitud.

Las niñas se sintieron muy orgullosas de haber ayudado y de haber vivido una aventura tan increíble. Prometieron regresar al bosque encantado para visitar a Tinker Bell y seguir explorando sus secretos mágicos.

Con el paso del tiempo, Manuela, Tamara, Tinker Bell y María continuaron viviendo muchas aventuras juntas. Cada día traía nuevas sorpresas y descubrimientos, y su amistad se fortalecía con cada experiencia compartida. Aprendieron que, con valentía y colaboración, podían superar cualquier desafío y que la magia verdadera residía en la bondad y el amor que compartían.

Y así, en un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes y árboles frondosos, Manuela, Tamara, Tinker Bell y María vivieron felices, disfrutando de cada momento y sabiendo que siempre tendrían la compañía de sus amigas mágicas.

Fin.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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