En la tierra de los sueños, donde las nubes danzaban suavemente y los ríos cantaban canciones suaves, existía un bosque muy especial. En ese bosque, los árboles no solo crecían altos y verdes, sino que también cantaban melodías dulces que llenaban el aire de alegría. Por las noches, las luciérnagas tejían luces mágicas como si hicieran una alfombra brillante que iluminaba cada rincón del bosque.
En ese lugar maravilloso vivía una pequeña hada llamada Lila. Lila era muy pequeñita, con alas transparentes que brillaban al sol como si estuvieran hechas de cristales diminutos. Tenía el cabello del color de las flores de lavanda y siempre llevaba una varita hecha con ramitas y pétalos.
Lila tenía una misión muy especial: cuidar el Jardín de los Sueños Olvidados. Este jardín no era como cualquier otro, pues allí florecían los recuerdos y los deseos que las personas ya no recordaban. Las flores brillaban con colores vivos que cambiaban según el sueño que representaban, y sobre ellas revoloteaban mariposas de colores, pequeñas y delicadas, que parecían guardar secretos muy antiguos.
Pero Lila tenía un problema: a veces se sentía triste y pensaba que su trabajo no era importante. “¿De qué sirve cuidar estos sueños si nadie los recuerda?”—se preguntaba—“¡Nadie piensa en ellos y tal vez desaparezcan para siempre!”. Cada día regaba las flores con gotas de rocío mágico, ordenaba las mariposas y limpiaba las hojas, pero sentía que su trabajo era invisible y sin valor.
Un día, mientras Lila caminaba entre las flores, regando las pequeñas semillas y rozando las hojas con suavidad, escuchó un llanto muy suave que venía de un rincón del jardín. Curiosa y con el corazón lleno de bondad, siguió el sonido hasta encontrar una mariposa atrapada en una telaraña. Sus alas eran doradas como el sol de la mañana, pero estaban pegadas y ella se movía despacito intentando escapar.
—No te preocupes, pequeña —dijo Lila con voz dulce—, te ayudaré.
Con mucho cuidado usó una ramita para separar los hilos pegajosos uno a uno, hasta que la mariposa dorada quedó libre y pudo revolotear felizmente.
—¡Gracias, amable hada! —dijo la mariposa—. Soy un sueño olvidado de una niña que siempre deseaba volar alto en el cielo. Si no fuera por este jardín, desaparecería para siempre y con él, su deseo de libertad y alegría.
Lila estaba sorprendida. Nunca había pensado que los sueños olvidados eran tan importantes para alguien. Por primera vez, sintió que su trabajo tenía un verdadero propósito.
—¿Quieres quedarte conmigo y ayudarme a cuidar este jardín? —preguntó la mariposa—. Juntas podemos hacer que nunca nadie olvide estos deseos y sueños hermosos.
La mariposa se posó en el hombro de Lila y juntas siguieron caminando entre las flores brillantes y las mariposas de colores que revoloteaban contentas. Lila empezó a mirar con otros ojos el jardín. Descubrió flores con pétalos rojos que representaban el deseo de valentía, aquellas que llevaban canciones de amistad y muchas otras que guardaban aventuras imaginarias de niños que soñaban con explorar mundos nuevos.
A medida que exploraba, Lila encontró una flor azul muy grande con destellos plateados.
—Esta es la flor del sueño de un niño que quería ser músico —explicó la mariposa—. A veces, sus canciones se olvidan, pero aquí cantan por siempre, para que el sueño no muera.
Más adelante, divisaron mariposas de todos los colores, algunas pequeñas, otras un poco más grandes, que eran los sueños de diferentes niños y niñas: unos querían ser artistas, otros astronautas, algunos solo deseaban tener un amigo fiel para jugar.
Lila sintió un calor en el corazón. Comprendió que cada flor y cada mariposa era un pedacito de esperanza y alegría que nunca debía desaparecer. Pensó en todas las veces que alguien olvidaba sus sueños cuando crecía o cuando tenía miedo, pero allí, en el Jardín de los Sueños Olvidados, todos esos deseos y recuerdos tenían un hogar seguro.
De repente, escucharon una voz muy suave que venía de detrás de un arbusto de flores doradas.
—¡Ayuda, por favor! —llamó la voz.
Lila y la mariposa dorada buscaron y encontraron a un pequeño gnomo llamado Timo, que había quedado atrapado en unas raíces espinosas. Timo parecía preocupado y cansado.
—¿Qué haces aquí, Timo? —preguntó Lila—. ¿Necesitas ayuda?
—Sí —respondió el gnomo—. Venía a buscar un sueño para conservar, pero me quedé atrapado en estas raíces porque el jardín es tan grande y mágico que a veces se vuelve difícil de recorrer.
Lila sonrió y con ayuda de la mariposa liberó a Timo. El gnomo, agradecido, les contó que él se encargaba de cuidar las semillas que todavía no habían brotado. Eran aquellos sueños que las personas aún no recordaban, pero que podían crecer y brillar algún día.
Juntos, Lila, la mariposa y Timo recorrieron el jardín, cuidando cada flor y cada sueño. Lila comprendió que no solo los sueños olvidados tenían valor, sino también los que todavía estaban por nacer.
El sol comenzó a ponerse y el bosque de los sueños se iluminó con miles y miles de luciérnagas. Lila miró alrededor y sintió una gran alegría. Por fin sabía que su trabajo era muy importante; cada día ayudaba a que la magia de los sueños nunca desapareciera. Los sueños olvidados eran la esperanza que nunca dejaba de brillar, un tesoro guardado en el corazón de la tierra de los sueños.
Desde ese día, Lila se sintió feliz y llena de energía. Junto con la mariposa dorada y el pequeño gnomo Timo, cuidaba el Jardín de los Sueños Olvidados con más cariño que nunca. Sabía que aunque nadie viera ese jardín, en algún lugar, los niños y niñas guardaban dentro de sí todos esos deseos y esperanzas que un día iluminarían sus vidas.
Y así, en el mágico bosque donde los árboles cantaban y las luces tejían caminos de estrellas, el Jardín de los Sueños Olvidados siguió floreciendo y creando un mundo donde todas las esperanzas silenciosas y los sueños que nunca mueren, pueden vivir para siempre. Porque a veces, cuidar lo que no se ve es lo más importante de todo.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.