En un pequeño pueblo rodeado de montañas verdes y ríos brillantes, vivía una niña llamada Lina. Lina era una niña curiosa, llena de sueños y con una imaginación desbordante. Cada noche, al cerrar los ojos, se dejaba llevar por cuentos de hadas donde los príncipes, las criaturas mágicas y los lugares encantados cobraban vida. Sin embargo, había algo muy especial en Lina: siempre estaba dispuesta a ayudar a los demás y a hacer amigos nuevos.
Una mañana soleada, Lina decidió aventurarse más allá de su jardín. Mientras caminaba por un sendero cubierto de flores coloridas, escuchó un suave susurro. Siguiendo esa melodía alegre, se encontró con un magnífico árbol. Este no era un árbol común, pues su tronco brillaba con un destello dorado y sus hojas parecían estar hechas de esmeraldas. Wow, pensó Lina, ¡qué hermoso es este árbol!
De pronto, el árbol habló. — Hola, Lina. Soy el Árvore de los Sueños Perdidos. Cada vez que un niño deja de soñar, una parte de sus sueños queda atrapada en mí. Por eso he estado esperando a alguien especial, y tú eres esa persona.
Lina se sorprendió. No solo era un árbol mágico, sino que también hablaba. — ¿Qué puedo hacer para ayudarte, querido árbol? —preguntó con interés.
— Necesito que me ayudes a liberar los sueños de los niños que están atrapados dentro de mí. Para hacerlo, debes entrar en el Reino Encantado de los Sueños Perdidos —dijo el árbol con una voz suave y melodiosa. — Pero cuidado, existen retos y criaturas mágicas que podrían intentar detenerte.
Sin dudarlo, Lina aceptó la misión. Con un parpadeo, el árbol la envolvió con un brillo dorado, y en un instante, se encontró en un lugar maravilloso. Había nubes de algodón de azúcar, ríos de chocolate derretido y flores que cantaban hermosas melodías. Pero Lina sabía que su tarea apenas comenzaba.
Camino por un sendero brillante y encontró un puente colgante que la llevó a una isla mágica. Allí, conoció a un pequeño hada llamada Estela. Estela era juguetona y veloz, con alas que brillaban como estrellas. — ¡Hola, Lina! He estado observándote. ¿Te gustaría ser mi amiga? —dijo el hada volando a su alrededor.
— ¡Sí, me encantaría! Pero estoy aquí por una razón. Debo liberar los sueños perdidos —explicó Lina.
— ¡Eso suena emocionante! Puedo ayudarte. Pero el primer reto será encontrar la Llave del Sueño, que está custodiada por el Dragón de las Sombras. — Estela sonrió y agitó sus alas, haciendo que un pequeño brillo iluminara sus rostros.
Sin perder tiempo, Lina y Estela se dirigieron hacia la cueva donde habitaba el Dragón de las Sombras. Al llegar, se encontraron con un dragón grande y espinoso, que tenía ojos muy tristes. Lina sintió compasión al verlo. — Hola, Dragón de las Sombras, soy Lina y esta es mi amiga Estela. ¿Por qué estás tan triste?
— Oh, querida Lina, algún día fui un dragón feliz que volaba en el cielo. Pero un día perdí mi magia y ahora sólo puedo cuidar de la Llave del Sueño. Nadie ha querido ayudarme. — Su voz era profunda y dolorosa.
Lina pensó un momento y decidió ayudar al dragón. — ¿Qué necesitas para recuperar tu felicidad, amigo Dragón? —preguntó con dulzura.
— La magia que he perdido se encuentra en los sueños de los niños. Si logras liberar los sueños de los que están atrapados en el Árbol de los Sueños Perdidos, recuperaré mi poder y podré sonreír de nuevo. — El dragón miró a Lina con una esperanza renovada.
Lina sintió que estaba en lo correcto. — Entonces, vamos a liberar esos sueños juntos. — Sonrió y tomó la mano de Estela, mientras el Dragón la seguía.
En su camino, se encontraron con muchas criaturas mágicas y superaron distintos obstáculos. Ayudaron a un unicornio atrapado en una red de estrellas, sanaron a un pajarito que tenía un ala lastimada y amigos en cada rincón del reino. Cada vez que un sueño era liberado, el Dragón de las Sombras se iluminaba más y más.
Cuando llegaron de nuevo al árbol, el brillo del Árbol de los Sueños Perdidos era más fuerte. De repente, el árbol comenzó a arrojar una lluvia de lucecitas que se transformaron en los sueños perdidos de los niños. Lina pudo ver los sueños cobrar vida y volar hacia el cielo, felices y libres.
El Dragón de las Sombras comenzó a brillar y a transformar su figura. Las escamas grises comenzaron a dorarse, y una gran sonrisa apareció en su rostro. — ¡Lo lograste, Lina! ¡Ahora tengo mi magia de vuelta! —exclamó lleno de alegría.
Lina sonrió con satisfacción. Juntos, el dragón, Estela y ella se dirigieron de nuevo al Árbol de los Sueños Perdidos. — Gracias por ayudarme, Lina. Mi magia regresa, y con ella, puedo cumplir los sueños de los niños. — Dijo el dragón, ahora lleno de energía.
Mientras la niebla dorada rodeaba a Lina, Estela y el dragón, el árbol comenzó a hablar nuevamente. — Gracias por ayudar a liberar los sueños. Has demostrado que la bondad y la amistad pueden superar cualquier reto. Ahora puedes regresar a tu hogar.
Lina miró a su alrededor y vio cómo todo el reino brillaba con los colores más hermosos. — Nunca olvidaré esta aventura ni a mis nuevos amigos.
Con un parpadeo, Lina se encontró de nuevo en su jardín, con el sonido de las flores cantando suavemente a su alrededor. Sonrió, sabiendo que siempre llevaría consigo la magia del Reino Encantado de los Sueños Perdidos.
Desde entonces, cada noche, antes de dormir, Lina recordaba su aventura y se aseguraba de soñar en grande. La amistad, la bondad y la perseverancia siempre la acompañarían, enseñándole que los sueños son magia en sí mismos, y que cada uno de nosotros puede ayudar a otros a encontrar los suyos. Así, Lina vivió feliz, con un corazón lleno de sueños y risas, lista para enfrentar cualquier aventura que la vida le trajera.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.