En un lugar muy lejano, en el corazón de un bosque mágico, vivían cinco amigos muy especiales. Había un Unicornio de brillante pelo blanco, una Bruja amable que siempre sonreía, un Dragón de escamas relucientes, un Hada pequeña que podía hacer brillar las estrellas y una Rana que soñaba con ser un gran aventurero. Todos ellos eran muy diferentes, pero su amistad era más fuerte que cualquier hechizo o dragón que pudieran encontrar.
Un día, el Unicornio, que se llamaba Luminor, sugirió que fueran a explorar el Bosque de los Susurros, un lugar donde se decía que crecía un árbol muy especial cuyas raíces tenían el poder de conceder deseos. La Bruja, conocida como Brisa, estaba emocionada, ya que siempre había soñado con ver ese legendario árbol. El Dragón, que se llamaba Fuego, aleteó feliz y dejó escapar una pequeña columna de humo, mientras que el Hada, llamada Estrella, danzaba alrededor de ellos con su varita brillante. La Rana, que se llamaba Roco, saltó de alegría y dijo: «¡Vamos, amigos! ¡Hoy será un gran día de aventuras!»
Así, juntos comenzaron su travesía hacia el Bosque de los Susurros. Mientras caminaban, Roco, que era muy curioso, preguntó: «¿Qué deseo pedirían si logramos llegar al árbol?» Luminor, siempre optimista, respondió: «Yo desearía que todos los seres mágicos del bosque vivieran en paz y armonía para siempre.» Brisa, con su voz suave, dijo: «Yo desearía recuperar un antiguo libro de hechizos perdido, que tiene historias maravillosas y consejos sobre la magia.» Fuego, con un brillo en sus ojos, añadió: «Yo desearía ser el dragón más fuerte y protector del reino.» Estrella sonrió y dijo: «Yo solo deseo iluminar la vida de todos mis amigos.» Y luego, todos miraron a Roco, que se quedó pensativo.
«Yo deseo ser valiente», dijo finalmente Roco, «y tener aventuras como ustedes.» Sus amigos se sonrieron, apoyando sus deseos llenos de amor y aspiraciones.
Después de un rato de caminar, se encontraron con un pequeño río que tenían que cruzar. El agua brillaba y parecía estar llena de estrellas. «¿Cómo cruzaremos?», preguntó Roco nervioso. «Yo puedo volar a todos sobre el río», dijo Estrella emocionada. Sin embargo, Brisa sugirió: «Podemos construir un puente con ramas y hojas; eso sería más divertido.» Y así, juntos se pusieron a trabajar. Luminor usó su magia para hacer que las ramas se unieran, y Fuego, soplando suavemente, hizo que las hojas se quedaran en su lugar. Pronto, un mágico puente se formó, lo que les permitió cruzar el río con facilidad.
Al llegar al otro lado, encontraron una hermosa llanura llena de flores brillantes y mariposas que danzaban en el aire. Pero, de repente, escucharon un fuerte rugido. Era un Dragón grande y aterrador que estaba a la orilla de un lago. «¡Váyanse de aquí! ¡Este lugar es mío!», gritó, con humo saliendo de su boca. Luminor y sus amigos se asustaron, pero Roco se adelantó y le dijo con valentía: «¡Espera! Solo estamos de paso y venimos en paz. Queremos ver el árbol de los deseos.» El Dragón se detuvo, sorprendido por la valentía de la pequeña Rana.
«¿Por qué deberían tener ese deseo?», preguntó el Dragón, que se llamaba Tormenta. «Porque deseamos ayudar a todos a vivir en paz,» respondió Roco. «Todos tenemos deseos que pueden hacer del mundo un lugar mejor.» Tormenta se quedó pensando y, después de unos momentos, dijo: «Si pueden demostrarme que realmente tienen buenos corazones, entonces podría dejarlos pasar.»
Brisa pensó rápidamente y propuso: «Podemos realizar un acto de bondad. ¿Qué te parece si recolectamos flores para alegrar tu lago?» Tormenta se sintió conmovido por la propuesta. Los amigos se pusieron a trabajar, recolectando flores de la llanura y decorando el borde del lago con ellas. Al ver el lago florecido, Tormenta sonrió de la forma más inesperada. “Está hermoso”, dijo, y en ese instante, se dio cuenta de que la amistad y la bondad eran más poderosas que cualquier acto de fuerza.
Así, el Dragón les permitió continuar su camino hacia el árbol de los deseos, ahora con el corazón más ligero. Al llegar, se sintieron pequeños ante la enorme majestuosidad del árbol, cuyas raíces brillaban como oro. «Es impresionante», susurró Estrella, maravillada.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.