En un reino muy lejano, donde las casas eran de colores y las calles siempre estaban llenas de música, vivían cinco personajes muy particulares: Flavio, el ladrón más astuto, pero amable del reino; Rey Sergio, un monarca de buen corazón, pero un poco despistado; Reina Michel, su esposa, que tenía un carácter tan fuerte como su voz; Mendigo Arturo, el amigo de todos, siempre con una sonrisa pese a su mala suerte; y la esposa de Arturo, una mujer de fuerte temperamento que hacía temblar hasta los gatos del barrio.
La historia comienza en una mañana soleada, cuando Flavio, mientras se escondía después de «tomar prestado» un pastel, escuchó a su amigo Arturo lamentándose. Arturo deseaba con todo su corazón contratar un abogado para poder vivir una vida tranquila, lejos de los regaños y las sartenes voladoras de su esposa. Pero, ¡ay!, no tenía ni un centavo.
Flavio, movido por la amistad, propuso un plan audaz: irían al castillo a pedir ayuda al Rey Sergio. Sabía que el rey, pese a ser un poco olvidadizo, tenía un gran corazón. Así que, con sus bolsillos vacíos, pero con esperanza, partieron hacia el castillo.
Al llegar, encontraron al Rey Sergio en el jardín, hablando solo sobre lo mucho que deseaba ir a pescar y lo poco que le gustaba escuchar los sermones de la Reina Michel sobre gastar demasiado dinero en lombrices. Flavio y Arturo se miraron y supieron que ese era su momento.
«Su majestad», comenzó Flavio con su voz más convincente, «mi amigo Arturo necesita su ayuda. Desea una vida mejor, pero para ello necesita un poco de su generosidad».
El Rey Sergio, que estaba aburrido de contar pétalos de flores, vio en ellos una oportunidad para hacer algo bueno. Estaba a punto de acceder cuando la Reina Michel apareció, con una mirada que podría congelar la sopa.
«¡Ni un centavo!», exclamó. «¡Ya bastante tenemos con tus gastos en anzuelos y lombrices, Sergio!»
Desilusionados, Flavio y Arturo comenzaron a alejarse, pero entonces, el Rey Sergio, quien rara vez tenía una idea audaz, susurró: «Esta noche, en el jardín. Tengo un plan».
Esa noche, bajo un cielo estrellado, Flavio y Arturo se reunieron con el Rey Sergio, quien llevaba una bolsa llena de oro. «Nos vamos a Bonanza», anunció. «Un lugar donde no hay regaños, y puedo pescar todo el día».
Con los ojos brillantes de emoción y los bolsillos llenos, el trío se embarcó en la aventura de sus vidas. Viajaron de noche, contando historias y soñando con su nuevo hogar.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.