En una tranquila mañana de primavera, Ekaterina, Axel y Barbie se encontraban en el parque del barrio, disfrutando de un día libre de la escuela. Ekaterina, una niña inteligente y curiosa, tenía un dolor de cabeza debido a tantas horas de estudio la noche anterior. Axel, su mejor amigo, era conocido por su sentido del humor y sus travesuras, siempre buscando la manera de hacer reír a todos. Barbie, siempre alegre y llena de energía, era la encargada de mantener el grupo unido.
Ese día, mientras jugaban cerca del columpio, Ekaterina decidió sentarse en un banco y descansar un poco. Axel, viendo la oportunidad perfecta para una broma, comenzó a planear su siguiente travesura. Se acercó sigilosamente a Ekaterina y Barbie, que estaban conversando, y sin que ellas lo notaran, soltó un sonoro y estruendoso pedo.
El ruido fue tan inesperado que Ekaterina y Barbie quedaron completamente sorprendidas. Barbie, con su característica dramatización, abrió los ojos desmesuradamente y, fingiendo un desmayo, cayó al suelo con un exagerado movimiento de brazos. Ekaterina, a pesar de su dolor de cabeza, no pudo evitar reírse de la situación. La risa contagiosa de Ekaterina hizo que Axel se uniera, y pronto, los tres amigos estaban riendo a carcajadas.
Barbie, siempre lista para seguir con la diversión, se levantó del suelo y comenzó a planear una pequeña venganza contra Axel. «Si él cree que puede asustarnos, nosotros también podemos sorprenderlo», pensó. Así que, mientras Axel estaba distraído mirando su teléfono, Barbie y Ekaterina recogieron unas hojas secas y se las pusieron en la cabeza.
Cuando Axel se dio cuenta de lo que estaban haciendo, ya era demasiado tarde. Se levantó rápidamente y comenzó a sacudir su cabeza para deshacerse de las hojas, lo que provocó más risas entre los amigos. Después de un rato, Axel decidió que era momento de disculparse por su travesura inicial. «Lo siento, chicas. Solo quería hacerlas reír», dijo con una sonrisa sincera.
Ekaterina, que ya se sentía mucho mejor gracias a las risas, respondió: «No te preocupes, Axel. Siempre sabes cómo alegrarnos el día». Barbie, abrazando a sus amigos, agregó: «Eso es lo que más me gusta de nosotros. Siempre encontramos la manera de divertirnos, incluso en los momentos más inesperados».
El resto del día transcurrió sin más incidentes, pero con muchas más risas y juegos. Los tres amigos continuaron explorando el parque, inventando historias y disfrutando de la compañía mutua. La pequeña travesura de Axel se convirtió en una anécdota más para recordar y reír en el futuro.
Al final del día, mientras el sol comenzaba a ponerse, los tres amigos se sentaron en el césped, contemplando el cielo que se tornaba anaranjado. «Hoy ha sido un día increíble», dijo Ekaterina, con una sonrisa de satisfacción en el rostro. Axel y Barbie asintieron, sabiendo que a pesar de las pequeñas travesuras, lo más importante era la amistad que los unía.
«¿Quién hubiera pensado que un simple pedo podría darnos tanta diversión?», comentó Axel, y todos volvieron a reír. Ekaterina, abrazando a sus amigos, pensó en lo afortunada que era de tenerlos a su lado. Y así, con risas y amistad, concluyó un día más lleno de aventuras y momentos inolvidables.
Desde entonces, cada vez que alguno de ellos tenía un mal día, recordaban la gran aventura del gas misterioso y no podían evitar sonreír. Porque, después de todo, la verdadera amistad se mide en risas compartidas y travesuras inocentes.
Mientras la noche se cernía sobre el parque, los tres amigos se dirigieron a la casa de Ekaterina, donde habían planeado tener una pijamada. Sus padres habían preparado todo tipo de bocadillos y bebidas para que los niños disfrutaran al máximo. Al llegar, se instalaron en la sala de estar con una pila de películas y juegos de mesa.
Axel, siempre el bromista, propuso un juego de contar historias de miedo. «Cada uno de nosotros tiene que inventar una historia espeluznante», dijo con un tono misterioso. Ekaterina y Barbie aceptaron el desafío con entusiasmo, sabiendo que sería otra oportunidad para divertirse.
Ekaterina comenzó con su historia sobre una casa embrujada en lo profundo del bosque, donde se escuchaban ruidos extraños y apariciones misteriosas. Axel y Barbie la escuchaban con atención, a veces soltando pequeños gritos de sorpresa fingida para añadir al ambiente.
Luego fue el turno de Barbie, quien contó una historia sobre un gato negro que podía desaparecer y reaparecer a voluntad, asustando a los habitantes de una pequeña aldea. Su narración fue tan vívida que hasta Axel, el más valiente del grupo, se sintió un poco nervioso.
Finalmente, Axel tomó la palabra. Decidió contar una historia sobre un parque que, durante la noche, cobraba vida y donde los columpios se balanceaban solos, y las risas de los niños que alguna vez jugaron allí resonaban en el aire. La sala estaba en silencio, solo interrumpido por las voces y risas nerviosas de los amigos.
Después de la ronda de historias de miedo, se dieron cuenta de que era hora de algo más alegre. Decidieron jugar a «charadas», un juego donde uno de ellos tenía que actuar sin hablar mientras los otros adivinaban lo que estaba representando. Las ocurrencias de Axel tratando de imitar a un pato bailarín hicieron que todos se doblaran de la risa.
Ekaterina, a pesar de su dolor de cabeza inicial, se sentía mucho mejor. Riendo junto a sus amigos, se dio cuenta de que no importaba cuán difícil pudiera ser el día, siempre podía contar con Axel y Barbie para animarla. Los juegos continuaron hasta bien entrada la noche, hasta que el cansancio comenzó a hacer mella en ellos.
Decidieron hacer una pausa y prepararse para dormir. Se acomodaron en los sacos de dormir que habían traído, cada uno con una linterna en la mano, haciendo sombras con las manos en el techo, creando historias nuevas a partir de las formas que proyectaban. Axel, siempre creativo, hizo una sombra que parecía un dragón, mientras que Barbie hizo una mariposa que parecía volar por la habitación.
«Somos los mejores amigos del mundo», dijo Ekaterina, mirando a sus compañeros con cariño. Barbie y Axel asintieron con una sonrisa. «Y siempre encontraremos la manera de divertirnos, sin importar qué», añadió Axel.
Finalmente, el sueño venció a los tres amigos, y la sala quedó en silencio, solo interrumpida por los suaves susurros de la noche. La pijamada había sido todo un éxito, llena de risas, historias y juegos. Ekaterina, Axel y Barbie, envueltos en sus sacos de dormir, soñaron con nuevas aventuras y travesuras por venir.
Al día siguiente, se despertaron con el sol brillando a través de las ventanas. Se desperezaron y se levantaron con energía renovada. Mientras desayunaban, Ekaterina sugirió que podrían hacer una cápsula del tiempo con recuerdos de sus días juntos. «Así, cuando seamos mayores, podremos recordar todos estos momentos divertidos», dijo.
Todos estuvieron de acuerdo y pasaron la mañana recolectando pequeños objetos que representaban sus aventuras: una hoja seca del parque, una foto de los tres juntos, una pluma de la almohada de Barbie que siempre llevaba a las pijamadas, y una nota escrita por cada uno. Enterraron la cápsula en el jardín de Ekaterina, prometiendo desenterrarla en diez años.
Con el corazón lleno de alegría y la promesa de futuras aventuras, los tres amigos se despidieron. Sabían que la verdadera magia de su amistad estaba en los momentos compartidos y en la capacidad de encontrar alegría, incluso en las cosas más simples y cotidianas.
Y así, con una despedida y la certeza de que volverían a reunirse para nuevas travesuras, Ekaterina, Axel y Barbie cerraron un capítulo más de su inolvidable amistad.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.