Había una vez un niño muy curioso llamado Ethan. Ethan tenía tres años y el cabello castaño corto. Le encantaban los dinosaurios más que nada en el mundo. Tenía pijamas con estampados de dinosaurios, juguetes de dinosaurios y, por supuesto, muchos libros sobre dinosaurios. Su mamá, Rocío, era una mujer joven de 25 años con el cabello moreno largo. Ella también disfrutaba de los dinosaurios porque sabía cuánto le gustaban a Ethan.
Cada noche, antes de dormir, Rocío le leía a Ethan una historia de dinosaurios. Juntos se imaginaban cómo eran los dinosaurios, qué comían y cómo vivían. Una noche especial, después de un día lleno de aventuras en el parque, Ethan y su mamá se acomodaron en la cama con un libro nuevo de dinosaurios.
«¿Estás listo para nuestra historia de hoy, Ethan?» preguntó Rocio con una sonrisa.
«¡Sí, mamá! ¡Estoy listo!» respondió Ethan con entusiasmo, abrazando su peluche de Tiranosaurio Rex.
Rocío comenzó a leer el cuento, que trataba sobre un pequeño dinosaurio llamado Dino que quería encontrar a sus amigos en el valle perdido. A medida que leía, Ethan escuchaba atentamente, imaginándose cada detalle de la historia. Poco a poco, sus ojos se fueron cerrando y tanto Ethan como Rocío cayeron en un sueño profundo.
De repente, se encontraron en un lugar muy diferente. Estaban en un mundo lleno de vegetación exuberante, enormes árboles y, lo más sorprendente, ¡dinosaurios de todos los tamaños y colores caminando a su alrededor!
«Mamá, ¿dónde estamos?» preguntó Ethan, mirando con asombro a su alrededor.
«No lo sé, Ethan, pero parece que estamos en la tierra de los dinosaurios,» respondió Rocío, tan sorprendida como él.
Frente a ellos apareció un pequeño dinosaurio verde que parecía muy amistoso. «¡Hola! Soy Dino. Bienvenidos a la tierra de los dinosaurios. ¿Cómo llegaron aquí?»
Ethan, con los ojos muy abiertos, respondió, «¡Estábamos leyendo sobre ti en nuestro libro antes de dormir! ¿Es esto un sueño, mamá?»
Rocío le sonrió y le acarició el cabello. «No estoy segura, Ethan, pero parece muy real. Vamos a disfrutar de esta aventura y a conocer más sobre los dinosaurios.»
Dino los guió por el valle, presentándoles a muchos de sus amigos dinosaurios. Había Triceratops con tres grandes cuernos, Brachiosaurus con largos cuellos que llegaban hasta las copas de los árboles, y Pteranodones que volaban alto en el cielo. Ethan estaba fascinado con cada uno de ellos.
«Mira, mamá, ¡es un Estegosaurio!» exclamó Ethan señalando a un dinosaurio con placas en la espalda.
«¡Sí, Ethan! Es increíble verlo de cerca,» respondió Rocío, tan emocionada como su hijo.
Dino los llevó a su lugar favorito, un claro en el bosque donde los dinosaurios jóvenes jugaban y aprendían. Allí conocieron a un grupo de pequeños dinosaurios que estaban practicando cómo rugir.
«¿Quieren intentarlo?» les preguntó Dino.
Ethan y Rocío se unieron a los pequeños dinosaurios y trataron de rugir tan fuerte como podían. Todos se rieron y disfrutaron del tiempo juntos, compartiendo historias y juegos. La mamá de Ethan le explicó que rugir no era solo para asustar a los demás, sino también para comunicarse y decir cosas importantes, como cuando se sentían felices o cuando encontraban algo interesante.
A medida que avanzaba el día en el mundo de los dinosaurios, Ethan y Rocío aprendieron muchas cosas nuevas. Descubrieron cómo los dinosaurios cuidaban sus huevos en nidos grandes y protegidos. Aprendieron que algunos dinosaurios eran herbívoros y solo comían plantas, mientras que otros eran carnívoros y comían carne. También vieron a los dinosaurios trabajando juntos para construir refugios y protegerse de las tormentas.
Uno de los momentos más emocionantes fue cuando Dino los llevó a un volcán que estaba a punto de hacer erupción. Todos los dinosaurios se reunieron en un lugar seguro para observar el impresionante espectáculo. Ethan estaba un poco asustado, pero su mamá lo abrazó y le aseguró que estaban a salvo. Cuando el volcán finalmente estalló, llenó el cielo de colores brillantes y luces espectaculares.
«¡Es como un gran espectáculo de fuegos artificiales, mamá!» exclamó Ethan, maravillado.
«Sí, Ethan. La naturaleza es realmente increíble,» respondió Rocío, abrazando a su hijo con cariño.
Después del espectáculo del volcán, todos los dinosaurios regresaron a sus hogares. Dino acompañó a Ethan y Rocío a un lugar especial donde podían descansar. Bajo un cielo estrellado, se acostaron sobre suaves hojas y miraron las estrellas.
«Mamá, este ha sido el mejor día de mi vida,» dijo Ethan, con una gran sonrisa en su rostro.
«Para mí también, Ethan. Me encanta ver cómo disfrutas de aprender y explorar,» respondió Rocío, besando la frente de su hijo.
Justo cuando estaban a punto de quedarse dormidos, sintieron una suave brisa que los envolvía, y de repente, se encontraron de nuevo en la cama de Ethan, en su hogar. Ethan abrió los ojos y miró a su mamá.
«Mamá, ¿crees que realmente estuvimos en la tierra de los dinosaurios?» preguntó Ethan, aún con los recuerdos frescos en su mente.
«No lo sé, Ethan. Pero fue una aventura maravillosa, ¿verdad?» dijo Rocío, sonriendo.
Ethan asintió con entusiasmo. «¡Sí, fue increíble! Y me alegra que estuviéramos juntos. Gracias por leerme ese cuento, mamá.»
«De nada, Ethan. Siempre estaré aquí para compartir aventuras contigo, ya sea en sueños o en la vida real,» respondió Rocío, abrazando a su hijo con amor.
Ethan cerró los ojos nuevamente, soñando con más aventuras con dinosaurios y su mamá. Y así, cada noche, Ethan y Rocío continuaron explorando nuevos mundos en sus sueños, sabiendo que mientras estuvieran juntos, cualquier cosa era posible.
Y colorín colorado, este cuento encantado ha terminado.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.