Era una noche estrellada y clara, perfecta para aventuras inesperadas. Nico, un niño lleno de curiosidad y su perro inquieto, Bingo, decidieron que era el momento perfecto para algo nuevo y emocionante. Bingo había estado muy alterado todo el día, corriendo por la casa y ladrando a las sombras. Nico pensó que quizás aprender algo nuevo calmaría a Bingo, así que se les ocurrió visitar la Escuela Nocturna para Animales.
Al llegar, encontraron a un grupo peculiar de profesores y estudiantes: un pulpo con un sombrero de graduado llamado Profesor Ocho, una jirafa alta y sabia llamada Gina con un pequeño conejo llamado Remy en su espalda, una vaca curiosa llamada Vida y una cabra traviesa llamada Gisela, y por último, un gusano sabio y sonriente llamado Gus.
Todos estaban reunidos alrededor de un gran libro abierto bajo la luz de la luna, discutiendo animadamente sobre los derechos a la educación. El Profesor Ocho, con sus múltiples brazos, señalaba diferentes partes del libro mientras explicaba.
«¡Bienvenidos, Nico y Bingo!» dijo Gina la jirafa. «Hoy estamos aprendiendo sobre cómo todos los seres, grandes y pequeños, tienen derecho a aprender y crecer.»
Nico y Bingo se unieron al círculo, y pronto se encontraron atrapados en la discusión. Bingo, aunque inicialmente estaba allí para calmar su energía, se encontró fascinado por las historias que los animales compartían sobre sus experiencias de aprendizaje.
La vaca Vida contó cómo había aprendido a amar los libros después de descubrir una biblioteca en el campo. «Al principio solo entré para borrar el calor del sol, pero luego, ¡oh, los libros! Me enseñaron a leer y ahora no puedo dejar de devorar las páginas,» relató con una sonrisa.
Gisela la cabra interrumpió con una risotada, «¡Yo prefiero correr que leer! Pero, admito que leer sobre las montañas antes de escalarlas me ha salvado de morir de aburrimiento muchas veces.»
Gus, el gusano, entonces levantó su pequeño sombrero y añadió, «Yo aprendí a leer en un viejo periódico que encontré en el jardín. Aunque era viejo y estaba medio borrado, ¡las palabras me enseñaron sobre el mundo más allá de mi manzana!»
El Profesor Ocho, siempre dispuesto a sumar conocimiento, explicó cómo la educación ayuda a todos a entender y respetar los diferentes puntos de vista y estilos de vida. «Incluso un pulpo como yo puede aprender mucho de una jirafa o incluso de un pequeño gusano,» dijo, ajustando sus gafas.
Mientras la noche avanzaba, Nico y Bingo se dieron cuenta de que cada animal tenía su propia historia única sobre cómo la educación había cambiado sus vidas para mejor. Inspirado, Nico decidió que quería ayudar a más animales a tener acceso a la educación.
«Quizás podríamos abrir una escuela diurna también, para aquellos que duermen de noche,» sugirió Nico.
Todos aplaudieron la idea. «¡Eso sería maravilloso!» exclamó Remy, el conejo. «Podríamos tener clases sobre todo, desde saltar hasta volar, ¡y cómo no morir en el intento!»
La noche terminó con planes y sueños de una escuela más grande y mejor, donde todos los animales, sin importar cuán grandes o pequeños, pudieran aprender juntos. Nico y Bingo se dirigieron a casa, sabiendo que habían encontrado un nuevo propósito y muchos nuevos amigos.
La Escuela Nocturna de Animales no solo siguió siendo un lugar de aprendizaje y risas, sino que se convirtió en el comienzo de un hermoso proyecto que uniría a todos los animales del área en su amor por el aprendizaje. Nico y Bingo habían descubierto que la educación no solo calma la mente, sino que también llena el corazón de esperanza y alegría.
Con la idea de la escuela diurna ya plantada en sus corazones, Nico y Bingo pasaron los siguientes días preparando todo lo necesario para hacer realidad su sueño. Cada noche, después de sus clases en la Escuela Nocturna para Animales, discutían los planes, los cursos que ofrecerían y cómo harían para incluir a todos los animales que quisieran aprender.
Una mañana, después de una larga noche de planificación, Nico y Bingo decidieron visitar a cada uno de los profesores y alumnos de la escuela nocturna para invitarlos personalmente a participar en el proyecto de la nueva escuela diurna. El entusiasmo fue generalizado, y todos ofrecieron ayudar con diferentes tareas. Gisela la cabra, por ejemplo, se ofreció a enseñar clases de escalada y supervivencia en el campo, mientras que Vida la vaca quería enseñar sobre la importancia de los libros y la lectura.
Mientras tanto, el Profesor Ocho y Gina ayudaron a Nico a diseñar el curriculum, asegurándose de que hubiera una amplia gama de temas que incluyeran tanto actividades físicas como académicas. Gus, el gusano, propuso un curso sobre la vida en el suelo y cómo los pequeños seres como él juegan un papel crucial en el ecosistema.
«¿Y qué hay de las artes?» preguntó Remy el conejo, mientras daba saltitos alrededor del grupo. «Podríamos tener clases de música y baile. ¡Imagina a todos los animales bailando y cantando juntos!»
La idea fue recibida con risas y aplausos, y pronto, el proyecto de la escuela comenzó a tomar forma. Se decidieron por un gran prado cercano como la ubicación perfecta para la escuela diurna, donde había espacio suficiente para correr, jugar y aprender.
Días después, con el lugar asegurado y los planes en marcha, Nico y Bingo organizaron un gran evento de inauguración. Invitaron a todos los animales del bosque, del campo y de la ciudad. El día de la inauguración, el prado estaba decorado con banderines y globos, y había estaciones de aprendizaje establecidas alrededor del campo.
El evento fue un éxito rotundo. Los animales, grandes y pequeños, vinieron y participaron en las diferentes actividades. Había un área donde Ocho y Gigi dirigían debates y discusiones, un rincón de lectura supervisado por Vida, y una zona de juegos dirigida por Gisela y Remy, donde los animales podían aprender sobre deportes y juegos.
Mientras observaba todo desde la distancia, Nico no podía borrar la sonrisa de su rostro. Bingo, a su lado, ladraba feliz, corriendo de un lado a otro, participando en cada actividad y asegurándose de que todos los animales se sintieran bienvenidos.
«Lo hicimos, Bingo,» dijo Nico, acariciando a su amigo. «Mira todo lo que hemos logrado juntos. Todos estos animales están aquí para aprender y compartir, y todo gracias a una pequeña idea que tuvimos una noche estrellada.»
Desde ese día, la escuela diurna se convirtió en un lugar donde los animales no solo aprendían sobre el mundo, sino también sobre la amistad y el respeto mutuo. Nico y Bingo continuaron trabajando en la escuela, siempre buscando nuevas maneras de mejorar y expandir sus ofertas educativas.
Y así, noche tras noche y día tras día, la Escuela para Animales creció, alimentada por la curiosidad y el entusiasmo de todos los que participaban en ella, demostrando que con imaginación y dedicación, incluso los sueños más grandes pueden hacerse realidad.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.