En un colorido y alegre bosque, vivían dos amigos muy especiales: Lola, una pequeña ardilla con un pelaje marrón brillante y ojos chispeantes, y Tito, un tortugo curioso que siempre llevaba una gran sonrisa en su rostro. Cada día, estos dos amigos disfrutaban de aventuras emocionantes, llenas de risas y descubrimientos.
Un día, mientras caminaban por el bosque, Lola y Tito encontraron algo extraño en el suelo. Era un sombrero muy grande y colorido, todo adornado con plumas y brillantes. «¡Mira, Tito! ¿De quién será este sombrero?», preguntó Lola, mientras lo levantaba con sus pequeñas manos.
«¡No sé, Lola! Pero me parece que es mágico», respondió Tito, mirando el sombrero con sus ojos redondos. «¿Deberíamos probarlo? Quizás al ponérnoslo se nos ocurran cosas divertidas».
Lola pensó que era una gran idea. Así que, después de un pequeño debate, decidió que ella se lo pondría primero. Al ajustar el sombrero en su cabeza, Lola sintió una onda de felicidad. “¡Estoy lista para ser la reina del bosque!” exclamó, riendo.
Tito se rió también, “¡Deberías dar una orden a los árboles para que nos cuenten chistes!”. Lola se puso seria y, con una voz muy convincente, dijo: “¡Árboles del bosque, cuéntennos un chiste!”.
Los árboles comenzaron a susurrar entre sí, y uno de ellos, un gran roble de ramas anchas, dijo: “¿Por qué el plátano fue al médico? Porque no se sentía bien… ¡de piel amarilla!”.
Lola y Tito rieron tan fuerte que el sombrero se les movía de un lado a otro. “¡Eso estuvo buenísimo! ¡Vamos a probarnos el sombrero tú también, Tito!”. Así que se lo pasó al tortugo.
Tito, muy emocionado, se colocó el sombrero en su cabeza. El sombrero le quedó un poco grande, pero eso no impidió que se sintiera como un rey. “¡Ahora soy el rey de la lentitud!” anunció Tito con voz fuerte. “¿Qué debería hacer un rey como yo?”.
Justo en ese momento, se acercó Pipo, un pequeño pájaro que siempre estaba curioso por saber lo que hacían sus amigos. Le encantaba cantar y tenía un trino melodioso que alegraba siempre el bosque. “Hola, amigos, escuché risas. ¿Qué está pasando?”, preguntó Pipo.
“¡Mira, Pipo! Tito es el rey de la lentitud y yo soy la reina del bosque. ¡Ven a probar el sombrero!”, dijo Lola emocionada. Pipo, con sus plumas brillantes, se acercó volando y se puso el sombrero.
“¡Soy un pájaro mágico! ¡Un pájaro con un sombrero enorme!” dijo mientras movía sus alas. En ese momento, alzó el vuelo, pero el sombrero le cubría los ojos y no podía ver bien por dónde iba. ¡Pum! Chocó contra una rama.
“¡Ay, no! ¡Soy un rey que no ve nada!” gritó Tito mientras se reía a carcajadas. Lola no podía parar de reírse al ver al pájaro intentando despejars el sombrero. Pipo, un poco aturdido, se sacó el sombrero de la cabeza y rió también. “Bueno, creo que deberíamos pensar en otra cosa que hacer”.
Mientras pensaban, se les ocurrió que podrían organizar una competición de chistes. “Yo empiezo”, dijo Tito. “¿Qué pasa si un pez se cae de un árbol? ¡Nada!”.
Todos se rieron a carcajadas y esperaron a que le tocara a Lola. “¡Está bien! Vamos con el mío: ¿Cuál es el animal más antiguo? ¡La cebra, porque está en blanco y negro!”.
Pipo aplaudió emocionado, “¡Eso está muy bien, Lola! Ahora, yo he pensado uno: ¿Por qué el pajarito no usa Facebook? Porque ya tiene Twitter”.
Los tres amigos se juntaron alrededor del sombrero, intercambiando más y más chistes. Mientras todos se reían, el sombrero comenzó a brillar de una forma peculiar. De pronto, comenzó a elevarse suavemente del suelo. “¿Qué está pasando? ¿Acaso el sombrero es volador?”, preguntó Tito, con asombro en su rostro.
El sombrero empezó a volar en círculos alrededor de sus cabezas, y cada vez que uno de ellos reía, el sombrero giraba más rápido. “¡Sigue contándome chistes! ¡Funciona con risas!”, gritó Lola, mientras el sombrero parecía disfrutar de la diversión.
Después de un rato, el sombrero bajó lentamente hasta el suelo, y toda la energía de alegría que había en el aire se disipó, pero la risa de los tres amigos aún resonaba en el bosque. Se dieron cuenta de que a veces, lo mejor que se podía hacer era reír juntos y disfrutar de la compañía.
“Esto ha sido increíble”, dijo Lola, “el sombrero nos ha ayudado a descubrir algo maravilloso. La risa y la amistad son lo más importante”.
“¡Sí! No necesitamos un sombrero mágico para ser felices”, concluyó Tito, felizmente.
Pipo, lleno de alegría, agregó: “Solo necesitamos estar juntos. ¡Y más chistes, por supuesto!”.
Así que los tres amigos continuaron su día en el bosque, riendo y buscando nuevas aventuras. Aprendieron que a veces, en la vida, lo que más importa no son los objetos mágicos que encontramos, sino la risa, la amistad y los momentos compartidos. Y así, en aquel colorido bosque, vivieron felices, riendo siempre juntos y compartiendo un sinfín de ocurrencias.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.