En un colorido barrio de la ciudad, vivía un niño llamado Lucas. Lucas, de 9 años, era delgado, con ojos marrones y cabello castaño claro. Siempre sonriente y con una energía que contagiaba a todos, se había ganado el corazón de quienes lo conocían. Pero lo que más destacaba de Lucas era su amor por la moda. Siempre iba vestido a la última, con ropa colorida y llamativa, que reflejaba su personalidad alegre y vivaz. Sin embargo, había algo que no le gustaba tanto: estudiar.
Por otro lado, estaba Rocío, su hermana bebé de 5 meses. Con sus grandes ojos grises y cabello moreno, Rocío era la alegría de la casa. A pesar de su corta edad, ya mostraba un gran interés por el mundo que la rodeaba, especialmente por su hermano Lucas, con quien le encantaba jugar.
La vida de Lucas cambió el día en que sus padres le propusieron un desafío. Si conseguía buenas notas en el colegio, toda la familia iría a Disneyland París al final del curso. Lucas, que nunca había visitado un parque temático y soñaba con conocer a sus personajes favoritos, aceptó el desafío emocionado. Pero había un problema: su desinterés por el estudio.
Cada tarde, después de la escuela, Lucas intentaba sentarse a estudiar, pero Rocío, con sus risas y juegos, lo distraía. A veces, se ponía a jugar con ella, olvidándose de los libros y cuadernos. Otras veces, se quedaba contemplando su armario, pensando en qué conjunto usaría al día siguiente.
Un día, mientras Lucas jugaba con Rocío, su madre entró en la habitación. Al ver los libros cerrados y a Lucas distraído, le recordó la importancia de estudiar para poder ir a Disneyland. Lucas miró a su hermana, quien lo observaba con sus grandes ojos grises, y algo en su interior cambió. Quería hacer feliz a su familia, especialmente a Rocío, quien aún no conocía el mundo mágico de Disney.
Desde ese día, Lucas se esforzó más que nunca. Organizó un horario para estudiar y otro para jugar con Rocío. Al principio fue difícil, pero poco a poco, con la ayuda de sus padres y maestros, empezó a mejorar en la escuela. Sus notas subieron, y con ellas, la emoción de la familia por el viaje a Disneyland.
El último día de clases, Lucas recibió su boletín de calificaciones. ¡Había aprobado todo! Sus padres, abuelos y tío lo felicitaron por su esfuerzo y dedicación. Rocío, aunque no entendía del todo, aplaudía y sonreía con cada felicitación que recibía su hermano.
Finalmente, llegó el gran día. La familia de Lucas se embarcó en un viaje hacia París, llenos de emoción y expectativas. Al llegar a Disneyland, los ojos de Lucas y Rocío brillaron como nunca. Se sumergieron en un mundo donde la fantasía y la realidad se fusionaban, donde cada esquina era una aventura y cada personaje un sueño hecho realidad.
Lucas, con su estilo impecable, capturó la atención de muchos en el parque. Pero lo que más disfrutaba era ver a Rocío fascinada con las luces, los colores y los personajes. Juntos, se tomaron fotos con Mickey y Minnie, recorrieron el parque en las atracciones y disfrutaron de los espectáculos mágicos.
Al final del día, mientras veían el desfile de cierre, Lucas se dio cuenta de lo mucho que había logrado gracias a su esfuerzo. Aprendió que con dedicación y trabajo duro podía alcanzar sus sueños, y que compartir esos momentos con su familia lo hacía aún más especial.
Con el castillo de Disney iluminado en el fondo, la familia se abrazó, sabiendo que aquel viaje sería un recuerdo que atesorarían para siempre. Lucas, mirando a Rocío y luego al castillo, sonrió, pensando en todas las aventuras que aún les esperaban.
Y así, entre risas, juegos y aprendizajes, Lucas y su familia vivieron un final de curso inolvidable, lleno de magia, color y amor. Un final de curso que marcó el inicio de muchas otras aventuras y desafíos que enfrentarían juntos, siempre recordando el poder de la determinación y el valor de los momentos compartidos.
¡Encantada es poco! Que maravilla de cuento. No puede ser más perfecto. Mil gracias de corazón
¡Muchísimas gracias! Me alegro que le haya gustado el cuento.