Cuentos de Humor

Sarah y el Circo Mágico

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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Había una vez una niña llamada Sarah, de 10 años, que vivía en un orfanato infantil. Sarah era una niña alegre, siempre llena de energía y sueños. Uno de sus sueños más grandes era el circo. Le encantaba ver los carteles de colores que anunciaban los circos cuando pasaban por la ciudad. En las noches, soñaba con trapecistas que volaban por los aires, con payasos que hacían reír y con animales que hacían trucos increíbles. El orfanato donde vivía era un lugar tranquilo, pero a veces, Sarah se sentía un poco sola, y en esos momentos, imaginaba que vivía en un mundo lleno de magia y diversión.

Un día, todo cambió para Sarah. La directora del orfanato, la señora Ramírez, la llamó a su oficina. Al principio, Sarah pensó que tal vez había hecho algo mal, pero cuando llegó, la directora estaba sonriendo.

—Sarah, tengo una gran noticia para ti —dijo la señora Ramírez, emocionada—. Un hombre ha venido a adoptarte.

Sarah no podía creer lo que estaba escuchando. ¡Alguien venía a adoptarla! Pero lo más sorprendente fue lo que la señora Ramírez le dijo después:

—No es un hombre cualquiera. Se trata de un maestro de ceremonias encantado, el director de un famoso circo mágico infantil.

Sarah abrió los ojos con asombro. ¿Un maestro de ceremonias? ¿Del circo mágico? ¡No podía ser verdad! Todo aquello sonaba como un sueño hecho realidad. La señora Ramírez le explicó que aquel hombre era soltero, pero su amor por el circo y por los niños era tan grande que había decidido adoptar a Sarah para que fuera parte de su vida y, por supuesto, de su circo.

Al día siguiente, Sarah conoció al maestro de ceremonias. Era un hombre alto, con un sombrero de copa y una sonrisa traviesa en el rostro. Su nombre era el Señor Gustav, y desde el primer momento, Sarah se sintió cómoda con él.

—Sarah, bienvenida a tu nueva vida —dijo el Señor Gustav con una reverencia exagerada—. No solo tendrás una familia, sino que además vivirás en el circo. ¡El circo mágico será tu nuevo hogar!

Sarah estaba tan emocionada que no podía dejar de sonreír. Desde el primer día, se adaptó perfectamente a su nueva vida. El circo mágico era todo lo que siempre había soñado y más. Era un lugar lleno de colores, luces, risas y asombro. El Señor Gustav le enseñó todos los secretos del circo: cómo presentarse ante el público, cómo mantener la atención de la audiencia, y sobre todo, cómo disfrutar de la magia que rodeaba cada espectáculo.

Sarah conoció a los artistas del circo, que se convirtieron rápidamente en sus nuevos amigos. Estaban los malabaristas, que podían mantener en el aire más objetos de los que Sarah podía contar, y los trapecistas, que volaban por los aires con una gracia increíble. Pero lo que más fascinaba a Sarah eran los animales del circo. Había leones, elefantes y hasta una pequeña cabra que podía caminar sobre una cuerda floja. Cada animal tenía su propia personalidad, y todos parecían encantados con Sarah, como si la conocieran desde siempre.

Un día, mientras paseaba por la carpa principal, Sarah vio algo que la dejó sin aliento: una enorme esfera de metal en el centro del escenario. Dentro de la esfera, varios motociclistas daban vueltas a una velocidad asombrosa, cruzándose entre sí sin chocar. El ruido de los motores y las luces que reflejaban sus movimientos hacían que todo pareciera sacado de un sueño.

—¡Eso es la esfera de la muerte! —exclamó el Señor Gustav—. Es uno de los actos más emocionantes del circo. Pero no te preocupes, Sarah. Aquí, todo es seguro y lleno de magia.

Día tras día, Sarah descubría nuevas sorpresas en el circo. Un día aprendió a caminar por la cuerda floja con la ayuda de la pequeña cabra, que se convirtió en su compañera de aventuras. Otro día, los payasos le enseñaron a hacer malabares con pelotas y platos. Siempre había algo divertido que hacer, y Sarah nunca dejaba de asombrarse por lo que ocurría en el circo mágico.

Pero lo que más disfrutaba Sarah era ver el espectáculo desde detrás del escenario. Le encantaba observar cómo todo se preparaba, cómo los artistas se concentraban antes de salir al escenario y cómo la audiencia se llenaba de emoción cada vez que el Señor Gustav anunciaba el siguiente acto.

Una noche, el Señor Gustav se acercó a Sarah con una sonrisa aún más grande de lo habitual.

—Sarah, creo que es momento de que subas al escenario. —dijo, guiñándole un ojo—. Eres parte de esta familia, y quiero que la audiencia te conozca.

Sarah sintió una mezcla de nervios y emoción. No estaba segura de qué haría en el escenario, pero confiaba en el Señor Gustav. Esa noche, la carpa estaba llena de personas, y el espectáculo iba a ser uno de los más grandes del año.

Cuando llegó el momento, el Señor Gustav presentó a Sarah al público.

—¡Damas y caballeros, niños y niñas! Esta noche tenemos una invitada muy especial. ¡Con ustedes, Sarah, la niña del circo mágico!

La audiencia aplaudió, y Sarah sintió que su corazón latía más rápido que nunca. Con una sonrisa tímida, se dirigió al centro del escenario. Pero antes de que pudiera hacer algo, un payaso apareció de la nada y le entregó una enorme pelota.

—¡Es tu turno, Sarah! —dijo el payaso, haciendo una reverencia exagerada.

Sarah tomó la pelota y comenzó a hacer malabares, tal y como los payasos le habían enseñado. Al principio, solo eran tres pelotas, pero pronto, otros payasos comenzaron a lanzarle más objetos: platos, pelotas más pequeñas y hasta una pluma. La audiencia se reía y aplaudía mientras Sarah, con una concentración asombrosa, mantenía todo en el aire.

Cuando finalmente terminó su acto, la audiencia estalló en aplausos. Sarah no podía creer lo que acababa de hacer. Se sentía parte del circo de una manera que nunca había imaginado.

Esa noche, mientras el circo mágico recogía sus cosas para viajar a otro país, Sarah se sentó con el Señor Gustav bajo las estrellas.

—Gracias por todo —dijo Sarah, mirando al cielo—. Nunca pensé que podría ser tan feliz.

El Señor Gustav la miró con cariño y le respondió:

—El circo es magia, pero la verdadera magia está en las personas que lo hacen posible. Tú, Sarah, eres una de esas personas. Y estoy muy feliz de que seas parte de esta familia.

Y así, Sarah continuó viajando con el circo mágico. Cada día era una nueva aventura, llena de risas, amor y magia. Sabía que había encontrado su lugar en el mundo, un lugar lleno de diversión, donde siempre había algo por descubrir.

Conclusión:

Sarah aprendió que el amor no siempre viene en la forma que uno espera. A veces, aparece en el lugar más mágico y sorprendente, como en un circo lleno de maravillas. Junto a su nuevo padre, el Señor Gustav, y su gran familia circense, Sarah vivió aventuras inolvidables, demostrando que la magia más poderosa es la que nace del corazón.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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