Cuentos para Dormir

Bajo el Manto de las Estrellas: El Sueño de los Amigos del Jardín

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Era un hermoso atardecer en el Jardín de los Colores, un lugar mágico donde vivían muchos pequeños seres. Entre ellos, había una abeja llamada Bubu, que siempre zumbaba de felicidad mientras recolectaba néctar de las flores. Sus amigos mejorados eran Lana, una mariposa de alas multicolores, y Pepe, un gusanito verde que soñaba con convertirse en una mariposa algún día. Esa tarde, mientras el sol se ocultaba tras el horizonte, los tres amigos decidieron que era el momento perfecto para contar historias bajo el manto estrellado.

«Quiero contar la historia del día en que conocí a una luciérnaga», exclamó Bubu emocionada. Sus amigos la miraron con curiosidad, así que comenzó su relato. «Una noche, mientras volaba por el jardín buscando flores, vi una luz parpadeante. Me acerqué y descubrí que era una luciérnaga llamada Lila. Ella me dijo que cada vez que parpadeaba, estaba enviando un mensaje a las estrellas. Siguió contándome sobre el viaje que había hecho para conocer a las estrellas, y me invitó a unirme a ella en su aventura nocturna. Nunca olvidaré lo mágico que fue ver cómo iluminaba el camino con su luz.»

Lana, iluminada por la historia de Bubu, voló en círculos alrededor de sus amigos. «Eso es hermoso, Bubu», dijo la mariposa, «pero yo tengo una historia aún más fascinante. Una noche de luna llena, decidí que quería volar más alto que nunca. Así que me preparé y cuando la luna me miraba, alcé el vuelo. Poco a poco subí entre las estrellas, volando entre nubes. Allí encontré a un grupo de estrellas danzarinas que celebraban una gran fiesta. Me uní a ellas y, juntas, hicimos una coreografía que iluminó todo el cielo. Desde aquel día, cada vez que miro las estrellas, siento que aún siguen danzando.»

Pepe, el gusanito verde, escuchaba atentamente a sus amigas, pero también quería compartir su historia. «No tengo historias de fiestas ni aventuras brillantes como ustedes», empezó, un poco nervioso, «pero tengo un sueño. He estado imaginando cómo será el mundo cuando finalmente me convierta en mariposa. Quiero volar libremente y explorar el jardín desde lo alto. Imaginen lo emocionante que es ver todo desde las nubes, poder tocar las flores con mis alas y sentir la brisa en todo mi cuerpo. Cada día me despierto con la ilusión de que mi transformación llegará pronto».

Bubu y Lana sonrieron y animaron a su amigo. «Lo sabes, Pepe. Eres muy especial tal y como eres, pero sabemos que serás una maravillosa mariposa», dijo Lana con dulzura. Así, los amigos continuaron compartiendo historias hasta que el sol se ocultó del todo y el cielo se llenó de estrellas brillantes.

Mientras contaban sus relatos, una suave brisa trajo a un nuevo amigo al jardín. Era un búho llamado Óscar, que se posó en una rama cercana y escuchó a los tres amigos con atención. Cuando Bubu, Lana y Pepe terminaron de compartir sus aventuras, Óscar decidió intervenir: «He estado escuchando sus historias y debo decir que son encantadoras. Pero hay algo que quizás no sepan. Hay un lugar especial en el bosque donde las estrellas caen, y si uno tiene el valor de ir, pueden hacer un deseo al ver una de ellas.»

Los ojos de los tres amigos se iluminaron. «¿De verdad?» preguntó Bubu emocionada. «¡Quiero hacer un deseo!», exclamó Lana al instante. «Yo también», dijo Pepe, con el brillo de la esperanza en sus ojitos. Óscar asintió, sonriendo desde su rama. «Entonces, ¿se animan a acompañarme en esta aventura bajo el cielo estrellado?»

Sin pensarlo dos veces, los amigos aceptaron la invitación y se acomodaron sobre la espalda de Óscar, quien les prometió conducirles a la mágica caída de estrellas. Así, volaron sobre el jardín, sintiendo la brisa fresca en sus caras y el palpitar de la emoción en sus corazones. Las estrellas brillaban aún más esa noche, como si estuvieran anticipando la llegada de los nuevos aventureros.

Al llegar al lugar donde las estrellas solían caer, vieron un espectáculo maravilloso. Las estrellas centelleaban intensamente en el cielo y de repente, comenzaron a desprenderse, dejando un rastro luminoso. «¡Haz tu deseo!» les gritó Óscar, y los amigos, en un impulso colectivo, alzaron la voz. «¡Deseamos ser valientes para seguir nuestros sueños!»

Al instante, una estrella fugaz pasó velozmente, dejando a su paso un brillo mágico. Bubu, Lana y Pepe sintieron que una energía nueva los envolvía. «Creo que nuestra valentía ya está en camino», dijo Pepe, sintiéndose más seguro que nunca. «Veremos cómo se cumplen nuestros deseos», murmuró Bubu con una sonrisa radiante, mientras Lana revoloteaba con alegría.

De regreso al Jardín de los Colores, el amanecer fue aún más espectacular. Las flores se abrían para recibir la luz del día, y los amigos se sintieron plenos. Comprendieron que el verdadero valor no estaba solo en realizar sus deseos, sino en tener la valentía de soñar y compartir sus aprendizajes.

Esa noche, bajo el manto de estrellas, los amigos no solo contaron historias, también aprendieron que cada aventura vivida juntos les hacía más fuertes y que los sueños siempre encuentran su camino si uno se atreve a seguirlos. Así, con sus corazones llenos de esperanza y amistades renovadas, se prometieron nunca dejar de soñar y seguir siempre las estrellas, porque sabían que con valentía, todo sueño es posible.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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