Era una noche clara y estrellada en un bosque de California. Un grupo de cinco amigos: Katalina, Sara, David, Sofía y Alex, habían decidido acampar para pasar una aventura juntos. Durante el día, habían explorado el bosque, recolectado ramas para hacer una fogata y disfrutado de un delicioso picnic. Ahora, cuando el sol ya se había ocultado y las estrellas brillaban en el cielo, se reunieron alrededor de la fogata que chisporroteaba suavemente.
—¿Qué les parece si contamos historias? —sugirió Katalina, mientras se acurrucaba en su saco de dormir—. Algo emocionante, como cuentos de desastres naturales.
—¡Eso suena genial! —dijo Alex, siempre listo para una buena historia—. Yo conozco algunas historias sobre tormentas.
—Yo podría contar sobre el huracán que asustó a mis abuelos —agregó Sara, mirando a sus amigos con una sonrisa.
David, que hasta ahora había estado en silencio, levantó la vista y dijo:
—Yo tengo una historia real que me contó mi mamá. Es sobre un terremoto que ocurrió el 15 de agosto de 2007.
Los demás amigos se quedaron en silencio, intrigados por lo que David iba a decir. La fogata crepitaba suavemente mientras él comenzaba a hablar.
—Mi mamá me contó que ese día, todo empezó como un día normal. Ella estaba en casa, terminando de limpiar la cocina, cuando de repente, la tierra comenzó a temblar. Al principio, pensó que era solo un pequeño sismo, pero en cuestión de segundos, el temblor se hizo más fuerte. Los muebles comenzaron a moverse, los platos cayeron de las repisas, y las paredes crujían como si estuvieran a punto de romperse.
—¡Qué miedo! —exclamó Sofía, imaginándose la escena.
—Sí, fue muy aterrador —continuó David—. Mi mamá salió corriendo de la casa, junto con mis abuelos. Todos se reunieron en el patio, donde estaban más seguros, y vieron cómo las casas a su alrededor se sacudían. Todo duró solo un par de minutos, pero para ellos, se sintió como una eternidad.
—¿Qué pasó después? —preguntó Sara, con los ojos muy abiertos.
—Bueno, después del terremoto, mi mamá y los demás tuvieron que ayudar a los vecinos. Muchas casas se habían dañado, y había gente que necesitaba ayuda. Lo más difícil fue ver a las personas asustadas, sin saber qué hacer. Pero, a pesar del miedo, todos se unieron para ayudarse mutuamente. Mi mamá dice que fue en ese momento cuando se dio cuenta de lo importante que es estar juntos en los momentos difíciles.
Los amigos asintieron, comprendiendo la lección de la historia de David. Durante un rato, se quedaron en silencio, escuchando el sonido del viento entre los árboles.
Finalmente, Katalina rompió el silencio.
—Esa fue una historia increíble, David. A mí me hace pensar en lo que mi papá me contó una vez sobre un incendio que ocurrió cerca de nuestra casa cuando yo era pequeña.
Los demás se acercaron un poco más, listos para escuchar la historia de Katalina.
—Mi papá me contó que una noche, hace muchos años, mientras todos dormían, alguien gritó que había un incendio en el bosque. El fuego se veía desde lejos, y se acercaba rápido. Mi papá despertó a todos en la casa, y salieron corriendo. Mi papá dice que lo más importante en ese momento era asegurarse de que todos estuvieran a salvo. Afortunadamente, los bomberos llegaron a tiempo y lograron controlar el fuego antes de que llegara a las casas. Pero mi papá dice que nunca olvidará la sensación de ver las llamas tan cerca.
—Wow, eso debió ser aterrador —dijo Alex, sintiendo un escalofrío—. Pero me alegra que todo haya salido bien.
—A mí también —dijo Katalina con una sonrisa—. Y mi papá siempre me dice que, aunque las cosas se vean difíciles, debemos mantener la calma y actuar con rapidez.
Sofía, que hasta ahora había estado escuchando con atención, decidió compartir su propia historia.
—Mi abuela me contó sobre una vez que hubo una gran tormenta en su pueblo. Fue hace muchos años, antes de que naciera. Dijo que el viento era tan fuerte que arrancó los techos de las casas y que la lluvia era tan intensa que parecía que el cielo se estaba cayendo. Pero lo más impresionante fue que, después de la tormenta, cuando todos salieron para ver los daños, encontraron un arcoíris tan grande y brillante que cubría todo el cielo. Mi abuela dice que ese arcoíris les dio esperanza, porque aunque la tormenta había sido terrible, sabían que todo iba a estar bien.
—Eso es hermoso —dijo Sara, con los ojos brillando—. Me encanta la idea de que siempre hay algo bonito después de algo malo.
Finalmente, Alex, que había estado esperando su turno, dijo:
—Tengo una historia, pero es sobre una tormenta que no era de verdad… bueno, más o menos. Mi abuelo me contó que cuando era niño, en su escuela hicieron un simulacro de tormenta para enseñarles qué hacer en caso de que alguna vez ocurriera una de verdad. Durante el simulacro, algunos niños se asustaron, pero mi abuelo dice que fue como una aventura, porque aprendieron a estar preparados y a no tener miedo. Dice que a veces, las cosas que parecen aterradoras no lo son tanto si sabes qué hacer.
Todos los amigos asintieron, pensando en lo que habían aprendido de las historias de los demás.
La fogata comenzaba a apagarse, y el sueño empezaba a apoderarse de ellos. Se acurrucaron en sus sacos de dormir, mirando las estrellas que brillaban en el cielo oscuro.
—¿Saben? —dijo David en voz baja—. Creo que lo más importante que hemos aprendido hoy es que, no importa lo que pase, mientras estemos juntos y cuidemos unos de otros, todo saldrá bien.
—Tienes razón, David —dijo Katalina, bostezando—. Siempre podemos contar con nuestros amigos y nuestras familias.
Con esas palabras en mente, los cinco amigos se quedaron dormidos, uno a uno, bajo el cielo estrellado del bosque de California. Y mientras dormían, los sonidos suaves de la noche los envolvieron, recordándoles que, a pesar de los desafíos que pudieran enfrentar, siempre encontrarían fuerza en su amistad y en las historias que compartían.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.