Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes y frondosos bosques, una niña llamada Celina. Celina tenía cinco años, piel blanca como la leche, cabello castaño claro y unos ojos marrones llenos de curiosidad y dulzura. Vivía con sus padres, Roxana y José, en una acogedora casita de madera que siempre olía a galletas recién horneadas y flores frescas.
Celina era una niña muy alegre y aventurera durante el día, pero cuando llegaba la noche, el miedo la invadía. No le gustaba dormir sola en su habitación. Cada noche, cuando el sol se escondía y las estrellas empezaban a brillar, Celina corría al cuarto de sus padres, rogándoles que la dejaran dormir con ellos.
Roxana y José comprendían los temores de su pequeña, pero también sabían que era importante que Celina aprendiera a dormir sola. Le habían decorado su habitación con mucho amor: paredes pintadas de azul cielo, una cama con sábanas suaves y una lámpara en forma de luna que proyectaba una luz tenue y cálida. Además, tenía su peluche favorito, un osito llamado Bruno, siempre a su lado para hacerle compañía.
Una noche, después de leerle un cuento, Roxana y José decidieron que era hora de encontrar una solución. Roxana, con su largo cabello oscuro y una sonrisa serena, le dijo a Celina: «Cariño, sabemos que dormir sola puede ser un poco aterrador, pero queremos ayudarte a que te sientas más segura. ¿Qué tal si inventamos un juego especial antes de dormir?»
Celina, abrazando a Bruno, miró a su madre con ojos curiosos. «¿Un juego? ¿Qué tipo de juego, mami?»
José, con su cabello negro y una mirada tierna, se acercó y dijo: «Será un juego mágico. Cada noche, antes de dormir, haremos una lista de cosas que te hacen sentir feliz y segura. Luego, inventaremos una historia en la que esas cosas mágicas te protejan mientras duermes.»
Celina se entusiasmó con la idea. Esa noche, hicieron su primera lista: estrellas brillantes, flores que cantan, y una luna que sonreía. Roxana y José se turnaron para contar una historia en la que Celina viajaba a un mundo mágico donde las estrellas la guiaban, las flores la saludaban con sus dulces canciones, y la luna sonreía desde el cielo, cuidándola mientras dormía.
La historia fue tan encantadora que Celina se quedó dormida antes de que sus padres terminaran de contarla. Roxana y José se miraron y sonrieron, felices de ver a su hija durmiendo plácidamente en su propia cama.
La siguiente noche, Celina estaba ansiosa por hacer su lista y escuchar la historia. Esa vez, agregó nubes de algodón y mariposas de colores. Roxana y José crearon una nueva aventura en la que Celina volaba sobre nubes suaves y jugaba con mariposas que la llevaban a lugares maravillosos.
Cada noche, la rutina se repetía. Celina hacía su lista de cosas mágicas, y sus padres inventaban una historia que la hacía sentir segura y amada. Poco a poco, Celina empezó a dormirse más rápido y a despertar con una sonrisa.
Una noche, después de muchas aventuras, Celina tuvo una idea. «Mami, papi, ¿puedo contarles una historia yo esta vez?» Roxana y José asintieron con entusiasmo, sentándose en la cama junto a ella.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.