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Descubriendo el Corazón de Nuestra Comunidad: Historias detrás de las Profesiones y Oficios que nos Rodean

Lectura para 4 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Había una vez un pequeño pueblo lleno de vida y color, donde los árboles brillaban bajo el sol y las flores sonreían a cada paso. En este encantador lugar vivían cuatro amigos inseparables: Abdiel, Jimena, Indy y Xavier. Abdiel era un niño curioso, siempre lleno de preguntas sobre el mundo que lo rodeaba. Jimena era creativa, le encantaba dibujar y usar su imaginación para contar historias. Indy era un pequeño perro jugenero, siempre listo para correr y hacer nuevos amigos. Por último, Xavier era un niño amable que disfrutaba ayudar a los demás.

Un día, mientras jugaban en el parque, Abdiel dijo: «¿No les gustaría descubrir más sobre las profesiones y oficios que hacen que nuestra comunidad sea tan especial? Podríamos visitar a algunos adultos y ver lo que hacen». A todos les pareció una idea maravillosa, así que decidieron comenzar su aventura ese mismo día.

Primero, fueron a la casa de Doña Clara, la panadera del pueblo. Doña Clara era conocida por hacer el pan más delicioso. Al llegar a su panadería, un olor dulce y acogedor los recibió. «¡Hola, chicos!», saludó Doña Clara con una gran sonrisa. «¿Quieren ayudarme a hacer pan?». Los amigos se miraron emocionados y dijeron que sí al unísono.

Doña Clara les mostró cómo mezclar la harina, el agua y la levadura. Abdiel fue el encargado de verter los ingredientes en el bol. Jimena, con su creatividad, decidió decorarle unas galletas en forma de estrellas y corazones. Indy, mientras tanto, corría alrededor de la cocina, contento con cada nuevo aroma que llegaba a su nariz. Xavier ayudó a Doña Clara a amasar la masa, riendo y disfrutando de cada momento. Mientras el pan se horneaba, Doña Clara les contó sobre la importancia de su oficio: «El pan no solo alimenta, sino que también une a las personas. Cuando compartimos una rebanada de pan, compartimos amor y amistad».

Después de aprender sobre el pan, los amigos se despidieron de Doña Clara y se dirigieron a la clínica de la doctora Ana. Ella era muy querida en el pueblo, porque siempre ayudaba a los enfermos y cuidaba de todos con mucho cariño. Al entrar, se encontraron con muchos colores y dibujos en las paredes, lo que hizo que se sintieran más tranquilos.

«¡Hola, niños! ¿Qué los trae por aquí?», preguntó la doctora Ana mientras revisaba unos documentos. Abdiel, emocionado, le respondió: «Queremos aprender sobre su trabajo, doctora Ana». Ella sonrió y dijo: «Claro, vengan conmigo». Los llevó a la sala de espera, donde les enseñó cómo se cuidaba a los pacientes. «Cada vez que alguien viene aquí, lo que más importa es escuchar sus preocupaciones y ayudarles a sentirse mejor», explicó la doctora.

Jimena, inspirada por todo lo que escuchaba, empezó a dibujar a la doctora atendiendo a un niño. «Las sonrisas son muy importantes en mi trabajo», dijo la doctora Ana, y los amigos comprendieron que la medicina no solo trataba de curar, sino también de dar amor y esperanza. Cuando se despidieron, Abdiel dijo: «¡Gracias, doctora Ana! Prometemos cuidar de nuestra salud para que podamos seguir jugando juntos».

Los amigos continuaron su aventura y llegaron a la casa de don Manuel, el carpintero del pueblo. Al abrir la puerta, se encontraron con un taller lleno de herramientas y hermosas piezas de madera. «¿Quieren venir a aprender a hacer algo de madera?», preguntó don Manuel con voz amigable. Los niños, llenos de entusiasmo, asintieron rápidamente.

Don Manuel les enseñó cómo usar una sierra y un martillo, y cada uno de ellos hizo un pequeño proyecto de madera. Abdiel hizo un avión, Jimena una cajita para guardar secretos, Xavier un cochecito y, por supuesto, Indy tuvo su propia pieza: un pequeño hueso hecho de madera. Mientras trabajaban, don Manuel les dijo: «La carpintería es una forma de dar vida a la madera. Cada pieza tiene una historia y es importante hacer algo hermoso que dure». Tanto Abdiel como Jimena, Xavier e Indy lo miraron con asombro, entendiendo que todos los trabajos tienen un propósito.

Cuando terminó la tarde, los cuatro amigos decidieron que su última parada sería en la casa de Sofía, la maestra del pueblo. Al llegar a la escuela, fueron recibidos por un bullicio de risas y juegos. «¡Hola, chicos! ¿Quieren unirse a nuestra clase?», preguntó Sofía. Los amigos, llenos de energía, se sentaron con los demás niños.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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