Cuentos para Dormir

El sueño olvidado de Pablo

Lectura para 4 años

Tiempo de lectura: 4 minutos

Español

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Era una noche estrellada y tranquila en un pequeño pueblo, donde vivía un niño llamado Pablo. Tenía cuatro años y le encantaba jugar durante todo el día. Su risa resonaba como música en el aire, y sus ojos brillaban de curiosidad. Todas las tarde, después de jugar en el parque, Pablo regresaba a su casa, donde su mamá siempre lo esperaba con una sonrisa y un abrazo cálido.

Esa noche, mientras Pablo estaba muy emocionado por jugar con sus juguetes nuevos, su mamá lo llamó para que se preparara para dormir. «Pablo, es hora de lavarte los dientes y ponerte el pijama», le dijo. Pero a Pablo no le gustaba la idea de dejar sus juguetes. Quería seguir jugando y explorando. Así que, hizo un puchero y se quedó quieto, mirando su colección de coloridos bloques de construcción.

Su mamá, que había estado cuidándolo y guiándolo muy bien, se agachó a la altura de Pablo y le dijo: «Mi amor, los juguetes siempre estarán aquí por la mañana. Pero ahora es hora de descansar y soñar con nuevas aventuras». Pablo no estaba convencido. «Pero mamá, no tengo sueño», protestó, tratando de hacer que su voz sonara lo más firme posible.

La mamá de Pablo sonrió con ternura. «Todos necesitamos un buen descanso, cariño. Además, mientras duermes, tu cuerpo crece y tu mente se llena de ideas. ¿Te gustaría que te contara una historia antes de dormir?» Los ojos de Pablo se iluminaron al escuchar la palabra «historia.» «Sí, sí, porfavoooor,» exclamó emocionado.

Así que, su mamá lo llevó a su habitación, donde las paredes estaban decoradas con estrellas y planetas que brillaban en la oscuridad. Ella hizo que Pablo se acomodara en su cama, tapándolo con una suave manta. Luego, comenzó a contarle una historia sobre un niño que había hecho un gran descubrimiento en su mundo de sueños.

“Había una vez un niño llamado Lucas, que como tú, le encantaba jugar. Cada noche, cuando se iba a dormir, su imaginación lo llevaba a un mundo mágico lleno de criaturas extraordinarias. Un día, mientras soñaba, Lucas se encontró con un pequeño dragón llamado Lumin, que tenía escamas brillantes como el oro. Lumin estaba muy triste porque había perdido su brillo. Sin su luz, no podía volar alto en el cielo como quería.»

Pablo escuchaba atentamente, su mente viajando a ese lugar especial donde los dragones volaban. «¿Y qué hizo Lucas?», preguntó curioseando. “Lucas decidió ayudar a Lumin. Juntos, viajaron a las Montañas Mágicas, donde los árboles hablaban y las flores danzaban. Allí, encontraron a una anciana sabia llamada Abuela Nube, quien les dijo que el brillo de Lumin se había perdido por un hechizo que había lanzado un troll travieso.»

“¿Un troll?», interrumpió Pablo, tan intrigado que ya casi se olvidaba de que estaba en su cama. «Sí, un troll muy juguetón, que simplemente quería hacer una broma y nunca pensó en las consecuencias», explicó su mamá. «Lucas, junto a Lumin, decidió que tenían que recuperar el brillo del dragón. Así que se embarcaron en una emocionante aventura”.

Mientras escuchaba, Pablo comenzó a imaginarse a sí mismo como Lucas, corriendo por las Montañas Mágicas y encontrando al troll. “¿Y cómo lo hicieron, mamá?”, preguntó. «Bueno», continuó ella, «Lucas pensó en un plan. Decidieron invitar al troll a jugar un juego de acertijos. Si Lumin podía responder todos los acertijos, entonces el troll tendría que devolver su brillo».

El pequeño Pablo se rió. ¡Era una gran idea! Imaginó a Lumin, su amigo dragón, con su cabeza agachada, pensando en las respuestas. “¡Y lo logró!”, dijo la mamá de Pablo. “Lumin, con su inteligencia, contestó todos los acertijos del troll. Y al final, el troll, sintiéndose un poco avergonzado por haber cometido un error, devolvió el brillo de Lumin. El dragón estaba tan feliz que voló alto por el cielo, iluminando todo a su alrededor.”

Pablo sonreía mientras su mamá continuaba. “Desde entonces, Lucas y Lumin se convirtieron en grandes amigos. Cada noche, cuando Lucas se dormía, Lumin venía a visitarlo en sus sueños, llevándolo de paseo por el cielo estrellado, donde podían ver las constelaciones y hacer volteretas entre las nubes.”

En ese momento, Pablo sintió que sus ojos se volvían pesados y una dulce sensación de sueño comenzaba a apoderarse de él. Pero había algo en su corazón que lo preocupaba, así que dijo: “Mamá, ¿y si yo no puedo soñar? ¿Y si olvido mis sueños?” La mamá de Pablo se acercó y le acarició el cabello suavemente. “No te preocupes, cariño. Siempre puedes recordar tus sueños si tienes confianza en ti mismo. Los sueños son como estrellas, están ahí, solo necesitas mirar con el corazón”.

“Pero mamá, yo quiero más aventuras como las de Lucas y Lumin. ¿Podemos hacer más cosas cuando despierto?” Su mamá sonrió ampliamente. “Por supuesto, Pablo. Todos los días son una nueva aventura. Mañana, podemos construir un castillo con esos bloques de colores y crear una historia, como la de Lumin. Pero primero, debes dormir, y tus sueños de dragones y aventuras te ayudarán a tener nuevas ideas”.

Pablo asentía lentamente, sus ojos cerrándose poco a poco, mientras ella continuaba hablando sobre el cielo estrellado y los posibles mundos de sueños. Finalmente, se quedó dormido, su respiración volviéndose suave y rítmica, mientras su mamá sonreía, satisfecha de haberle dado a su hijo un momento de paz.

Pablo soñó que era un valiente aventurero, viajando a lugares increíblemente bellos. En uno de sus sueños, incluso conoció a un caballito de mar llamado Coral, que lo llevó a nadar por el fondo del océano. Juntos, exploraron arrecifes llenos de colores y descubrieron cofres de tesoros escondidos. Cada vez que Pablo pensaba en su mamá, sentía que un nuevo brillo emergía de su corazón. Pero, como Lucas, él también estaba un poco preocupado por olvidar esos sueños mágicos.

Cuando Pablo despertó por la mañana, el sol brillaba directamente a través de su ventana. Se levantó de la cama emocionado, recordando las increíbles aventuras de la noche anterior. “¡Mamá! ¡Mamá!” gritó, corriendo hacia la cocina. Su mamá se encontraba allí, preparándole un delicioso desayuno. “¡Hola, mi pequeño explorador! ¿Tuviste un buen sueño?”, le preguntó, sonriendo.

“¡Sí, sí! Fui un aventurero, como Lucas, y conocí a un dragón que se llamaba Lumin y un caballito de mar que se llamaba Coral. ¡Tuvieron aventuras increíbles! Pero, mamá, ¿qué pasa si olvidé los detalles?” La mamá de Pablo lo miró con cariño y le contestó: “No te preocupes. Cada vez que hables de tus sueños, los recordarás un poco más. Y si quieres, hoy podemos construir el castillo con tus bloques y crear una historia nueva juntos”.

El rostro de Pablo se iluminó de felicidad. «¡Vamos a hacerlo, mamá!» respondieron juntos, y así, después de un nutritivo desayuno, Pablo y su mamá se dirigieron a su cuarto. Sacaron los bloques del estante y empezaron a construir.

Mientras apilaban las piezas de colores, comenzaron a imaginar el castillo de los sueños. Un lugar donde todos los niños pudieran ir a jugar y conocer criaturas mágicas como dragones, unicornios y caballitos de mar. Mientras construían, Pablo le contaba a su mamá las historias que había soñado la noche anterior y cómo quería que su castillo se convirtiera en un portal a esos mundos mágicos.

Al terminar la construcción, Pablo se sintió satisfecho. Era un verdadero castillo lleno de color y magia. «Mira, mamá, ahora podemos jugar. Ya no me olvidaré de mis sueños. Puedo contarte siempre lo que vivo en mis sueños, y juntos podemos crear nuevas historias».

La mamá de Pablo lo abrazó con fuerza y sonrisa. “Exactamente, mi amor. Los sueños no son solo para la noche; podemos hacer que vivan en el día también. Recuerda que siempre estamos aquí para compartir aventuras, ya sea en tus sueños o en la realidad”.

Esa mañana se llenó de risas y juegos. Pablo experimentó como nunca antes, sintiendo que su mundo estaba lleno de posibilidades infinitas. Aprendió que ya no había que tener miedo de olvidar los sueños, porque siempre podía volver a contar sus aventuras y seguir soñando.

Y así, con el corazón lleno de alegría y su mente invadida de historias mágicas, Pablo se convirtió en el mejor narrador de cuentos, recordando que cada día era una nueva oportunidad para soñar, y que, al igual que Lucas, la verdadera aventura siempre comenzaba en el momento en que creía en su propio brillo. Su mamá siempre lo apoyó en su viaje, enseñándole que la imaginación es un tesoro que siempre podemos llevar con nosotros. Con esa lección en su corazón, Pablo nunca olvidó la importancia de soñar y de compartir esas historias con quienes más amaba.

Y así terminó otra bella aventura, recordando que siempre había un lugar especial donde los sueños y la realidad podían encontrarse, llenando sus corazones de luz y alegría.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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