Había una vez, en una pequeña casa llena de amor y risas, vivía una familia muy especial. En esta familia había una pequeña niña llamada Aine, su papá Erick y su mamá Mirian. Cada noche, antes de dormir, Aine esperaba con ansias la hora del cuento, un momento mágico que compartía con sus padres.
Aine era una niña muy curiosa e inquieta. Tenía la piel blanca como la nieve, el cabello negro y ojos café oscuros que brillaban con cada nueva aventura que se imaginaba. Papá Erick, un hombre de piel morena, con cabello negro y una barba tipo candado, tenía cejas pobladas que se movían graciosamente cada vez que hacía magia para su pequeña princesa. Mamá Mirian, con su piel blanca, cabello negro y ojos café claros, siempre sonreía y apoyaba a Erick en todas sus hazañas mágicas.
Una noche, Aine estaba especialmente inquieta y no podía conciliar el sueño. Mamá Mirian había intentado contarle varios cuentos, pero nada parecía funcionar. Fue entonces cuando Papá Erick decidió intervenir con su magia especial.
—Aine, mi pequeña princesa, ¿quieres ver un truco de magia? —preguntó Erick con una sonrisa mientras levantaba una ceja.
Los ojos de Aine se iluminaron de inmediato. Adoraba ver a su papá hacer magia. Erick tomó un pañuelo de colores y lo agitó en el aire. Al principio, no parecía pasar nada, pero de repente, el pañuelo comenzó a brillar y a moverse por sí solo. Aine aplaudía y reía emocionada, maravillada por la magia de su papá.
—Papá, ¡otra vez, otra vez! —pidió Aine, sus ojitos llenos de entusiasmo.
Erick sonrió y repitió el truco, esta vez haciendo aparecer una pequeña mariposa de colores del pañuelo. La mariposa revoloteó alrededor de la habitación, llenando el aire con un brillo mágico. Aine trató de atraparla, riendo sin parar.
—¿Sabes, Aine? —dijo Mamá Mirian, acercándose a la cama—. Papá Erick hace magia no solo para divertirte, sino también en su trabajo. Cuando él sale de viaje, combate con muchas cosas para asegurarse de que su princesa esté siempre bien.
Aine miró a su mamá con curiosidad, luego a su papá. No entendía del todo lo que significaba «combatir», pero sabía que su papá era muy especial. Erick se acercó a Aine y la abrazó con ternura.
—Aine, cuando estoy lejos, siempre pienso en ti y en tu mamá. Mi magia es más fuerte porque sé que ustedes están esperando por mí en casa. Así que cada vez que mires a las estrellas, recuerda que papá está pensando en ti y te envía su amor.
Aine se acurrucó en los brazos de su papá, sintiéndose segura y amada. La magia de la noche la había calmado, y poco a poco sus ojitos comenzaron a cerrarse. Erick la arropó suavemente y le dio un beso en la frente.
—Dulces sueños, mi pequeña princesa —susurró mientras se alejaba de la cama.
Mamá Mirian sonrió y también le dio un beso a Aine antes de apagar la luz. La habitación quedó en silencio, iluminada solo por la suave luz de la luna que entraba por la ventana.
Cada noche, la magia de Papá Erick llenaba el hogar de amor y risas. Y aunque a veces Aine solo quería estar con su mamá, siempre sabía que su papá hacía todo lo posible para hacerla feliz. La pequeña Aine soñaba con mariposas de colores, pañuelos mágicos y las aventuras que su papá vivía por ella.
Así, en una casa llena de magia y amor, Aine creció sabiendo que sus padres siempre estarían ahí para ella, haciendo de cada noche un cuento maravilloso.
El tiempo pasó y Aine siguió disfrutando de las mágicas noches con su papá y los dulces cuentos de su mamá. Cada noche era una nueva aventura, y Aine sabía que siempre podría contar con la magia de su familia para dormir tranquila y feliz. Y así, la pequeña Aine, con su gran sonrisa y su corazón lleno de amor, vivió muchas noches de dulces sueños, siempre protegida por la magia y el cariño de sus padres.
La magia de Papá Erick no se trataba solo de trucos y pañuelos, sino del inmenso amor que tenía por su pequeña princesa. Aine creció rodeada de esa magia, siempre sabiendo que era amada y cuidada por sus padres, quienes harían cualquier cosa por verla sonreír.
Y así, cada noche, Aine se dormía con una sonrisa en el rostro, sabiendo que en los brazos de su familia siempre estaría segura, feliz y amada.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.