En un rincón acogedor del campo, donde las flores silvestres bailaban al son del viento y los árboles susurraban historias antiguas, vivía un niño de cabello castaño claro llamado Mateo. A sus seis años, Mateo era conocido por ser un niño muy soñador, cada mañana se levantaba con una nueva historia que contar a sus padres. Su padre, un campesino trabajador y su madre, una ama de casa aguerrida, siempre escuchaban con atención y amor las aventuras que Mateo narraba.
Entre las alegrías de su vida, una resplandecía con luz propia: su fiel compañero, un perrito de pelaje café llamado Drakel. Drakel no era solo una mascota para Mateo, era su amigo, su confidente, y su compañero de aventuras.
Una tarde, mientras el sol se ocultaba tras las colinas, tejiendo un manto de colores sobre el cielo, algo inesperado ocurrió. Drakel, guiado por su curiosidad y su instinto canino, encontró algo en el campo. Era comida, pero no cualquier comida, estaba descompuesta. A pesar de las advertencias de Mateo, Drakel la comió.
Esa noche, la casa de Mateo se llenó de una tristeza profunda. Drakel, el leal compañero, había partido, dejando un vacío en el corazón de Mateo. Las lágrimas del niño no tardaron en llegar, brotando como ríos de su alma infantil. Agotado por el dolor, Mateo se quedó dormido, abrazando el recuerdo de su querido Drakel.
En su sueño, Mateo se encontró en un lugar mágico, un bosque donde los árboles brillaban con luz propia y las flores cantaban dulces melodías. Allí, en el corazón del bosque, vio una jaula. Dentro, un hada, tan hermosa como la luna, con alas que parecían hechas de luz y cristal. Mateo, movido por su corazón bondadoso, corrió a ayudarla.
Con cuidado, abrió la jaula, liberando al hada. Ella, agradecida, se presentó como Liriel, guardiana de los sueños y las esperanzas. Liriel, con una voz tan suave como el viento entre las hojas, le dijo a Mateo: «Has mostrado gran bondad, pequeño amigo. Por tu valiente corazón, concederé un deseo.»
Mateo, con los ojos aún húmedos por la pérdida de Drakel, pidió con voz temblorosa: «Quiero ver a mi amigo Drakel una vez más, por favor.»
El hada asintió y, con un movimiento de su varita, el bosque se transformó. Apareció una puerta de luz, y al abrirla, Mateo se encontró en un lugar maravilloso, un cielo donde los perros correteaban felices, con colas que no paraban de moverse y ladridos que sonaban como risas. Allí estaba Drakel, más alegre y juguetón que nunca.
Drakel corrió hacia Mateo, llenándolo de lametazos y alegría. El niño abrazó a su amigo, sintiendo una felicidad inmensa. «Este es el cielo de los perros,» explicó el hada, «un lugar donde los buenos amigos peludos viven eternamente felices después de dejar el mundo terrenal.»
Mateo jugó y corrió con Drakel, disfrutando de momentos mágicos, pero sabía que tenía que regresar. Antes de irse, Drakel le lamió la mano, como si quisiera decirle algo importante.
El hada Liriel se acercó a Mateo y le dijo: «Recuerda, Mateo, el amor y los recuerdos nunca mueren. Drakel siempre estará contigo, en tu corazón y en tus recuerdos más queridos.»
Despertando de su sueño, Mateo se encontró en su habitación, con la luz del amanecer bañando todo de dorado. Aunque sabía que había sido un sueño, se sintió reconfortado. Había aprendido una lección valiosa: los perritos, cuando mueren, van a un lugar lleno de alegría y paz.
Mateo contó su sueño a sus padres, quienes lo abrazaron fuertemente, comprendiendo que a veces, los sueños traen consuelo y enseñanzas. Desde ese día, Mateo guardó en su corazón la imagen de Drakel jugando feliz en el cielo de los perros, sabiendo que aunque físicamente no estaba, su amistad y amor perdurarían para siempre.
El pequeño Mateo, con su corazón lleno de amor y esperanza, continuó viviendo cada día con la certeza de que los buenos momentos y los amigos verdaderos nunca se van del todo. Son como estrellas que, aunque no las veamos siempre, sabemos que están allí, iluminando nuestro camino.
Y así, en el corazón de aquel campo lleno de magia y naturaleza, Mateo creció, llevando siempre consigo el recuerdo de Drakel, su amigo inolvidable, aprendiendo que en los sueños y en el amor, hay secretos que solo el corazón puede entender.
Fin
Cuentos cortos que te pueden gustar
La pequeña estrella de YouTube detrás de la puerta de casa
La Magia del Sueño
Celina y su Sueño Mágico
Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.