En un rincón muy especial del mundo, donde los árboles susurran historias y el viento lleva melodías de alegría, vivía un niño llamado Neil. Neil no era un niño cualquiera; tenía el corazón lleno de amor por todos los seres vivos y una amistad inquebrantable con los animales del bosque que rodeaba su casa.
Un día, Neil tuvo una idea maravillosa. Quería compartir su mundo mágico con las dos personas que más amaba: su papá y Croquetilla, su pequeño perro peludo que siempre estaba listo para jugar. Neil soñaba con un día en el que pudieran disfrutar juntos de helados de chocolate y risas bajo el sol.
Por la mañana, Neil despertó emocionado y corrió a la habitación de su papá. «¡Papá, papá, hoy será el mejor día de todos!» Exclamó, saltando en la cama. Su papá, aún adormilado, pero siempre dispuesto a seguir las aventuras de su hijo, sonrió y asintió. «Claro que sí, Neil. ¿Qué tienes planeado?»
Con Croquetilla correteando a su alrededor, Neil explicó su plan. Querían invitar a todos sus amigos animales a un gran festín de helados de chocolate en el prado detrás de su casa. Sería un día de juegos, descubrimientos y, sobre todo, de compartir felicidad.
Prepararon todo lo necesario: una caja grande de helados de chocolate que Neil aseguraba era del gusto de todos los animales, mantas para sentarse en el prado y juguetes para Croquetilla. Antes de salir, Neil miró a su papá y a Croquetilla y dijo: «Hoy vamos a hacer muchos nuevos amigos».
Al llegar al prado, desplegaron las mantas y colocaron los helados sobre una gran hoja de árbol. No pasó mucho tiempo antes de que los primeros invitados llegaran. Un grupo de conejitos se acercó tímidamente, seguidos de cerca por mariposas de colores danzarines y pájaros que cantaban melodías alegres. Incluso un ciervo curioso asomó entre los árboles, atraído por la risa y la alegría.
Neil, papá y Croquetilla compartían los helados, ofreciendo cuidadosamente pequeños trozos a sus nuevos amigos. Los animales, aunque al principio cautelosos, pronto disfrutaban del festín, y el prado se llenó de una felicidad inmensa.
El sol comenzó a descender, pintando el cielo de tonos rosas y naranjas, cuando Neil decidió que era momento de un último juego. «¡Escondidas!» Gritó, y todos, animales y humanos, se dispersaron para encontrar el mejor lugar donde esconderse. Croquetilla, emocionado, corría de un lado a otro, tratando de encontrar a todos, con su cola moviéndose tan rápido que parecía que podría volar.
Cuando el juego terminó, y las estrellas comenzaron a brillar en el cielo, Neil, su papá y Croquetilla se recostaron en las mantas, rodeados de sus nuevos amigos. Miraban las estrellas, escuchando las historias que su papá contaba sobre constelaciones y aventuras espaciales.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.