Había una vez, en un pequeño pueblo lleno de árboles y flores, una niña llamada Evelyn. Evelyn era una niña muy especial, con el cabello rizado y una sonrisa que iluminaba cualquier habitación. Vivía con sus padres en una casita acogedora, donde siempre había música suave y el aroma de galletas recién horneadas.
Cada noche, antes de dormir, Evelyn miraba por la ventana de su habitación y observaba las estrellas. Soñaba con ser una niña feliz y tener sueños bonitos. Su mamá siempre le decía que las estrellas eran como pequeños faros que guiaban a los sueños hermosos hacia su cama.
Una noche, mientras Evelyn se preparaba para dormir, escuchó un suave susurro. Era su peluche favorito, un osito llamado Teddy, que le hablaba con una voz dulce.
—Evelyn, ¿te gustaría ir a un lugar mágico donde todos tus sueños se hacen realidad? —preguntó Teddy.
Evelyn, sorprendida pero emocionada, asintió con la cabeza. De repente, su habitación se llenó de una luz brillante y cálida. Teddy tomó la mano de Evelyn y juntos comenzaron a volar hacia el cielo estrellado. Volaron sobre montañas, ríos y bosques, hasta llegar a un lugar maravilloso llamado «El País de los Sueños Felices».
Al llegar, Evelyn vio un paisaje hermoso, lleno de colores y magia. Había flores que cantaban, árboles que susurraban cuentos y animales que bailaban al ritmo de una melodía encantadora. Todo en el País de los Sueños Felices era perfecto y Evelyn no podía dejar de sonreír.
Mientras caminaban, encontraron a un grupo de conejitos que jugaban y reían. Uno de ellos, llamado Max, se acercó a Evelyn y le dijo:
—Hola, Evelyn. En este lugar, todos los niños son felices y tienen sueños bonitos. ¿Te gustaría unirte a nosotros y jugar?
Evelyn aceptó con entusiasmo. Jugaron a las escondidas, hicieron carreras y contaron historias bajo un árbol mágico que brillaba con luces de colores. Evelyn se sentía muy feliz y no quería que ese momento terminara nunca.
Después de un rato, Teddy le dijo a Evelyn que era hora de seguir explorando. Caminaron hasta un lago cristalino donde encontraron a una sirena llamada Luna. Luna tenía una voz melodiosa y cantaba canciones que hacían que todos se sintieran en paz y alegría.
—Hola, Evelyn. He escuchado de tus sueños de felicidad. En este lago, puedes ver tus sueños reflejados en el agua. Solo necesitas cerrar los ojos y pensar en lo que más deseas —dijo Luna con una sonrisa.
Evelyn cerró los ojos y pensó en ser una niña feliz, rodeada de amor y alegría. Cuando abrió los ojos, vio en el agua su reflejo sonriendo, rodeada de sus padres, amigos y muchos momentos felices. Evelyn sintió una calidez en su corazón y supo que siempre podría ser feliz si así lo deseaba.
El tiempo pasó volando en el País de los Sueños Felices, y Teddy le recordó a Evelyn que era hora de regresar a casa. Aunque no quería irse, Evelyn sabía que siempre podría volver en sus sueños. Despidió a sus nuevos amigos y, junto a Teddy, voló de regreso a su habitación.
Cuando Evelyn abrió los ojos, estaba de nuevo en su cama, con Teddy a su lado. La luz de la luna entraba por la ventana y las estrellas brillaban con suavidad. Evelyn se sintió muy agradecida por su aventura y supo que siempre llevaría consigo la felicidad que había encontrado.
Desde esa noche, Evelyn dormía con una sonrisa en el rostro, sabiendo que cada sueño podía ser tan mágico y hermoso como ella deseara. Y así, la pequeña niña con el cabello rizado se convirtió en la niña más feliz del mundo, porque había descubierto el secreto de los sueños felices.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.