Cuentos para Dormir

Un Día Mágico en la Nieve de Arcoíris

Lectura para 6 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Era un día brillante y soleado en el pequeño pueblo de Colores, un lugar donde siempre ocurrían cosas mágicas. Ana y Luisa, dos hermanas que amaban la aventura, despertaron emocionadas al ver que la nieve había cubierto su jardín como una suave manta blanca. Miraron por la ventana y gritaron de alegría.

—¡Mira, Luisa! ¡Hay tanta nieve! —exclamó Ana, saltando de un pie al otro.

—¡Sí! ¡Podemos hacer muñecos de nieve y jugar con los copos! —respondió Luisa, con una gran sonrisa en su rostro.

Inmediatamente, las dos chicas se vistieron rápidamente. Se pusieron abrigados abrigos, bufandas coloridas y sus botas favoritas. Mientras se preparaban, su madre, Mama Moya, las llamó desde la cocina.

—Chicas, no olviden comer algo antes de salir. Les he preparado un delicioso chocolate caliente con malvaviscos.

—¡Gracias, mamá! —gritaron las niñas al unísono, y bajaron corriendo las escaleras.

Después de disfrutar del rico chocolate caliente, las dos hermanas salieron corriendo hacia el jardín. Se lanzaron a la nieve, riendo y divirtiéndose, mientras sus botas hacían crujir la suave y fría capa blanca.

Ana comenzó a hacer un muñeco de nieve y Luisa decidió hacer una pequeña fogata de nieve usando ramas que encontró en el suelo. Mientras jugaban, de repente, un sonido extraño llamó su atención. Era un suave susurro que venía del bosque cercano.

—¿Escuchaste eso, Ana? —preguntó Luisa, un poco asustada.

—Sí, parece que viene del bosque. Vamos a investigar —respondió Ana, valiente como siempre.

Con un poco de temor pero mucha curiosidad, las hermanas se adentraron en el bosque. Allí, los árboles estaban cubiertos de nieve y la luz del sol se filtraba a través de las ramas, creando un efecto mágico. Al caminar entre los árboles, escucharon el susurro una vez más.

—¡Ayuda! —dijo una voz pequeña y tiritante.

Las niñas se miraron atónitas y decidieron seguir el sonido. Tras cruzar unos arbustos, encontraron a un pequeño conejo blanco atrapado entre dos ramas.

—¡Pobrecito! —exclamó Luisa—. ¿Cómo podemos ayudarlo?

—Creo que si lo liberamos, podría llevarnos a algún lugar mágico —sugirió Ana, mirando al conejo con ternura.

Con cuidado, las chicas desenredaron al conejo de las ramas, que agradecido saltó de un lado a otro.

—¡Gracias! ¡Gracias! —brincaba el conejo—. Me llamo Copito, y vivo en la tierra de los sueños de nieve.

—¿Tierra de los sueños de nieve? —preguntó Luisa, con los ojos muy abiertos.

—Sí, es un lugar mágico donde los sueños se hacen realidad. Si quieren, puedo llevarlas —dijo Copito, mientras se sacudía la nieve de su pelaje.

Ana y Luisa se miraron emocionadas. ¿Quién no querría visitar un lugar así? Así que las niñas asintieron con entusiasmo y siguieron al conejo a través del bosque.

Tras un corto camino, llegaron a un claro iluminado por hilos de luz mágica. Frente a ellas había un portal brillante que parecía hecho de copos de nieve danzantes.

—Pásenle, ¡es seguro! —dijo Copito, animándolas a entrar.

Las niñas, sintiendo el cosquilleo de la emoción, entrelazaron sus manos y, juntas, cruzaron el portal. En un abrir y cerrar de ojos, se encontraron en un hermoso reino lleno de montañas de nieve y árboles con ramas de colores brillantes.

—¡Wow! —dijeron Ana y Luisa al unísono, maravilladas ante tanta belleza.

De repente, un enorme dulce y divertido muñeco de nieve se acercó a ellas.

—¡Hola, pequeñas! ¡Soy Don Papanuelito! Bienvenidas a la tierra de los sueños de nieve —dijo el muñeco, moviendo sus brazos de manera graciosa.

Ana y Luisa comenzaron a reírse, y Papanuelito las llevó a conocer el mágico reino. Jugaron en una pista de patinaje hecha de cristal, donde se deslizaron y se rieron durante horas. También hicieron un concurso de lanzamientos de bolas de nieve, donde Copito demostró ser el mejor jugador de todos. La emoción y la alegría llenaban el aire como si fueran confeti.

Mientras tanto, Mama Moya y Papito, que se preocupaban porque sus hijas no habían vuelto, decidieron salir a buscarlas. Cuando llegaron al jardín, se sorprendieron de no ver a las niñas.

—¿Dónde estarán? —se preguntó Mama Moya, asomándose a la ventana.

—Quizás se fueron a jugar al parque —sugirió Papito.

Pero al mirar hacia el bosque, vieron algo extraño: el portal brillante que conducía a la tierra de los sueños de nieve. Los dos sin pensarlo se asomaron y lo atravesaron, encontrando a sus hijas en el mágico calentito.

—¡Ana, Luisa! ¡Qué alegría verlas! —gritó Mama Moya, abrazando a las niñas.

Las hermanas, encantadas con todo lo que había sucedido, presentaron a sus padres a su nuevo amigo Copito y a Don Papanuelito.

—¡Qué divertido! —dijo Papito, mientras sonreía—. Este lugar es increíble.

Las risas continuaron llenando el aire mientras las familias jugaban juntas. Finalmente, llegó la hora de regresar a casa.

—Gracias por traernos aquí, Copito. Ha sido el mejor día de todos —dijo Ana, emocionada.

—Siempre que necesiten un poco de magia, vengan a buscarme —respondió el conejo, guiñando un ojo.

Y así, cruzaron el portal de regreso a casa, llevándose consigo no solo la magia de la nieve, sino también el amor y la felicidad que compartieron en aquel momento especial.

Al llegar, Mama Moya y Papito prepararon una cena deliciosa y luego se sentaron juntos a contar historias y reír sobre el impresionante día que habían tenido. Todos aprendieron que, aunque la nieve puede ser fría, el verdadero calor proviene de los momentos compartidos con la familia.

Y así, con los corazones llenos de sueños y un poco de magia, Ana y Luisa se fueron a dormir, listas para nuevas aventuras en el mundo de los sueños.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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